San Martín y las damas mendocinas

Llegaba a su término el año 1816, cuando en la entonces modesta ciudad de Mendoza se vivían horas de gran fervor patriótico. Se hablaba de campañas libertadoras y patrias independientes. Enardecían los ánimos el movimiento de soldados, las músicas marciales, el trajinar de carretas con pertrechos de guerra y el ambiente todo cargado de presagios trascendentales y augurios de gloria

Damas mendocinas

La entereza moral y espiritual de las mujeres cumplió un papel fundamental en la principal empresa militar sanmartiniana: las campañas libertadoras a Chile y Perú. Sin distinción de razas y clase social, dieron lo que estaba a su alcance. Algunas colaboraban económicamente, otras con alimentos y algunas confeccionando ropa. Refiriéndose a la donación voluntaria de alhajas, un testigo de los acontecimientos, el general Espejo escribió:

"Es el caso que los patriotas de toda clase y rango, los menestrales mismos en sus artes y oficio, los padres de familia en fin, ya habían hecho toda clase de demostraciones por su parte -dice el general Espejo-; pero el sexo hermoso, las matronas, si se exceptúan las obras de costura de vestuarios de tropa, y otros actos humanitarios, no habían hecho todavía algo notable por la suya. En este concepto discurrieron en secreto, circular de casa en casa, una invitación para día fijo. A la hora convenida se reunió una gran comitiva de las de más alta clase, que se dirigió al salón del Cabildo encabezada por la señora doña María de los Remedios Escalada de San Martín. Recibidas que fueron en audiencia pública, la señora que encabezaba la reunión, en pocas pero muy marcadas palabras expuso el motivo que las conducía. Dijo que no le era desconocido el riesgo que amenazaba a los seres más queridos de su corazón, ni la penuria del tesoro, ni la magnitud de los sacrificios que demandaba la conservación de la libertad. Que los diamantes y las perlas sentarían mal en la angustiosa situación en que se veía la provincia, y peor si por desgracia volviésemos a arrastrar las cadenas de un nuevo vasallaje, razón por la que preferían oblarlas en aras de la patria, en el deseo de contribuir al triunfo de la sagrada causa de los argentinos. Y entre los transportes de los más patéticos sentimientos se despojaron allí de sus alhajas y presentaron muchos objetos de valor, de los que se tomó razón individual para dar cuenta a la autoridad..."

Este mismo acontecimiento fue narrado por Juan Martín de Pueyrredón, quién señaló que San Martín dijo a su esposa:

"Remedios sé tú quien de el ejemplo, entregando tus alhajas para los gastos de la guerra. La esposa de un general republicano no debe gastar objetos de lujo cuando la patria está en peligro. Con un simple vestido estarás más elegante y te amará mucho más tu esposo."

El gesto fue imitado por las damas sanjuaninas y puntanas para la preparación del Ejército de los Andes, el Libertador recibió también otros valiosos aportes de las mujeres cuyanas. Por ejemplo, las damas de San Juan donaron 238 ponchos, 18 ponchillos, 16 frazadas, 198 pieles de carnero, 39 jergas, 119 monturas, 115 caballos y 843 mulas de silla y cargueras.
Por su parte, las mendocinas entregaron también numerosos barriles de aguardiente y vino; almudes y petacas colmados de pasas de higo, de aceitunas, trigo y maíz; harina y el charqui. También las mujeres cordobesas hicieron su aporte, respondiendo al pedido del gobernador Ambrosio Funes, pero la contribución más valiosa fue la cesión de esclavos, que supuso un importante incremento en el número de soldados de infantería.

Pero no sólo pusieron las mujeres sus bienes materiales sino también sus manos, confeccionando gratuitamente uniformes y ropas varias y atendiendo a los heridos.
Un testigo, el inglés Miller afirmó que las mujeres cuidaban con tal solicitud a los heridos de Maipú, que parecía que los patriotas heridos fuesen sus verdaderos hermanos. En un oficio emitido el 22 de noviembre de 1815 dirigido al ayuntamiento mendocino, San Martín dice:

"Las dignas señoras de este pueblo, estoy seguro se prestarán gustosas a reparar la desnudez del soldado, si excita V.S. sus virtudes amables. Espero pues lleve a bien V.S. repartir en las casas, para que efectúen gratuitamente su costura, los ciento sesenta y siete pares de pantalones pertenecientes al (Batallón Nº 8), que ya cortados van a disposición de esa municipalidad."

En otro oficio, el 29 de febrero de 1816 expresa:

"Satisfecho este gobierno de que las señoras no distarán de aumentar a los servicios que tienen hechos en obsequio de la Patria, el de coser las adjuntas bolsas para cartuchos de cañón, remito a V. S. las mil doscientas cincuenta que con esta fecha me ha pasado el Comandante General de Artillería, a fin de que las reparta V. S. equitativamente en la inteligencia que indispensablemente deben ceñirse al modelo que se acompaña, a las dos distintas menas, y que V.S. empeñará todo su influjo para conseguir la pronta conclusión de dicha obra."

Así, se completó la confección de diversas prendas y objetos varios para las tropas.

Bandera de los Andes

El matrimonio San Martín pasó la Navidad de ese año en la casa don Joaquín Ferrari, hombre de bien de la sociedad mendocina, junto a algunos jefes del Ejército de los Andes, Las Heras, Soler, Zapiola, Necochea, Escalada y sus esposas, más Laurencita Ferrari y Manuel de Olazábal, ambos solteros.
Al llegar la medianoche, el Libertador levantó su copa brindando por una bandera para su ejército pues no contaba con ninguna. Gesto que nos dice que San Martín aún en el ámbito familiar y socia,l no olvidaba jamás sus inquietudes de soldado de la Patria.

Todos aplaudieron y cuatro damas voluntarias sin vacilar se comprometíeron a confeccionar el emblema histórico con premura para el día de Reyes, tal como era el anhelo del General. Ellas eran Dolores Prats de Huici, bella joven chilena que había perdido su esposo en la batalla de Rancagua y las mendocinas Margarita Corvalan, Mercedes Alvarez y Laureana Ferrari (de apenas 14 años).

Al día siguiente se dirigieron a los comercios de la Cañada, cerca del Cabildo más no había ni seda son telas del nivel que las circunstancias exigían. El punto de reunión era la casa de Laureana de donde salían y llegaban repetidas búsquedas requiriendo los colores que exigía la bandera azul y blanca aprobada en ese mismo año por el Congreso de Tucumán.

Una mañana irrumpió Remedio Escalada, esposa del Gral. San Martín con la buena nueva de que en un comercio por demás modesto llamado el Cariño Botado podrían hallar la deseada tela. Partieron las damas mendocinas por esas polvorientas callejuelas en busca del tendero que fuera del mísero y desvencijado negocio les ofreció su magna mercadería. El requerimiento lo hizo con tales instancias que entraron por lástima y difícil sería de explicar la sorpresa y el contento de las escépticas parroquianas, al descubrir una tela color del cielo coincidente con el deseo del General aunque fuera poca y no de seda, sino de simple sarga pero lustrosa y buen aspecto.

Con esa pieza y otra blanca del mismo o parecido género pusieron marcha a la obra. Remedios se ocupó de la costura y armado de la bandera, bordándole varias hojas de laurel que rodeaban al escudo, cuyo óvalo fue marcado con una bandeja por la señora de Huici, quien también se ingenio para desteñir con lejía unas madejas de seda roja con las que fueron bordadas las manos rosadas que dibujara más con voluntad que arte el Gral. Soler.

De dos abanicos de Laureana y de una roseta de su madre sacaron lentejuelas de oro y diamante para adornar el óvalo y el sol al que recamaron perlas del collar de Remedios. Así estas artesanas de la gloria dieron término a la bandera prometida a las dos de la mañana del 5 de enero de 1817. Todas ellas se arrodillaron ante el crucifijo del oratorio familiar, dieron gracias a Dios rogando que su gracia guiase ese paño hacia la victoria.

Mendoza vivía un estado de expectación y alegría colectiva como jamás había vivido.El pueblo sabía que era inminente la partida de las tropas ya que la Bandera era una realidad.

A las diez de la mañana las fuerzas patriotas vestidas de gala entraron en el ámbito de la plaza, escoltando la Virgen del Carmen, patrona del Ejército de los Andes. En un sitial de la Iglesia Matriz estaba doblado el ansiado y dignísimo emblema de la Patria.





retrato de las damas mendocinas

Damas mendocinas en apoyo del ejercito de los Andes
En Cuyo, las mujeres participaban de la política de forma activa y entregaban su vida al sacrificio por la libertad al igual que los hombres.
Las tares eran desde levantar la cosecha a bordar la Bandera de Los Andes y la confección de uniformes de guerra. De ir al frente de batalla hasta criar hijos solas en un período donde no había ni luz. Las mujeres cuyanas de la época colonial cumplieron un rol fundamental en la hazaña libertadora. Participaban de la política de forma activa y entregaban su vida al sacrificio por la libertad al igual que los hombres.
Se pueden mencionar muchos nombres de mujeres cuyanas que dejaron su marca en la historia por su afinidad con la causa libertadora. Entre las más conocidas se recuerda a Mercedes Álvarez (1800-1893), amiga de Doña Remedios de Escalada; Laureana Ferrari de Olazábal (1803-1870), quien entregó lentejuelas de oro y diamantes para bordar en la Bandera del Ejército de Los Andes; Dolores Prat (1785-1834), chilena que escapó a Cuyo luego de la caída de su esposo en Rancagua o su compatriota Mercedes Fontecilla (1799-1853), quien jugó un rol importante en la asistencia de migrados



Damas mendocinas bordando la bandera de los Andes

Damas mendocinas bordando la bandera de los Andes
No solo las Patricias Mendocinas eran de Mendoza -que era mendocinas, chilenas, sanjuaninas y puntanas- jugaron un rol preponderante en la Independencia por la confección la Bandera del Ejército o la donación de joyas. También lo hicieron las mujeres de estratos sociales más bajos y esclavas.
Las mujeres tuvieron un rol protagónico en la Independencia. Participaron de diferentes maneras conforme a si en el territorio se producían enfrentamientos armados o no. Algunas mujeres pelearon en las batallas y otras contribuyeron a la organización del ejército. Es una falacia pensar que las mujeres de aquella época no intervenían en la política,la vida en Mendoza, difiere mucho a la actualidad convulsionada, en esa época era una sociedad multiétnica, un tercio de la población era afro descendiente, había indígenas, mestizos y criollos. La vida se basaba en un calendario agrícola, se destacaba la fabricación de licores y actividades agrícolas secundarias, cultivo de legumbres, frutas y uva, con lo que se hacía vino que era vendido en Buenos Aires. No había ni luz, ni gas y se le daba mucha importancia a las creencias religiosas



Bandera del Ejército de los Andes

Bandera del Ejército de los Andes (réplica del original, de 1817 en la Catedral de Buenos Aires, junto a la tumba de San Martín).
San Martín tenía muy claro los colores que debía tener la bandera del Ejército de los Andes: celeste y blanco. A la búsqueda de telas salieron la esposa del Libertador, Remedios y su amiga, Laureana Ferrari. Tras conseguirla, Remedios se puso a coser y sus amigas a bordar. El escudo de armas que orna el centro de la bandera, se estima que fue dibujado por el Capitán Bermúdez o el Sargento Antonio Arcos. Laureana Ferrari escribió que el óvalo del escudo fue diseñado por una tal señora de Huisi y las manos dibujadas por el brigadier Soler; también reveló que las lentejuelas de oro fueron sacadas de dos de sus abanicos (que hoy se encuentran expuestos en el Museo Histórico Nacional) y que el óvalo y el sol del escudo fueron adornados con rosetas de diamantes y perlas de collares suyos y de Remedios. El 5 de enero de 1817 - a pocos días de la partida del Ejército - la bandera fue bendecida en la iglesia matriz de Mendoza. Después de la ceremonia, San Martín tomó la bandera y se dirigió a la plaza mayor, donde estaban las tropas alineadas. Ante ellas exclamó: "Soldados: Esta es la primera bandera independiente que se ha levantado en América". Y la agitó tres veces en medio de un indescriptible júbilo de campanas, salvas, vivas y músicas.