La rebelión del 8 de octubre

La crisis que se venía gestando como reacción contra el gobierno estalló el día 8 de octubre, una representación popular acusó al gobierno de incapacidad para satisfacer a la opinión pública y de recurrir a la seducción y a la intriga para ganar votos en la asamblea; pedía también la suspensión de la asamblea, pues el pueblo había llegado a la convicción de que el gobierno y la asamblea habían incurrido en el crimen de lesa libertad civil.


El movimiento de la Logia

El movimiento fue obra fundamental de la Logia, que quería ganar posiciones de modo gradual y confiaba en la asamblea para llegar al gobierno legalmente; pero en vista de las maquinaciones de Rivadavia para someterla a sus inspiraciones, y en vista del desconocimiento de diplomas como el de Monteagudo, resolvió precipitar los. acontecimientos. Además, había llegado ya la noticia de la victoria de Belgrano en Tucumán, que había obrado en contra de las instrucciones precisas del gobierno que le ordenaba eludir toda acción decisiva y retirarse a Córdoba; por el momento quedaba contenido así el avance realista.

Monteagudo y Alvarez

Monteagudo y Julián Álvarez acaudillaban a los civiles de la Sociedad patriótica que habían sido convocados

Los preparativos

En las primeras horas del 5 de octubre, las tropas salieron de sus cuarteles y tomaron posiciones en la plaza, instalando la artillería en sus ángulos y frente al Cabildo, donde se celebraba la asamblea. Ortiz de Ocampo, San Martín, Alvear, Manuel Pinto se hallaba al frente de sus soldados.

Rivadavia y Pueyrredón, que advirtieron en seguida el movimiento, se ocultaron; Azcuénaga, gobernador intendente, se encontraba en la plaza; Monteagudo y Julián Álvarez acaudillaban a los civiles de la Sociedad patriótica que habían sido convocados; también se congregaron las gentes que respondían a Paso, opositor con objetivos propios. 

Como en mayo de 1810, el pueblo estaba presente y el pueblo resolvió que se reuniera el Cabildo y los regidores fueron buscados en sus domicilios y conducidos a la sala de acuerdos. Una representación escrita por Monteagudo y firmada en la plaza por los civiles en medio de la confusión, pues por algunos fue considerada excesiva en sus pretensiones, pedía entre otras cosas sanciones para los miembros del Cabildo. La presentación reclamaba la suspensión de la asamblea, la cesación del gobierno y la asunción del mando por el Cabildo, que formaría un poder ejecutivo con personas dignas y convocaría a una asamblea extraordinaria para decidir sobre los grandes negocios públicos pendientes.

Convocatoria al Cabildo

El Cabildo quedó perplejo y no supo qué responder. Llamó a los jefes de las tropas. Ortiz de Ocampo, San Martín, Manuel Pinto, Fernández de la Cruz y Alvear expusieron que eran ajenos a la representación y que las tropas de su mando se hallaban en la plaza con el solo propósito de dar protección a la libre expresión del pueblo; si el Cabildo así lo creía conveniente se retirarían. Por parte de la Logia no se quería dar al movimiento la apariencia de un motín y se dejó a la Sociedad patriótica la misión de suscitar la agitación y la presión contra el gobierno.

La reunión en el Cabildo

El Cabildo invitó a los jefes a participar en la elección o que insinuaran al menos los deseos del pueblo; pero éstos alegaron la conveniencia de evitar toda intervención de las fuerzas armadas y se retiraron después de escuchar la opinión de los cabildantes salientes. La lectura de la representación escrita por Monteagudo ha debido sorprender por sus extremos a San Martín, que probablemente era del todo ajeno a la misma.

Monteagudo y Julián Álvarez acudieron en representación del pueblo y expresaron que los deseos del mismo consistían en una elección hecha por el Cabildo asociado a doce ciudadanos; el Cabildo aceptó ese temperamento.

Hubo agitación en los grupos populares congregados; no todos respondían a las consignas de la Sociedad patriótica; también obraban por su cuenta los partidarios de Juan José Paso. Las discusiones tomaron un cariz de desorden y entonces los jefes militares acudieron al Cabildo sin ser llamados y recomendaron que se cumpliese el procedimiento adoptado, ofreciéndose para garantizar el mantenimiento del orden. Volvió luego Ortiz de Ocampo y exhortó a poner término a las vacilaciones. Y esta vez dio los nombres de Juan José Paso, Rodríguez Peña y Álvarez Jonte, hacia los cuales se inclinaba la opinión general. Apareció nuevamente San Martín y expresó con energía la urgencia de la resolución; algo debió advertir en la plaza para moverle a tomar esa actitud. 

La nueva elección

Las gentes que respondían a Paso se agitaban de una manera llamativa. Se suspendió por dilatoria la reunión conjunta del Cabildo y de la comisión de electores y se procedió a la elección por el Cabildo conjuntamente con el gobernador intendente Azcuénaga.

Realizado el escrutinio de una manera muy primitiva, con rayas y ceros en hojas de papel, se obtuvo este resultado: Juan José Paso, 96 votos a favor y 87 en contra, Rodríguez Peña, 172 votos a favor y 12 en contra; Álvarez Jonte, 147 votos a favor y 35 en contra.