Supresión de los honores al presidente de la Junta

Pero lo que colmó la medida de muchos militares saavedristas fue el decreto del 6 de diciembre contra el ceremonial, reminiscencia del pasado colonial, que derogó las disposiciones del 28 de mayo, que daban al presidente de la Junta los mismos honores rendidos al virrey.

El decreto de Moreno

El decreto del 6 de diciembre fue redactado personalmente por Moreno, a quien se había negado la noche anterior acceso a una fiesta dada en el cuartel de patricios para homenajear a Saavedra. Moreno había redactado ya muchas resoluciones y comu-nicaciones a cabildos, a funcionarios y a autoridades militares declarando la guerra a todas las etiquetas, preeminencias, ceremoniales, etcétera.

Saavedra se sintió profundamente ofendido y expresa su rencor, por ejemplo, en su carta a Chiclana el 15 de enero de 1811 y todavía en las instrucciones a su apoderado en 1814. En el banquete del cuartel de Patricios, según testimonio del deán Funes, "un oficial del mismo cuerpo, que sin duda estaba borracho, echó un saludo a Saavedra, como primer rey de América. Este saludo ofendió a muchos y de aquí resultó que al día siguiente se tratase en la Junta de rebajarle a dicho Saavedra todos los honores de que estaba en posesión como veráse en la Gazeta".

Los oficiales y soldados del cuerpo de patricios tomaron las disposiciones del decreto como una ofensa a su cuerpo y se comenzó a pedir públicamente que los diputados de provincias entrasen a formar parte del gobierno, para contrarrestar así a Mariano Moreno. El propio Saavedra confesó que puso su firma al pie del decreto de supresión de honores para descubrir el inicuo modo de pensar de Moreno y aprovechar la reacción que se produciría en su favor.

Saaverdra y Moreno

Un episodio aumentó la desconfianza entre ambos bandos: durante un banquete en el cuartel de los Patricios el 5 de diciembre de 1810 donde se festejaba la victoria de Suipacha, un oficial elogió en forma exagerada a Saavedra e incluso Un episodio aumentó la desconfianza entre ambos bandos: durante un banquete en el cuartel de los Patricios el 5 de diciembre de 1810 donde se festejaba la victoria de Suipacha, un oficial elogió en forma exagerada a Saavedra e incluso lo llamó emperador. Siguiendo la broma, alguien arranca de un pastel una corona de azúcar y se la ofrece a la esposa de Saavedra, esta se la pasa a su marido y este la devuelve. Moreno que se había quedado trabajando hasta tarde intenta sumarse a la fiesta, no se identifica y el centinela le impide entrar.  Enterado y con sangre en el ojo por la actitud del centinela Moreno redactó el Decreto de Supresión de Honores, el 6 de mayo de 1810, que disponía la igualdad de todos los miembros de la junta y donde Moreno escribió su célebre frase: Ningún ciudadano, ni ebrio, ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su país. 


Que el decreto no fue del agrado de Saavedra es evidente; era inclinado al boato y más aún su mujer; adquirió los muebles del virrey Hidalgo de Cisneros para estar a tono con su alto cargo. Por lo demás no gozaba de fama como hombre desprendido, a pesar de que disfrutaba de un sueldo anual de 8.000 pesos, mientras los otros miembros de la Junta tenían solamente 3.000. Entregó cincuenta pesos para la expedición al interior en contraste con las 6 onzas de Moreno, las 6 de Posadas y dos créditos, uno de 490 y otro de 990 pesos, los 500 pesos de Azcuénaga, etc. Belgrano, Larrea y Matheu renunciaron al goce de los sueldos que les correspondían.

También la supresión de la función que ejercía como comandante de armas desde la constitución de la Junta fue motivo de fricción.

En cuanto a las ideas y la conducta democráticas de Moreno, están fuera de discusión y de la sombra misma de una duda.

Los descontentos y los opositores al morenismo aprovecharon la reacción de algunos sectores en favor de Saavedra como respuesta al decreto suprimiendo los honores que se le rendían para imponer la incorporación de los diputados de, las provincias a la Junta, para trabar el predominio de Moreno en ella. 

Los diputados habían actuado hasta allí como meros gestores en los asuntos que se referían a sus respectivas provincias. La incorporación, por otra parte, significaba la postergación del congreso general y del avance hacia una estructura constitucional.