Periodismo de combate

El período de. gobierno de Martín Rodríguez y de las reformas rivadavianas es también el de la más prolífica floración periodística como fuerza de combate; algunos de sus redactores, de uno y otro bando, son arquetipos de la combatividad llevada al extremo, aun cuando no carecían de cualidades para la prédica elevada y el razonamiento sereno.


La prensa en 1820

Pedro Feliciano Cavia y Santiago Vázquez publican, desde abril de 1819, El Americano, que aboga porque las Provincias Unidas ofrezcan al mundo un cuadro de virtudes magnánimas. Pedro José Agrelo redacta El abogado nacional, órgano liberal y adverso al fanatismo, escrito con altura y espíritu reflexivo.

Los primeros meses del movido 1820 no ofrecen nada notable en la prensa, mientras se mueven los ejércitos de los caudillos contra Buenos Aires, llevando el desconcierto y la incertidumbre a los ánimos, con rumores alarmantes y temores por la independencia. El caleidoscopio político no permite siquiera fijar en el papel una posición: Rondeau deja el puesto a Aguirre, éste a Balcarce, Balcarce a Sarratea, nuevamente Balcarce, nuevamente Sarratea, Ildefonso Ramos Mejía, Manuel Dorrego, Pagola, el Cabildo. La Gaceta del gobierno apenas se hace oir; los gobiernos carecen de autoridad y de fuerza para imponerse.

Durante el gobierno de Martín Rodríguez

Pero después de superada la crisis con Martín Rodríguez, secundado por Rosas, se inicia la guerrilla periodística, que va en aumento hasta el espectáculo de una batalla campal. Comienza el franciscano Castañeda con unas hojas sueltas, Amonestaciones, a las que sigue el proyecto de El Monitor macarrónico, que no salió a la luz, pero en cambio fundó otros órganos: El despertador Teofilantrópico Místico político, dedicado a las matronas argentinas y por medio de ellas a todas las personas de su sexo que pueblan hoy la faz de la tierra y la poblarán en la sucesión de los siglos, órgano de combate al que sucedieron otros de tenor similar.

No quedó atrás el doctor Pedro José Agrelo, que dio a la publicidad La Ilustración Pública, con la flor y la nata de la filantropía, periódico dedicado a la Sociedad Teofilantrópica del Buen Gusto, que dirige, amasa y fomenta las nefandas tareas del nuevo fraile Cirilo de Buenos Aires, el cual será al mismo tiempo despertador a la nueva usanza para los ciudadanos incautos que lo aplauden.

Son periódicos de combate, de polémica mordaz, personalista, como lo fueron también los de Cavia. El Imparcial y Cuatro cosas o el antifanático y el amigo de la ilustración, cuya hija primogénita es la tolerancia, baterías dirigidas al fraile Castañeda.

Con la instalación de un gobierno de orden, el de Martín Rodríguez, también ven la luz periódicos de reflexión, de consejo, de fe, Legión del orden ,Voz del pueblo, La Estrella del Sur.

Al integrar Rivadavia el gobierno, la batalla del periodismo se apaciguó, primero con órganos como El Curioso, de 1821, redactado por Juan Crisóstomo Lafinur y el sacerdote chileno Camilo Henríquez; El Boletín de la Industria; El Patriota, que ponía el acento en altas aspiraciones, en la educación, en la ilustración, en el optimismo; apareció el 19 de setiembre de 1821; su editor era Pedro Feliciano de Cavia, cuya colección fue reimpresa por Ricardo R. Cailllet-Bois en el Anuario de historia argentina (1941) El Espíritu de Buenos Ayres (enero de 1822); La Abeja argentina (abril de 1822), órgano de la Sociedad literaria; El Ambigú de Buenos Aires, órgano de la Sociedad de amigos del país (julio de 1822); El Correo de las provincias, publicado por Fortunato Lemoyne, de Chuquisaca (noviembre de 1822).

Pero esas manifestaciones en las que hablaba el reposo, en que se reflexionaba y se razonaba, dejaron pronto el puesto a las truculencias escritas, a los pasquines de batalla y al pasionismo. Juan Cruz Varela, que ya había comenzado a publicar trabajos en la prensa, publica El Centinela, y la traición descubierta por el Oficial del Día, con el lema: Auxilio, auxilio, la patria está en peligro, 9 de setiembre de 1822. En tono mesurado comienza El Argos de Buenos Aires, otro de los periódicos defensores de las reformas, pero, poco a poco, fue adaptando el lenguaje al nivel de la hoja de combate, aunque sin denuestos ni procacidad.

Nada respetaba parte de esa prensa: ni la vida privada ni el mérito, ni la virtud. Contra las acometidas del padre Castañeda, se publicó El Lobera del año 20 o el verdadero Anticristo, abortado por el último esfuerzo del vacilante poder de las corogas cerquilladas en oposición de los hombres virtuosos que trabajan por la verdadera felicidad del país y de sus sentimientos. El padre Castañeda debió defenderse contra esa arremetida con La Verdad Desnuda. Y el mismo redactor de El Lobera, José María Calderón, de la secretaría de hacienda, respondió entonces con un pasquín más extremado aún, El Lobera de a 36 reforzado ... hoja que fue supendida como ofensiva a la decencia, mientras Castañeda tuvo que huir para no responder ante la justicia por sin libelos.

Con la designación del general Juan Gregorio Las Heras se aplaca un poco la tempestad tipográfica de 1822, 1823 y 1824; ve la luz en ese clima momentáneo de calma El Nacional, aunque el mismo año 1825 desaparece El Argos de Buenos Aires, cuyos redactores se hallaban desempeñando funciones públicas absorbentes. Aunque la polémica soez continúa con la reimpresión en Córdoba, por Pedro Ignacio Castro Barros, en 1825-26, de El Pensador político y religioso que se editaba en Santiago de Chile.

Se reanuda la lucha en el período de la presidencia de la República, de la organización nacional, cuando se delimitan los campos con los nombres de federales y unitarios. El Duende de Buenos Aires aconseja que se definan las palabras, el significado de las voces antes de empeñar una disputa; por ejemplo, lo que cada uno entiende por federación. Pedro de Angelis y José Joaquín de Mora publican La Crónica política y literaria, en lenguaje pulcro, con aspiraciones progresistas. El tono de montonera reaparece cuando Juan Cruz Varela publica el Mensajero Argentino, en defensa de la política del gobierno, el 18 de noviembre de 1825; contra su prédica se enciende la lucha de El Tribuno, órgano guerrero de los federales Dorrego, Cavia y Manuel Moreno.

Toman parte en el combate otros periódicos y permanece objetivo The British Packet, fundado en 1827 y que vio la luz hasta 1852. La Gaceta Mercantil, fundada en 1823 y que acompañó a Rosas en todo su largo período, también permaneció en aquellos años rivadavianos relativamente neutral.

Con la renuncia de Rivadavia y el nombramiento de Dorrego como gobernador de Buenos Aires, decae la prensa liberal; Cavia no desiste de su encono contra el ex presidente, en el tono de los pasquines de la época de Castañeda.

publicaciones de las decada del XX

Publicaciones de la epoca Dra María Retazos del padre Castañeda y El Ambigú de Buenos Aires 

Fray Francisco de Paula Castañeda.

Entre los opositores que encontró Rivadavia, en los primeros pasos para la reforma eclesiástica, sobresale, como se ha dicho, el franciscano fray Francisco de Paula Castañeda, 

Paula Castañeda había nacido en 1776; estudió en Córdoba y fue allí profesor de filosofía; en Buenos Aires desde 1805 aproximadamente, entusiasta de la instrucción pública, insobornable e ingobernable; predicó sermones con el panegírico de la reconquista y de la defensa en las invasiones inglesas. 

A comienzos de 1815 instaló en el convento de la Recolección dos pequeñas Academias de dibujo, que el Consulado trasladó a un local propio. Castañeda decía en esa oportunidad: "No basta que los niños aprendan los rudimentos de la religión católica, que por dicha nuestra profesamos; no basta que sepan leer, escribir y contar, pues das estas habilidades pueden aprenderlas de día; preciso es también que la noche se emplee en su instrucción y enseñanza: el dibujo o grafidio, la geografía, la historia, la geometría, la arquitectura civil, militar y naval, los artefactos de todo género deben entrar en el plan de su buena y bella educación; la esgrima, la danza, la música, el nadar y andar a caballo, pronunciar correctamente el idioma nativo y mil otras particularidades que, aunque no prueban sabiduría en quien las posea, arguyen mucha ignorancia y muy mala crianza en quien las ignora"

Francisco de Paula Castañeda

Francisco de Paula Castañeda, también conocido como "el Padre Castañeda" y autoapodado "El Gauchipolítico"  fue un religioso franciscano argentino, político destacado durante la Revolución de Mayo y las siguientes décadas de historia de su país. Se opuso a la política religiosa de Bernardino Rivadavia, destacándose por el tono satírico de su oposición a la misma en la prensa, y por los numerosos periódicos que editó.

Cuando Senillosa publica en 1815 su periódico Los amigos de la patria y de la juventud, escribió Castañeda: "Diga, pues, usted y repita en su periódico que Buenos Aires será cautivo mientras fuera ignorante, y verá usted de lo que es capaz para sacudirse de tan vergonzosa nota. Estaba por asegurar que al año cumplido ya podría usted anunciar en su periódico a todas las naciones que en Buenos Aires cada casa era una escuela, cada vecino un maestro y cada maestro un sabio".

Tuvo dificultades Castañeda con el gobierno en 1812, por lo que fue desterrado a Catamarca. Hombre de lucha, inflexible en sus aspiraciones y en sus ideas, utilizó la palabra impresa como un arma de combate. Fue periodista de batalla por antonomasia. Combatió con virulencia, con lenguaje popular, crudo, contra todos y contra todo, pero especialmente contra Rivadavia y sus planes de reforma eclesiástica. En 1820 se enfrentó bravamente al desborde federal, al caudillismo avasallador. Tuvo violentos entredichos con los superiores del convento de la Recoleta y con el provincial de su congregación. La serie de sus periódicos constituyen un capítulo especial de la historia del periodismo nacional por su causticidad y su valentía. Reco-mendó a Rivadavia un proyecto de oración para los niños varones al entrar en la escuela por la mañana y por la tarde, que comienza así: 

"Señor, Dios altísimo en cuyas manos están los corazones de los déspotas, dignaos prevenir con bendiciones de dulzura el corazón del déspota Bernardino Rivadavia, para que doblando su orgullosa cerviz al vicario de Jesucristo, se abstenga de trastornar los artículos de la fe, que hemos profesado en el Santo bautismo, y a nosotros danos la constancia que necesitamos para resistir con ímpetu el filosofismo impío y las infamias hereticales contenidas en esos libros de pasta dorada que con aprobación del gobierno se reparten entre los jóvenes de ambos sexos, con el fin de corromper a la provincia de Buenos Aires"...

La Junta de representantes, a fines de 1821, acusándolo de abuso de la libertad de prensa, le prohibió escribir durante cuatro años y en 1822 tuvo que salir de Buenos Aires, y se radicó en Rincón, cerca de la ciudad de Santa Fe, donde continuó su labor periodística con una imprenta abandonada que recompuso y enseñó primeras letras y trabajo manual hasta su muerte en 1832.

Pocas veces se ha empleado tanto ingenio para luchar por medio de la prensa contra un hombre, como el que empleó Castañeda contra Rivadavia. Recuerda el estilo y el vigor de un Rabelais y precede a Sarmiento, el otro gran flagelador de todo y de todos.

Cuando Senillosa publica en 1815 su periódico Los amigos de la patria y de la juventud, escribió Castañeda: "Diga, pues, usted y repita en su periódico que Buenos Aires será cautivo mientras fuera ignorante, y verá usted de lo que es capaz para sacudirse de tan vergonzosa nota. Estaba por asegurar que al año cumplido ya podría usted anunciar en su periódico a todas las naciones que en Buenos Aires cada casa era una escuela, cada vecino un maestro y cada maestro un sabio".

Tuvo dificultades Castañeda con el gobierno en 1812, por lo que fue desterrado a Catamarca. Hombre de lucha, inflexible en sus aspiraciones y en sus ideas, utilizó la palabra impresa como un arma de combate. Fue periodista de batalla por antonomasia. Combatió con virulencia, con lenguaje popular, crudo, contra todos y contra todo, pero especialmente contra Rivadavia y sus planes de reforma eclesiástica. En 1820 se enfrentó bravamente al desborde federal, al caudillismo avasallador. Tuvo violentos entredichos con los superiores del convento de la Recoleta y con el provincial de su congregación. La serie de sus periódicos constituyen un capítulo especial de la historia del periodismo nacional por su causticidad y su valentía. Reco-mendó a Rivadavia un proyecto de oración para los niños varones al entrar en la escuela por la mañana y por la tarde, que comienza así: 

"Señor, Dios altísimo en cuyas manos están los corazones de los déspotas, dignaos prevenir con bendiciones de dulzura el corazón del déspota Bernardino Rivadavia, para que doblando su orgullosa cerviz al vicario de Jesucristo, se abstenga de trastornar los artículos de la fe, que hemos profesado en el Santo bautismo, y a nosotros danos la constancia que necesitamos para resistir con ímpetu el filosofismo impío y las infamias hereticales contenidas en esos libros de pasta dorada que con aprobación del gobierno se reparten entre los jóvenes de ambos sexos, con el fin de corromper a la provincia de Buenos Aires"...


La Junta de representantes, a fines de 1821, acusándolo de abuso de la libertad de prensa, le prohibió escribir durante cuatro años y en 1822 tuvo que salir de Buenos Aires, y se radicó en Rincón, cerca de la ciudad de Santa Fe, donde continuó su labor periodística con una imprenta abandonada que recompuso y enseñó primeras letras y trabajo manual hasta su muerte en 1832.

Pocas veces se ha empleado tanto ingenio para luchar por medio de la prensa contra un hombre, como el que empleó Castañeda contra Rivadavia. Recuerda el estilo y el vigor de un Rabelais y precede a Sarmiento, el otro gran flagelador de todo y de todos.