Gobernadores de Río de la Plata

Salvo honrosas excepciones, no fueron los funcionarios enviados por la metrópoli a las colonias modelos de honestidad, de austeridad y de espíritu de justicia y progreso; llegaban a sus cargos, después de los conquistadores, con el afán de un rápido enriquecimiento y para ese fin todos los medios, legales o ilegales, les parecían buenos. 

Los Gobernadores

Se sucedían los gobernadores y se multiplicaban los enconos; muy frecuentemente las rivalidades entre autoridades civiles y. eclesiásticas adquirían formas grotescas. También solían comprarse los cargos públicos mediante elevadas sumas, que los titulares esperaban reponer fácilmente en el ejercicio de las funciones respectivas. El contrabando, una necesidad impuesta por el absurdo sistema de prohibir todo comercio con naves extranjeras e incluso con las nacionales no autorizadas, fue una solución, y los gobernadores lo manejaban en su provecho, dejando sólo las migajas del mismo para los vecinos; de ahí la irritación permanente y las acusaciones en los juicios de residencia.

Diego de Góngora.

Como la mayor parte de los gobernadores de la provincia del Río de la Plata, pertenecía a la orden de Santiago y había nacido en Navarra; desde 1602 a 1612 luchó en Flandes y asistió al sitio y toma de Ostende. Con esos antecedentes militares fue propuesto como primer gobernador de Buenos Aires y llegó a su destino en 1618. Embarcó en Lisboa y entró en contacto con una compañía de contrabandistas con vinculaciones en varios continentes para aprovechar de común acuerdo los negocios que pudiesen hacerse. en el puerto del Plata. En el barco en que hacía el viaje llevaba un contrabando que se calculó en 300.000 ducados, pero al llegar a la bahía de Todos los Santos le alcanzó un navío que le advirtió que se había denunciado en Lisboa la carga que llevaba a bordo, por lo cual hizo desembarcar en Bahía la mercadería valiosa y llegó solo a Buenos Aires en noviembre. Organizó una milicia de 100 vecinos para la defensa de la ciudad y reconstruyó el fuerte casi en ruinas, montando en él 8 cañones. Se establecía el contrabando mediante los os barcos que entraban en puerto en arribada forzosa; eran principalmente portugueses; de los 50 extranjeros que había en la ciudad en 1619, 46 eran de esa nacionalidad y habían entrado sin permiso, dedicándose como función principal al contrabando.
Hubo muchas acusaciones contra el gobernador Góngora, pero éste supo interponer su influencia para paralizar la acción de la justicia; sin embargo, la audiencia de Charcas no pudo seguir sorda a las reclamaciones y designó a su oidor Alonso Pérez de Salazar para que entendiera el en las denuncias hechas. Góngora murió el 21 de mayo de 1623 en Buenos Aires, pero siguió el juicio de residencia y resultó culpable de permitir la llegada de navíos que introducían negros esclavos y cargaban cueros sin licencia; el Consejo de Indias lo condenó en 1631 post mortem, el al pago de 23.000 ducados a deducir de sus bienes; también fue condenado su sucesor interino, Diego Páez de Clavijo, por doce cargos que se le hicieron, al pago de 6.700 ducados. Alonso Pérez de Salazar, que había nacido en Santa Fe de Bogotá, en el Nuevo Reino de Granada, y que había sido designado para instalar la aduana seca de Córdoba en 1623, siendo oidor de la audiencia de Charcas, asumió el mando en Buenos Aires hasta la llegada del sucesor de Góngora.

Francisco de Céspedes.

Fue el segundo gobernador capitán general de Buenos Aires, designado por Felipe IV en abril de 1623; llegó a Buenos Aires acompañado de sus hijos Juan y José en setiembre de 1624. Al llegar a Río de Janeiro tuvo noticias de la presencia de una fuerte escuadra holandesa que se había apoderado de Bahía y que con sus 5.000 hombres pensaba llegar después a Buenos Aires y continuar sus depredaciones por la costa del Pacífico contra Chile y Perú. Llegado a Buenos Aires, notificó los gobernadores del Tucumán y del Paraguay sobre el peligro de la armada holandesa y solicitó el envío de refuerzos. Reedificó el fuerte e hizo cavar trincheras por los vecinos.
El gobierno de Céspedes se distinguió por los enconos que surgieron entre él y el obispo Pedro de Carranza. Los vecinos de Buenos Aires veían mal la ingerencia de los hijos del gobernador en cargos públicos de relieve y sobre todo se sentían quejosos por los obstáculos que ponía Céspedes a los negocios del contrabando. En agosto de 1627 se ordenó la detención de un vecino, Juan de Vergara, alcalde de primer voto, tesorero de la Santa Cruzada y notario del Santo Oficio. El obispo Carranza reclamó el preso y como no fuese escuchado, un día una multitud de clérigos y frailes armados, con el obispo al frente, llegó a la puerta de la prisión en el cabildo, y sacó por la fuerza al preso, a quien se alojó en el palacio episcopal. La opinión del vecindario se dividió y en parte secundó al obispo. El gobernador quiso hacer valer su autoridad y se dispuso a derribar a cañonazos el palacio episcopal, pero Carranza excomulgó al gobernador y a los soldados que le obedeciesen y no pudo cumplir la amenaza. Desde entonces menudearon las incidencias entre el poder civil y el eclesiástico, como en muchas otras ocasiones en el período colonial por causas a veces infantiles de mera preeminencia.
La audiencia de Charcas envió a Diego Martínez de Prado para que entendiese en las denuncias que se hacían contra Céspedes y sus hijos como participantes en negocios ilícitos; Martínez de Prado se hizo eco de las acusaciones de los partidarios del obispo y Céspedes fue recusado; en su lugar se designó como juez inquisidor a Hernandarias, el cual no halló fundamento en las acusaciones y repuso en el mando a Céspedes. Este gobernador se distinguió por su esfuerzo para la pacificación de los charrúas en la Banda Oriental y propuso la formación de una ciudad en Montevideo. A causa de sus buenas relaciones con los indios, el obispo Carranza lo acusó de valerse de los naturales para vaquear y obtener cueros en su provecho particular, actividad en que estarían presentes los hijos del gobernador.

Pedro Esteban Dávila.

Prestó servicios militares en Flandes y en Italia, y desempeñó la gobernación del Río de la Plata desde diciembre de 1631 hasta noviembre de 1637. En su tiempo fue destruida por los indios Concepción del Bermejo y su intento de reconstruirla fue frustrado por los abipones.
Había llegado a Buenos Aires ante la amenaza de un ataque de los holandeses, que se habían establecido en Pernambuco. Reforzó el fuerte, tomó medidas de defensa y persiguió tenazmente las vaquerías procurando restringir el contrabando que se hacía por la costa; se malquistó con parte de los pobladores y vecinos de la ciudad y tuvo encuentros con el licenciado Andrés de León Garabito, a quien remitió a España después de tenerlo engrillado y en prisión.
A su vez, fue acusado de vivir amancebado con varias mujeres, de haber hecho una mala administración y de abusos de poder. Para evitar el juicio de residencia, se fugó a España y elevó un extenso informe al rey sobre las condiciones del vecindario de Buenos Aires Desempeñó ulteriormente altos cargos en el Perú, estuvo mezclado en los conflictos del virrey Luis Enríquez de0.e Guzmán con el tribunal de la Inquisición y murió en 1657 en la sede de su gobierno de Icacota.

Mendo de la Cueva y Benavidez.

Este gobernador tuvo una larga actuación en Flandes, donde integró el consejo de guerra. Llegó a Buenos Aires en 1637 y tuvo enseguida un conflicto con el obispo Cristóbal de Aresti en defensa del patronato real, pues el obispo le pidió que encarcelase a su antecesor, a lo que no se avino, por cuyo, motivo fue excomulgado. El cabildo protestó de la excomunión; el propio deán Funes, al comentar muchos años después esa conducta del obispo Aresti la deplora, pues para una medida tan extrema no había un delito proporcionado. El obispo se negó a levantar la excomunión y denunció a Mendo de la Cueva y Benavídez ante la audiencia de Charcas, logrando que fuese designado un investigador, que fue el gobernador del Tucumán, Francisco de Avedario y Valdivia.
Organizó dentro de sus medios la defensa de Buenos Aires contra las correrías indígenas, reunió a los hombres aptos para la lucha y acumuló pólvora y elementos de guerra.
En su tiempo se despobló la reducción de Santa Lucía de Astor, de los indios caracaes, y fue repoblada después de proporcionar un enérgico castigo a los aborígenes de la región del Iberá. Visitó Santa Fe y promulgó allí ordenanzas sobre encomiendas y sobre el trato y la guerra con los indios. Estando allí preparó una expedición contra los calchaquíes que se habían alzado en rebelión; formó para ese objeto una tropa de 100 españoles, 300 indios amigos y 600 guaraníes de las misiones jesuíticas. Habría podido proceder a una guerra de exterminio, pero desistió; de llevarla a fondo, contentándose con el apaciguamiento logrado y con la erección en 1640 del fuerte de Santa Teresa, cerca de la ciudad. De Buenos Aires pasó a desempeñar el cargo de corregidor di la ciudad de Oruro.
Gobernaron interinamente el Río de la Plata, Francisco de Avedario y Valdivia, a quien sucedió por pocos meses el gobernador titular Ventura Móxica, que llegó a Buenos Aires enfermo y falleció poco después, en enero de 1641.
Le sucedió Andrés de Sandoval, designado por la audiencia de Charcas en marzo de 1641. Era vecino de Potosí y comprendió las codicias que despertaba la región de su mando por su riqueza ganadera y la dificultad que tenía para s. defenderla; pidió refuerzos a las misiones, que no se los pudieron enviar y entregó la gobernación a Jerónimo Luis de Cabrera.

Jerónimo Luis de Cabrera.

Era hijo de Gonzalo Marte y de María Luisa Garay, hija de Juan de Garay, y nieto del fundador de Córdoba. Se casó con Isabel Becerra, hija de Hernandarias de Saavedra. Fue designado gobernador y capitán general interino de Buenos Aires por el virrey del Perú en julio de 1641. Ante el temor de agresión por parte de los portugueses, realizó obras apropiadas en el fuerte para la mejor defensa, reforzó la guarnición de la ciudad y suspendió a los portugueses en el ejercicio de empleos públicos, desterrándolos a 20 y más leguas del puerto, donde los sometió a vigilancia. En Buenos Aires había entonces 108 vecinos portugueses que sumaban con sus familiares unas 370 personas sobre una población total calculada en 1.500 habitantes.
Hallándose en Santa Fe hizo una expedición contra lo charrúas de la Mesopotamia en la que sacrificó a mucho de sus hombres sin ningún resultado práctico.

Jacinto de Lariz.

Fue nombrado gobernador y capitán general del Río de la Plata en 1645, pero no pudo llegar a Buenos Aires después de un rodeo por Perú y Chile hasta mediados de 1646. Era maestre de campo y había actuado muchos años en el Milanesado y en Flandes.
No debió mostrar un carácter conciliador, tuvo desinteligencias con los cabildantes y sobre todo controversias constantes con el obispo fray Cristóbal de la Mancha Velazco, resultantes de la falta de cortesía del gobernador El obispo, sin previa consulta con el gobernador, estableció un seminario local; el gobernador lo clausuró sin previo aviso en julio de 1647, lo que le valió la excomunión episcopal y la acusación de despotismo, de ejecuciones sin defensa de los acusados, etcétera.
Hizo una visita a las misiones jesuíticas para comprobar denuncias sobre la existencia de minas de oro en ellas cuyo rendimiento se ocultaría a las autoridades reales en esa oportunidad pudo comprobar el buen funcionamiento de los pueblos misioneros y la falsedad de las denuncias hechas.
Andando el tiempo se suavizaron las relaciones con el obispo, pero no tardaron en reproducirse las disidencias por nuevos desmanes de Lariz contra los privilegios y fueros de la Iglesia; en 1650 fue excomulgado nuevamente, en cuya oportunidad el gobernador llegó al palacio episcopal para llenar de denuestos a su titular. La audiencia de Charcas pidió al obispo que levantase la excomunión de Lariz y de otras personas más; pero el obispo no era inferior a su contrincante en altivez e intolerancia y el gobernador permaneció excomulgado; también excomulgó a los vecinos que no fuesen a escuchar sus sermones dominicales en la iglesia de Santo Domingo.
Lariz cometió abusos y fue motivo de turbulencias ruidosas; participó en los negocios de contrabando; obstruyó las reuniones del cabildo y persiguió a los oficiales reales que lo denunciaron a la audiencia de Charcas. Su sucesor, Pedro Baigorri Ruiz, le tomó el juicio de residencia y lo condenó al pago de una fuerte multa, y a la confiscación de sus bienes mal habidos. Se le ha juzgado propiamente como un demente que hizo de su gobierno una tiranía sin control. Enrique Peña escribió un libro con este título: Don Jacinto Lariz, turbulencias de su gobierno en el Río de la Plata. Parece probada su connivencia con los mamelucos y su apoyo a las invasiones depredadoras contra las reducciones indígenas.

Pedro Baigorri Ruiz.

Natural de Estella, Navarra, ascendió a maestre de campo por sus campañas en Flandes. Se hizo cargo del gobierno del Río de la Plata en febrero de 1653 y mereció el favor del vecindario por la independencia que mostró en el juicio de residencia contra el antecesor Jacinto Lariz. En su tiempo, en 1658, tres navíos franceses, al mando de Timoleón de Osmat, pusieron en sitio a Buenos Aires y fueron obligados a abandonar el río de la Plata después de una acción naval en que fue capturada una de las naves sitiadoras. Defendió la ciudad de Santa Fe de un vasto alzamiento de los calchaquíes, sirviéndose de una tropa de 600 guaraníes mandados por cuarenta oficiales españoles. Se le acusó de haber practicado  y consentido el comercio clandestino y se comprobó que durante su mandato entraron en el puerto 27 navíos dedicados al contrabando. Fue destituido, embargada su hacienda y encarcelado, terminando su período de gobierno en 1660. El Consejo de Indias aprobó su conducta. 

Alonso Mercado y Villacorta.

Era maestre de campo y había desempeñado un papel distinguido en la guerra de Cataluña, después de haber realizado estudios en la ciudad de Salamanca. En 1655 se hizo cargo de la gobernación del Tucumán, para la cual había sido designado, y hallándose en ese cargo fue nombrado gobernador y capitán general del Río de la Plata; como entretanto se produjo la rebelión calchaquí encabezada por Pedro de Bohorquez, no asumió el mando en Buenos Aires hasta 1660. Debió haber tenido un carácter agrio, pues tuvo pronto divergencias con las autoridades eclesiásticas y con los funcionarios civiles. Aconsejó al cabildo de Buenos Aires que solicitase al rey autorización para comerciar con dos navíos anuales; mientras llegaba la respuesta a ese pedido, decidió permitir la entrada de algunas naves holandesas que entregaban sus mercaderías y negros esclavos a cambio de frutos de la tierra.
La decisión, que tanto interesaba a los vecinos de Buenos Aires, fue anulada por las autoridades españolas. En 1659 los indios comenzaron a merodear por las estancias próximas al río Saladillo y mataron a varios traficantes de ganado que se dirigían a Córdoba. En su tiempo se realizó el traslado de la ciudad de Santa Fe al lugar que ocupa actualmente, para lo cual se valió de los indios de las misiones jesuíticas.
En el juicio de residencia, se le formularon siete cargos, fue apresado y absuelto, pasando a ocupar nuevamente las funciones de gobernador del Tucumán con la misión de pacificar por todos los medios a los belicosos calchaquíes, tarea que inició a fines de 1664. Fue entonces cuando hizo salir de sus lugares habituales a once mil calchaquíes y los repartió con sus familias en diversas ciudades; parte de ellos fueron remitidos a Buenos Aires y empleados en servicios públicos mediante un pequeño jornal. Entregó el mando del Tucumán a su sucesor en junio de 1670. Murió en Panamá en 1681.

Juan Martínez de Salazar

Maestre de campo, con más de cuarenta años de servicios militares, fue designado gobernador del Río de la Plata y presidente de la audiencia que se había instalado en 1661. Asumió el mando en julio de 1663 y al mes siguiente entró a funcionar la Audiencia para reprimir el contrabando que se hacía valiéndose de las naves de supuesta arribada forzosa. El nuevo gobernador se ocupó de poner el puerto en estado de defensa; hizo una total reconstrucción del fuerte con el auxilio de los indios enviados por las misiones y elevó la guarnición a 300 plazas.
Pidió reiteradamente al rey que se abriese el puerto al comercio, sin lo cual no se podía evitar el atraso y la pobreza de los pobladores de Buenos Aires y explicó las razones por las cuales se ejercía el contrabando; el Consejo de Indias, presionado por los mercaderes de Lima y por el Consulado de Sevilla, desoyó los reclamos de Martínez de Salazar y de otros antes y después de él. Por consiguiente, restringió en cuanto pudo el comercio clandestino y con ello quedó en pie el malestar y el empobrecimiento de los pobladores.
Castigó con energía el tráfico que hacían los charrúas con los prisioneros que tomaban en sus correrías y que vendían luego a los españoles a cambio de armas, caballos, caña, vino, etcétera.
Durante su gobierno se hizo el primer censo de los indios encomendados en las tres ciudades de su gobernación. Como vio la intención de los portugueses de establecerse en la Banda Oriental, tomó las medidas pertinentes para impedirlo, pero al mismo tiempo pidió al rey que se autorizase un cierto comercio con los portugueses de Río de Janeiro, no siendo escuchado.
Hacia 1666 quedó establecida la reducción de Santa Cruz de los Quilmes, con los indios que envió a Buenos Aires Alonso Mercado y Villacorta, en el lugar que hoy ocupa la ciudad de Quilmes. Terminó su mandato en 1674 con el respeto y la estimación del vecindario y de los indios.

Andrés de Robles

Con un importante activo en las campañas de Flandes y en la frontera de Portugal, fue designado gobernador del Río de la Plata y desempeñó el cargo desde 1674 a 1678.
Llegado a Buenos Aires, prosiguió las obras de defensa del puerto y aumentó la guarnición de la ciudad a 600 hombres. Ayudó además con armas de fuego a las misiones jesuíticas para que se defendieran contra los bandeirantes paulistas que constituían una amenaza contra ellas.
 Tuvo entredichos con los dominicos, que realizaban negocios clandestinos y tropezaron con la vigilancia del gobernador; uno de los frailes pronunció un sermón contra el gobernador que trababa sus operaciones nada religiosas. Fue acusado a España y de allí vino la orden de suspenderle en el empleo, de embargar sus bienes y de volver a la península a justificarse.
En su período hizo levantar el censo de los vecinos encomenderos de las tres ciudades de su gobierno; mejoró el funcionamiento de las reducciones existentes y estableció tres de ellas, de indios pampas y serranos, cerca de la laguna Aguirre, y junto a los ríos Luján y Areco. Defendió a los indios contra los encomenderos y quiso limitar sus abusos, y muchas de las acusaciones que se le hicieron tenían ese origen. Sometido a juicio de residencia al terminar su mandato, pudo levantar plenamente los cargos.

José de Garro

Nacido en Mondragón, Guipúzcoa, tuvo un pasado de acción militar. En 1674 llegó a América para hacerse cargo de la gobernación del Tucumán y se hallaba al frente de la misma cuando fue designado, en 1678, gobernador del Río de la Plata por el virrey de Lima, en sustitución de Andrés de Robles. Delegó el mando del Tucumán en Juan Díaz Andino.
Al tener noticia de que los portugueses se habían establecido en la Colonia del Sacramento, frente a las islas de San Gabriel, dispuso una expedición al mando de Antonio Vera Muxica, que logró expulsar a los invasores en agosto de 1680, aunque en virtud del tratado provisional de mayo de 1681, firmado en Lisboa, España devolvió a Portugal la plaza disputada, con lo que se desautorizaba la conducta de Garro. No obstante, ello, fue designado gobernador de Chile y partió para su destino en febrero de 1682, donde tuvo durante diez arios una actividad incesante y constructiva. Murió en San Sebastián en 1702.
Sucedió a Garro interinamente José de Herrera y Sotomayor, cabo y gobernador del fuerte, cuyo gobierno fue tranquilo, sin incidencias, fuera de las expediciones de castigo contra los pampas y serranos. También Herrera y Sotomayor tenía una larga actuación en las campañas de Flandes, Extremadura y Cataluña.

Agustín de Robles

Con un pasado militar en Flandes, en Extremadura y en otros campos de lucha, era maestre de campo y general de artillería cuando fue designado para suceder a José de Garro. Llegó a Buenos Aires en 1691. Una de sus preocupaciones fue cortar los abusos y pretensiones de los portugueses establecidos en la Colonia del Sacramento; también dedicó atención a la reparación y acondicionamiento del fuerte de Buenos Aires. Ante los rumores de un ataque de los portugueses, en 1698, llamó a 2.000 indios de las misiones, pero la paz de Rysswick, firmada en setiembre de 1697, puso fin a esa amenaza, como también a la amenaza de armadas francesas. Terminó su mandato sin dejar entre los vecinos de Buenos Aires la huella del descontento.
En su período de gobierno dictó algunas disposiciones para restringir la matanza en escala mayor de ganado vacuno cimarrón, pues su abuso podía causar una extinción del mismo. Fue este gobernador el que construyó cerca de lo que hoy es plaza San Martín, en Buenos Aires, una quinta llamada El Retiro, donde permaneció mientras se sustanciaba el juicio de residencia a que debían someterse todos los gobernadores al terminar su gobierno. Vuelto a España, tomó parte en el sitio de Gibraltar, fue gobernador de Cádiz y capitán general de Vizcaya.

Manuel de Prado y Maldonado.

Fue designado gobernador del Río de la Plata en enero de 1698, pero no pudo tomar posesión del cargo hasta febrero de 1700. Con la ayuda de 2.000 guaraníes de las misiones, militarmente adiestrados, ordenó una expedición contra los guenoas, aliados de los portugueses de Colonia del Sacramento; en un combate de cinco días, los guenoas sufrieron muchas bajas y dejaron prisioneros a sus mujeres e hijos en poder de sus enemigos. Por el tratado de junio de 1701 los portugueses lograron que España les cediera la margen izquierda del estuario del Plata, desde la desembocadura del río Uruguay hasta el Atlántico, y se dispusieron a levantar fortalezas en Colonia, Montevideo y Maldonado. En su tiempo se aproximó a Buenos Aires una escuadra danesa, pero desistió del ataque al comprobar que las defensas de la ciudad estaban preparadas para resistir. Prado y Maldonado fue trasladado a Oruro y el gobierno pasó a Valdés e Inclán.

Alonso Juan de Valdés e Inclán.

Fue designado en mayo de 1701 gobernador del Río de la Plata, por sus antecedentes militares en la propia región de Buenos Aires, y se hizo cargo de sus funciones en julio de 1702. Fortaleció la guarnición de Buenos Aires hasta 850 hombres ante el temor de ataques por parte de Inglaterra y de Holanda, como la alianza de España y Portugal quedó rota, era probable que se produjese algún ataque o invasión de los portugueses.
Cuando Felipe V declaró la guerra a Portugal, Valdés e Inclán organizó un cuerpo expedicionario en el que figuraban 4.000 indios de las misiones, con milicias de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes; puso esa fuerza a las órdenes de Baltasar García Ros e inició el asedio a Colonia del Sacramento, cuya guarnición y cuyos vecinos abandonaron la plaza en marzo de 1705 y embarcaron en cuatro navíos enviados en su auxilio desde Río de Janeiro. Las tropas de Valdés e Inclán, quien asistió personalmente al desarrollo de las operaciones, entraron en Colonia unas horas después de haber sido abandonada. Dispuso, entonces, la demolición de la fortaleza y el traslado a Buenos Aires del material de guerra que había quedado abandonado.

Manuel de Velasco y Tejada.

Había nacido en Sevilla y poseía el título de almirante, habiendo actuado como general de galeones. Compró el cargo de gobernador del Río de la Plata mediante un obsequio al rey de 3.000 pesos; se le nombró en febrero de 1707 y asumió el mando en febrero de 1708. Su gobierno y sus desmanes tendían a resarcirse de los gastos hechos para obtener el puesto; entró en toda clase de negocios clandestinos y de exacciones; comenzó por exigir una fuerte suma al capitán de la nave que lo transportó desde el puerto de La Rochela para desembarcar las mercaderías, que traía a bordo; el hecho abusivo fue denunciado por el capitán extorsionado.
El Consejo de Indias envió un juez pesquisidor, Juan José de Mutiloa, que desembarcó secretamente en Buenos Aires en marzo de 1712, apresó al gobernador, le secuestró todos sus bienes y lo envió a España, donde se le aplicó una fuerte multa.
Durante su gobierno puso fin a la guerra de los indios guenoas y knandó contingentes de tropas contra los indios del Chaco y de Santa Fe. Le sucedió interinamente Juan José de Mutiloa, oidor de la audiencia de Sevilla; el mando militar de la plaza quedó a cargo de Manuel de Barranco y Zapiain.

Alonso de Arce y Soria

Había nacido en Cuenca y ofreció al rey, por el cargo de gobernador del Río de la Plata, 18.000 pesos, de los cuales entregó 12.000 en España. Llegó a Buenos Aires en 1712, pero Juan José de Mutiloa le ordenó que saliese del distrito y tuvo que trasladarse a Mendoza hasta que se cumpliesen los cinco arios por los cuales se había concedido el mando a Velasco y Tejada, al cual debía suceder.
 Asumió por fin el mando en mayo de 1714, pero no por mucho tiempo, pues falleció cinco meses después, dejando a su mujer e hijos en la miseria. Su muerte dejó una situación confusa, pues varios candidatos aspiraban a la sucesión interina: el alcalde de primer voto, Manuel Barrancos, y José Bermúdez de Castro.
Finalmente, la audiencia de Charcas se pronunció a favor de José Bermúdez de Castro en carácter de gobernador interino hasta la llegada del sucesor, el marqués de Salinas, que había comprado el cargo en las mismas condiciones que Arce y Soria y por la misma suma; el marqués no llegó a Buenos Aires y fue entonces cuando se creó el cargo de teniente del rey, con atribuciones para asumir el mando en todos los casos de acefalía.

Baltasar García Ros

Había nacido en Valtierra, Navarra, y tuvo una activa participación en las campañas de Italia; llegó a Buenos Aires en 1701 y fue sargento mayor en el presidio. Cuando Pedro II de Portugal declaró la guerra a España, en 1704, tomó el mando de la expedición ordenada por Valdés e Inclán y desalojó a los portugueses de Colonia del Sacramento. En 1706 fue designado por el virrey de Lima gobernador del Paraguay y en 1715 se le destinó para ejercer el mismo cargo en el Río de la Plata. El 7 de febrero de 1715 se firmó el tratado de Utrecht, por el cual España se comprometía a devolver a Portugal la Colonia del Sacramento.
García Ros llamó la atención de Felipe V sobre esa decisión y los inconvenientes que acarrearía, pero no fue escuchado y tuvo que hacer entrega de Colonia el 4 de noviembre de 1716 al gobernador portugués. En 1715, apenas se hizo cargo de sus funciones, realizó una campaña enérgica contra los charrúas, yaros y bohanes en defensa de los indios guaraníes de las misiones jesuíticas. Gobernó hasta julio de 1717. En 1723 fue enviado al Paraguay para aplacar el alzamiento de los comuneros, pero fue vencido por Antequera en el combate de Tebicuary. Volvió a ser gobernador del Río de la Plata interinamente en 1737 y falleció en Buenos Aires el 18 de enero de 1740.

Bruno de Zabala.

Después de un breve interinato de Manuel del Barranco y Zapiain, asumió el mando el nuevo gobernador Bruno de Zabala. Había nacido en Durango en 1682; inició su carrera militar en Flandes, estuvo en 1707 en los sitios de Gibraltar y de Lérida; perdió un brazo en este último; se distinguió en otras acciones de guerra y cayó prisionero en la batalla de Zaragoza. Felipe V lo nombró en 1716 gobernador del Río de la Plata y asumió el cargo al año siguiente. Casi veinte años se mantuvo en el puesto.
Combatió el contrabando, hizo frente a los navíos franceses que operaban en el Rio de la Plata y les tomó mucho material de guerra; en 1717 hizo desalojar la costa de Maldonado, que había ocupado una flotilla francesa al mando de Etienne Moreau. En 1723 los portugueses de Colonia del Sacramento se establecieron en Montevideo; Zabala intimó el desalojo del lugar y como no fuese atendido organizó una expedición que, al acercarse a Montevideo, en enero de 1724, forzó el reembarque a toda prisa de los portugueses. Determinó entonces edificar un fuerte que defendiese la plaza, bajo la dirección del ingeniero Domingo Petrarca, y dejó allí 10 cañones y 1.000 indios tapes al mando de Francisco de Lemos. Fue así fundador de Montevideo.
Activó igualmente obras de reedificación del fuerte de Buenos Aires y fortaleció su guarnición; apoyó con algunas fuerzas la defensa de Santa Fe contra los desmanes de los abipones, mocovíes y guaycurúes. En 1725 y en 1735, después de haber cesado en el cargo, actuó en el Paraguay con el propósito de pacificar la rebelión encabezada por José de Antequera, que defendía con las armas el derecho Je los municipios o cabildos a elegir los mandatarios. Hizo un gobierno honesto y fue elogiado por el cabildo de Buenos Aires en carta al rey. Murió en Santa Fe el 31 de enero de 1736 cuando se hallaba en viaje a Chile para hacerse cargo del nuevo destino de capitán general; sus restos fueron sepultados en la catedral de Buenos Aires.

Miguel de Salcedo y Sierraalta.

Gobernador y capitán general del Río de la Plata, había nacido en Castro Urdiales, Santander, en 1689; se hizo cargo de sus funciones en Buenos Aires en marzo de 1734, y llegó con órdenes de contener a los portugueses en Colonia del Sacramento; pero como no cesaran sus extralimitaciones, el gobierno de Madrid autorizó a Salcedo para expulsarlos del lugar. Inició las hostilidades en junio de 1735 y meses después puso cerco a la plaza con 1.000 soldados españoles y 4.000 indios de las misiones y procuró también establecer el asedio por agua; a los 22 meses de esas operaciones se produjo un armisticio mediante el tratado de París, de marzo de 1737, y por una de las cláusulas Colonia quedó en manos de los portugueses, que fortificaron la plaza y se hicieron fuertes en Río Grande y el Chuy. Salcedo fue suspendido en su empleo en setiembre de 1738, a causa del poco éxito de las operaciones, pero conservó el mando hasta la llegada de su sucesor.
En vista del peligro portugues, se decretó en España en abril de 1736 que fuesen expulsados los extranjeros radicados en Buenos Aires; quedaron sólo los casados y avecindados tierra adentro y los artesanos, en cuyo favor intervino el cabildo. Combatió el gobernador el tráfico del contrabando, una de cuyas bases estaba en Colonia del Sacramento, pero con un éxito relativo solamente, aunque llegó a aplicar la pena de muerte a los convictos y confesos de contrabando en gran escala. 

En su tiempo se estableció la reducción de indios pampas de la Concepción, a varios kilómetros de la desembocadura del Salado, pero tampoco obtuvo mayores triunfos en ese intento de evangelización de las tribus nómades.

Domingo Ortiz de Rozas

Sucedió a Miguel de Salcedo en la gobernación del Río de la Plata en junio de 1742; había nacido en la provincia de Burgos en 1683. Hizo reparar el fuerte de Buenos Aires y activó las defensas de Montevideo; mientras tanto los portugueses aceleraban la fortificación de Colonia del Sacramento y tomaban posesión de nuevos puntos estratégicos, sin dejar de fomentar el comercio de contrabando.
Levantó Ortiz de Rozas en 1744 el censo de los habitantes de la ciudad y la campaña de Buenos Aires, que dio un total de 16.091 almas entre blancos, indios, negros y otras castas; en la ciudad vivían 10.056; el resto se hallaba disperso en la campaña. Antes de cumplir su período fue trasladado como gobernador y presidente del reino de Chile, en 1746, donde realizó una labor encomiable. Murió en 1756 cuando se disponía a regresar a España.
Un sobrino del gobernador del Río de la Plata, del mismo nombre, nacido en Sevilla en 1721 y muerto en Buenos Aires en 1785, fue el padre de León Ortiz de Rozas, progenitor de Juan Manuel de Rosas.

José de Andonaegui.

El reemplazante de Ortiz de Rozas nació en Marquina, Vizcaya, en 1685, y tenía una larga carrera militar tras sí; asistió al sitio de Orán, donde fue tomado prisionero por tres arios; intervino en las campañas de Sicilia y cuando ejercía la gobernación del Río de la Plata ascendió al grado de mariscal de campo. Asumió el mando en Buenos Aires en noviembre de 1745 y fue uno de los gobernantes de mayor respeto en esta gobernación. Comprobada la situación de las defensas, pidió refuerzos para el fuerte, armamentos y vestuario para los soldados; fomentó la fortificación de Montevideo y combatió en lo posible el contrabando, pero comprendió que esa tarea no era fácil, por la complicidad que en el mismo tenían los encargados de reprimirlo y porque además el vecindario lo apoyaba por necesidad y por interés.
Favoreció el viaje a la Patagonia de los jesuitas José Quiroga, José Cardiel y Matías Strobel por vía marítima en 1745. Esos misioneros fundaron en 1747 las reducciones de Nuestra Señora del Pilar, cerca de Mar del Plata, y la de Nuestra Señora de los Desamparados, con resultados relativos solamente, pues pronto comenzó la dispersión. de los indios reducidos. En su tiempo fueron erigidos en villas los curatos de San Antonio del Camino, la actual Merlo, y Luján.
En 1752 creó el cuerpo de blandengues para contener las incursiones indígenas e hizo levantar y guarnecer los fortines de Luján, Salto y el Zanjón. El primer puente tendido en el Río de la Plata fue el que hizo construir Andonaegui sobre el río Luján. También comenzó a funcionar en el curso de su gobierno el correo terrestre con Potosí y el gobierno de Chile, y estableció el gobierno político y militar de Montevideo, subordinado al de Buenos Aires; al frente del mismo fue designado en 1751 Joaquín de Viana.
Por un convenio celebrado entre España y Portugal, la segunda cedía a la primera la Colonia del Sacramento, a cambio de los siete pueblos de las misiones jesuíticas ins-talados al este del río Uruguay; la ejecución de ese convenio dio origen a la llamada guerra guaranítica, sublevación de los naturales que terminó con su derrota en 1756 y en el curso de la cual habrían muerto unos 1.500 indios de armas.

Pedro de Cevallos

Sucedió a Andonaegui en 1756. Había nacido en Cádiz en 1715 y adquirió fama en las guerras de Italia. Traía orden de poner en práctica la cesión de los siete pueblos de las misiones al oriente del río Uruguay, y a poco de llegar a Buenos Aires salió en busca de Andonaegui, que se hallaba en los pueblos que habían de cederse a Portugal. Las operaciones de traspaso fueron dilatadas por los portugueses, que aprovechaban cualquier oportunidad para invadir nuevos territorios, mientras seguían intensificando el contrabando desde Colonia del Sacramento.
Para afrontar los acontecimientos, pidió Cevallos refuerzos en hombres y material de guerra; pero entretanto llegó al trono de España Carlos III, rey de Nápoles, y una de sus primeras decisiones fue pedir la anulación del tratado de 1750, en torno al cual habían surgido numerosas protestas y quejas. Los portugueses debían retirarse a los lugares que ocupaban antes de la firma de aquel tratado, pero se resistían pasivamente a cumplir la exigencia y la guerra se volvía inevitable.
Cevallos pasó casi todo el tiempo en los pueblos de las misiones y en su ausencia gobernaron en su nombre en Buenos Aires, primero Alonso de la Vega, luego Marcos de Larrazábal y Diego de Salas.
Para reforzar su posición, Carlos III firmó con Luis XV el pacto de familia a fin de contrarrestar la política de Inglaterra y de su aliado Portugal. En octubre de 1762, siguiendo órdenes recibidas de España, puso cerco a Colonia del Sacramento y en el curso de un mes de operaciones forzó la capitulación de los defensores. Al ario siguiente, una escuadra anglo-lusitana atacó a Colonia, pero fue rechazada por los defensores. Por el tratado de febrero de 1764, España reintegró nuevamente a Portugal la plaza disputada, en momentos en que Cevallos rendía las fortalezas de Santa Teresa, San Miguel y Río Grande, dominando así toda la región de la laguna de los Patos. Esa actitud le hizo pedir reiteradamente el relevo y le fue concedido finalmente en febrero de 1766. En su gestión como gobernante solicitó a la corte la libertad de comercio para los españoles residentes en el Río de la Plata. Apoyó la fundación del Colegio de San Carlos, mejoró el servicio de correos y dio pruebas de una visión constructiva.

Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa.

El sucesor de Pedro de Cevallos había nacido en Sevilla y llegó a Buenos Aires en 1766; había sido virrey de Mallorca y ya desde entonces se manifestó hostil a los jesuitas. Combatió el comercio clandestino con Colonia del Sacramento; fue descrito como de carácter violento, desconfiado, y no tardó en malquistarse con el vecindario de Buenos Aires. Se le encomendó cumplimentar la orden de Carlos III, del 27 de febrero de 1767, relativa a la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles, siguiendo el ejemplo de lo hecho en Francia y en Portugal. Impartió la orden para que la expulsión se hiciese efectiva en los primeros días de julio. El mismo partió hacia las misiones en mayo de 1768. Se le acusó de robos, abusos de toda especie, extra-limitaciones en el ejercicio del poder.

En el orden internacional los portugueses seguían ocupando nuevos territorios; los ingleses invadieron Puerto Egmont, en las Malvinas, de donde fueron expulsados el 10 de julio de 1770 por una escuadra que había preparado Bucarelli, aunque su acción fue luego desautorizada.

En su período fue inaugurado el correo marítimo entre La Coruña y el Río de la Plata.

Juan José Vértiz y Salcedo.

Sucedió a Bucarelli en setiembre de 1770. Había nacido en Mérida del Yucatán en julio de 1719. Fue el último gobernador del Río de la Plata, pues en 1777 se estableció el Virreinato. Destinado a. la carrera de las armas, hizo las campañas de Italia y Portugal y perfeccionó sus estudios militares en Alemania; designado en 1768 segundo inspector general de las tropas del Río de la Plata, ocupó el cargo de gobernador interino cuando Bucarelli volvió a España antes de terminar su mandato.
Se dispuso a contrarrestar los avances portugueses y salió a campaña en la Banda Oriental; pero aunque recibió algunos refuerzos, sus efectivos fueron desalojados del fuerte de Santa Tecla y del Río Grande de San Pedro. Esas derrotas fueron la causa de la organización de una poderosa expedición al mando de Pedro de Cevallos. Vértiz persiguió el contrabando, siguiendo las ordenanzas estrietas del Consejo de Indias; favoreció la instalación del teatro de la Ranchería en Buenos Aires; creó los comisarios de barrio; fundó escuelas de primeras letras y de latinidad después de estudios superiores, y se le debió igualmente el Hospital de Mujeres. Hizo entrega del mando a Cevallos en Montevideo en abril de 1777.