Armisticio en Miraflores

Cumpliendo instrucciones de la península, el virrey Pezuela invitó a San Martín a concertar la paz y éste resolvió negociar sin dejar de consolidar por ello su ocupación de la costa ni abandonar los preparativos para las expediciones al interior.


El armisticio

El virrey designó representantes a Hipólito Unanue, al conde Villar de la Fuente y al teniente de navío Dionsio Capaz; San Martín delegó su representación en el coronel José Tomás Guido y en Juan García del Río. Los comisionados se reunieron en Miraflores, al sur de Lima, el 26 de setiembre, y acordaron un armisticio suspendiendo las hostilidades hasta el 4 de octubre para celebrar conferencias de pacificación.

Pezuela propuso que los patriotas reconociesen la constitución de la monarquía española y designasen diputados para negociar en España. El punto fue rechazado porque contrariaba los principios de los países empeñados en la guerra de la independencia. Sugirieron entonces los realistas que el ejército expedicionario regresase a Chile, aceptando la 'situación política de ese país como parte del virreinato, siempre que se comprometiese a enviar diputados a España; no se aumentarían las fuerzas navales y terrestres y se restablecería el comercio chileno peruano.
Los delegados patriotas aceptaron en principio la fórmula, pero las modificaciones que introdujeron equivalían a una contrapropuesta: el repliegue del ejército libertador se haría, no a Chile, sino a la margen oriental del Desaguadero y mantendría en su poder las provincias de Potosí, Cochabamba, Chuquisaca y La Paz, que serían evacuadas por los realistas; las tropas españolas que aún permanecían en el sur de Chile se concentrarían en Chiloé; además el virrey no reforzaría la guarnición de Quito si entretanto Bolívar había entablado negociaciones similares con Morillo.

Indirectamente, los delegados patriotas invitaban al virrey a reconocer la independencia de los países que la hubiesen declarado, respetando los límites que tenían los mismos al estallar la revolución separatista.

Las partes no pudieron ponerse de acuerdo y las conversaciones terminaron el 1 de octubre; pero dejaron las puertas abiertas para continuar las negociaciones y se convino en una entrevista del virrey con San Martín, sugiriendo que en ella podría hallarse una solución definitiva mediante la coronación en América de un príncipe de la casa reinante en España.

Como al respecto no podía decidir el virrey, pues el asunto correspondía al gobierno español, trató de ponerse en contacto con San Martín para buscar una transacción y la suspensión de las hostilidades; el generalísimo eludió reiteradamente ese encuentro. Lo que quería era ganar tiempo para hacer sus preparativos y descubrir la situación de las fuerzas enemigas. En oficio reservado al gobierno de Chile, el 19 de octubre, explicaba su posición:

"El verdadero objeto que tuve en acceder a la invitación del virrey de enviar diputados cerca de él, fue adquirir noticias exactas del estado de Lima, situación del ejército y conocer los límites a que estaba dispuesto a extender sus propuestas el gobierno de Lima en las actuales circunstancias. El espíritu de las instrucciones estaba calculado para frustrar decorosamente toda negociación que no nos proporcionase grandes ventajas y seguridades para el porvenir. ... Estoy satisfecho de haber llenado mis objetos y del celo de mis diputados, don Tomás Guido y el secretario de gobierno Juan García, cuyos servicios han correspondido a mis esperanzas".

Todas las propuestas están inspiradas, incluso la fórmula monárquica, en el deseo de ganar tiempo y encubrir los preparativos para la expedición al interior; San Martín comprendió que Pezuela no se sentía seguro a causa de la efervescencia revolucionaria que se extendía por el país y se condensaba en Lima misma y a causa de la desmoralización que hacía mella en las filas realistas, respaldada por la superioridad de la escuadra patriota.