Abuelas de Plaza de Mayo

Las Abuelas de Plaza de Mayo es una organización que, desde el año 1977, tiene como objetivo principal localizar a todos los niños apropiados durante la dictadura militar y restituirles su verdadera identidad, exigiendo a la vez el castigo a todos los responsables para que la historia no vuelva a repetirse.

Los inicios

El 30 de abril de 1977 comenzaron a marchar cada jueves alrededor de la Pirámide de Mayo, en la plaza del mismo nombre, situada frente a la casa de gobierno. Inicialmente se reconocían entre sí llevando un pequeño clavo; luego las mujeres decidieron cubrirse el cabello con un pañal de tela blanco.15​ El grupo recibió rápidamente el nombre de Madres de Plaza de Mayo y por su sola presencia comenzó a ejercer presión nacional e internacional con el objeto de conocer el destino de las personas que desaparecían en la Argentina.

Casi al mismo tiempo, el 15 de mayo, María Eugenia Casinelli (consuegra del poeta Juan Gelman) y otras once abuelas firmaban un hábeas corpus colectivo en forma de carta, dirigida a la justicia de Morón, en el que hacían saber la existencia de bebés desaparecidos y solicitaban que se suspendiesen todas las adopciones. La carta ha sido considerada documento histórico y antecedente inmediato de la constitución de las Abuelas de Plaza de Mayo a fines de ese año. Un fragmento de la misma dice:

[...] los bebés de nuestros hijos desaparecidos o muertos en estos últimos dos años. Algunas de estas criaturas han nacido de sus madres en cautiverio. Otra fue sacada de su hogar, que fue destruido. Hasta ahora todos nuestros esfuerzos han sido vanos. Las criaturas no han sido reintegradas a sus hogares, a sus familias. No sabemos ya qué hacer... Últimamente ha llegado a nuestro conocimiento que algunos abuelos han podido localizar a sus nietos en tribunales de menores o por su intermedio. Por eso nos permitimos rogarle quiera tener a bien interesarse en la lista de bebés desaparecidos que adjuntamos, por si ustedes tuvieran noticias de alguno de ellos.

En septiembre de 1977 Alicia Licha Zubasnabar comenzó a asistir junto con su esposo y Hebe de Bonafini a las rondas de las Madres de Plaza de Mayo, buscando a un hijo, una hija embarazada, su nuera y su yerno.18​ Al mismo tiempo, otra madre-abuela, Chicha Chorobik de Mariani , había comenzado a buscar a otras madres de desaparecidos que, como ella, tuvieran también nietos pequeños desaparecidos. Mariani había sido impulsada a agruparse con otras abuelas por Lidia Pegenaute, una abogada que se desempeñaba como asesora de menores en los tribunales de La Plata y que le entregó la dirección de Licha Zubasnabar para que fuera a verla.​ La Dra. Peganaute, fue uno de los casos excepcionales de funcionarios del poder judicial, que colaboraron genuinamente con los familiares de desaparecidos.20​ En los últimos meses del año, Chicha Mariani fue a buscar a Licha Zubasnabar a su casa de La Plata:

El día que conocí a Alicia ella estaba con un salto de cama rosado y ordenaba su casa. Empezamos a charlar y perdimos la noción del tiempo. Ese día empecé a descubrir lo que realmente estaba pasando y a entender que la búsqueda debía hacerse de otra manera, que no había un solo niño desaparecido sino por lo menos dos. Y si había dos, ¿cuántos más podrían ser? Por primera vez tuve la horrorosa sensación de que no encontrábamos a los niños porque no nos los querían entregar. Chicha Mariani​

Ese día Licha Zubasnabar invitó a Chicha Mariani a sumarse a la acción que las Madres de Plaza de Mayo estaban preparando con motivo de la visita a la Argentina del Secretario de Estado de los Estados Unidos Cyrus Vance.
Simultáneamente, Licha Zubasnabar comenzó a preguntar, entre las Madres de Plaza de Mayo, quienes buscaban también nietos, para comenzar a una acción conjunta destinada a recuperarlos. El 21 de octubre las Madres de Plaza de Mayo irrumpieron en la ceremonia oficial para entregarle al alto funcionario estadounidense, cada una un resumen de sus hijos y nietos desaparecidos. Fue la primera vez que estuvieron juntas las doce abuelas consideradas fundadoras.

Licha (Alicia Zubasnabar de De la Cuadra) buscó a las otras abuelas que ya conocía de la Plaza de Mayo, nos reunimos y decidimos empezar a trabajar juntas. Éramos 12 en ese momento. A mi me asombró verlas con tanta serenidad; yo era un guiñapo, un llanto continuo, las veía a ellas tan serenas y decía ’tengo que ser como ellas’. Primero nos dimos a conocer como «Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos». Pero fuimos creciendo, la gente empezó a conocernos y a llamarnos las "Abuelas de Plaza de Mayo". Chicha Mariani

Abuelas de plaza de mayo

Al poco tiempo de desatada la represión, los familiares de los desaparecidos descubrieron la existencia de otro hecho inédito y macabro que era  la desaparición de niños secuestrados junto con sus padres y de bebés nacidos durante el cautiverio de sus madres embarazadas.

Cyrus Vance

Cyrus Vance fue el Secretario de Estado con Jimmy Carter en noviembre de 1977  le llevó al dictador argentino Jorge Rafael Videla una lista reclamando por los desaparecidos en ese momento en la Argentina con 7500 nombres.


Licha (Alicia de De la Cuadra)

Licha (Alicia de De la Cuadra) buscó a las otras abuelas que ya conocía de la Plaza de Mayo, nos reunimos y decidimos empezar a trabajar juntas. Éramos 12 en ese momento. A mi me asombró verlas con tanta serenidad; yo era un guiñapo, un llanto continuo, las veía a ellas tan serenas y decía ’tengo que ser como ellas’. Primero nos dimos a conocer como «Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos». Pero fuimos creciendo, la gente empezó a conocernos y a llamarnos las "Abuelas de Plaza de Mayo".  Licha Zubasnabar fue su primera presidenta. Inicialmente adoptaron el nombre de Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos pero en 1980 terminaron organizándose legalmente con la denominación por la que ya eran públicamente reconocidas, Abuelas de Plaza de Mayo.

Las primeras doce

El 22 de octubre de 1977, 12 madres que asistían a Plaza de Mayo para reclamar por sus hijos se reunieron para buscar sus nietos. Se bautizaron como Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, más tarde Abuelas de Plaza de Mayo , Eran doce madres-abuelas de desaparecidos, que tenían entonces una edad entre los 50 y los 60 años:

  • Mirta Acuña de Baraválle
  • Beatriz H. C. Aicardi de Neuhaus
  • María Eugenia Casinelli de García Irureta Goyena
  • Eva Márquez de Castillo Barrios
  • Chicha Mariani (1923-2018) 
  • Delia Giovanola de Califano
  • Clara Jurado
  • Leontina Puebla de Pérez
  • Raquel Radio de Marizcurrena
  • Vilma Delinda Sesarego de Gutiérrez
  • Haydee Vallino de Lemos
  • Alicia Licha Zubasnabar de De la Cuadra

Inicialmente adoptaron el nombre de Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos y Licha Zubasnabar fue reconocida como la primera presidenta del grupo; en 1980 terminaron aceptando la denominación por la que ya eran conocidas, Abuelas de Plaza de Mayo.

Este subgrupo de Las Madres comprendió que la situación de los niños apropiados por las fuerzas de seguridad, era diferente de la de sus progenitores desaparecidos y que se precisaban estrategias y metodologías específicas para recuperarlos. «Buscar a los nietos sin olvidar a los hijos», fue la consigna que las agrupó.

Es por la misma época, cabe señalar, que en el grupo de las Madres de la Plaza de Mayo se organizó un subgrupo, el de las Abuelas, madres por partida doble, quienes realizan una tarea esencial respecto de los bebés. Se dedican a los niños que fueron secuestrados junto con sus padres y no han reaparecido, y a las jóvenes que, secuestradas estando embarazadas, se supone han dado a luz en prisión. Es decir que esas madres, por el testimonio que llevan, representan mucho, no solamente para la Argentina, sino para el mundo entero. Adolfo Pérez Esquivel, premio nobel de la paz 1980.

Una de las características esenciales de las Abuelas de Plaza de Mayo, al igual que Las Madres, fue la de organizarse básicamente como grupo de mujeres. Eso no significó que los abuelos, y en general otros varones y mujeres no colaborasen con la Asociación, pero la dirección y la representación recayeron siempre sobre mujeres que tenían nietos desaparecidos.

Cuando en los primeros momentos desaparecían las personas y se empezaba a trabajar, en la Plaza de Mayo había hombres, mujeres, jóvenes, un poco de todo. En el caso nuestro es que yo me pude jubilar y dedicarme, pero mi marido tenía que seguir trabajando para mantener la casa. Él me espera, me apoya, me tiene paciencia, me alentaba y me sigue alentando. Pero hay otra cuestión que es la visceral: la de mujer, la de madre, que nos impide dejar de hacer todo lo que tenemos que hacer para seguir buscando. También es cierto que muchos hombres se resintieron en su salud y se murieron. La mayoría de las abuelas son viudas... Y que para los militares el hombre era más peligroso. «¡Déjenlas a esas lloronas viejas locas!, ya se van a cansar». Si hubieran adivinado que íbamos a persistir para siempre nos hubiesen secuestrado en mayor número. Estela B. de Carlotto​

La constitución de las Abuelas de Plaza de Mayo no tuvo un momento preciso ni un acto formal. Fue un proceso de confluencias entre mujeres buscando nietos. Así se formó un núcleo inicial de doce abuelas, que comenzaron a reunirse de manera sistemática, desde fines de 1977. Las Abuelas de Plaza de Mayo han adoptado como fecha de su creación, el lunes 21 de octubre de 1977; sin embargo ellas mismas aclaran que la fecha es simbólica y que se trató de «un desbarajuste de la memoria» que las llevó a confundir el día en que le entregaron sus notas a Cyrus Vance

Chicha Mariani

Una vez recuperada la democracia, el 10 de diciembre de 1983, las Abuelas se organizaron como asociación civil sin fines de lucro, dejando Licha de la Cuadra la presidencia, que pasó a ser ejercida por Chicha Mariani. Bajo su gestión, las Abuelas promovieron la utilización de los últimos adelantos genéticos para establecer un sistema de identificación de los nietos apropiados, sin antecedentes en el mundo y presionaron para que el Estado enjuiciara a los responsables de los secuestros de los niños, considerándolo como parte de un plan represivo.

Abuelas de plaza de mayo

El contraste entre Abuelas de Plaza de Mayo, que buscaban a los desaparecidos por la dictadura militar, y los argentinos que celebraban el Mundial 78.El organismo nació en octubre de 1977, un año y medio después de que las Fuerzas Armadas dieran el último golpe de Estado que sufrió el país. Las señoras que lo fundaron lo hicieron con el objetivo de encontrar a los bebés de sus hijos e hijas que habían sido secuestrados.


Primeros pasos

En noviembre de 1977 las Abuelas presentaron su petición ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y por primera vez se dio curso al reclamo, dando intervención a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Ese mismo mes y pese al terror imperante, el tradicional diario de la comunidad británica en la Argentina, el Buenos Aires Herald, dirigido por Robert Cox, publicó una carta de lectores de las Abuelas de Plaza de Mayo, dando a conocer que había niños desaparecidos en el país.

Las organizaciones de derechos humanos siempre han reconocido el valor que demostró Cox en aquel momento y la importancia que tuvieron sus publicaciones en un momento en que nadie en el mundo estaba dispuesto a denunciar las violaciones de derechos humanos en la Argentina.

También en abril de 1978, las Abuelas tomaron la costumbre de concurrir a la localidad de San Miguel, en el conurbano de Buenos Aires, donde se realizaban anualmente las reuniones la Conferencia Episcopal Argentina. Durante varios años le otorgaron máxima prioridad a buscar el apoyo de la Iglesia católica, hasta que finalmente concluyeron que la cúpula de la misma estaba relacionada estrechamente con el gobierno militar y en conocimiento de las apropiaciones ilegales de bebés.8 Pocos años después, las Abuelas llegaron a criticar severa y formalmente la actitud de la Iglesia católica argentina, en una carta dirigida a la Conferencia Episcopal:

Muchas veces hemos recurrido a ustedes, muchas veces nos hemos acercado a nuestra iglesia, transidas de dolor e impotencia... Esperábamos algo más que el silencio de nuestra iglesia, de nuestros obispos... ¿Alguna vez la iglesia hablará por esos indefensos niños? ¿O es que a la iglesia no le importa que hayan desaparecido los niños...?
Abuelas de Plaza de Mayo

El sábado 5 de agosto de 1978, víspera del Día Del Niño, apenas un mes después del triunfo en la Copa Mundial de Fútbol jugada en Argentina, el diario La Prensa aceptó publicar la primera solicitada en la que se reclamaba por los niños desaparecidos. El texto, que fuera llamado en Italia el Himno de las Abuelas, fue un factor decisivo para comenzar a movilizar a la opinión pública internacional:

Apelamos a las conciencias y a los corazones, de las personas que tengan a su cargo, hayan adoptado o tengan conocimiento de dónde se encuentran nuestros nietitos desaparecidos, para que en un gesto de profunda humanidad y caridad cristiana restituyan esos bebés al seno de las familias que viven la desesperación de ignorar su paradero. Ellos son los hijos de nuestros hijos desaparecidos o muertos en estos últimos dos años. Nosotras, Madres-Abuelas, hacemos hoy público nuestro diario clamor, recordando que la Ley de Dios ampara lo más inocente y puro de la Creación. También la ley de los hombres otorga a esas criaturas desvalidas el más elemental derecho: el de la vida, junto al amor de sus abuelas que las buscan día por día, sin descanso, y seguirán buscándolas mientras tengan un hálito de vida. Que el Señor ilumine a las personas que reciben las sonrisas y caricias de nuestros nietitos para que respondan a este angustioso llamado a sus conciencias.
Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos.

También en agosto de 1978 las Abuelas salieron por primera vez de la Argentina, aprovechando que Chicha Mariani debía viajar a Italia por razones familiares. Debido a que Mariani tenía en Roma un pequeño apartamento vacío, las Madres de Plaza de Mayo, también aprovecharon la ocasión, para dirigirse a Roma, permaneciendo todas juntas. Allí se entrevistaron con el diputado socialista Sandro Pertini y el cardenal argentino Eduardo Pironio, con escasas consecuencias.

El 18 de noviembre de 1978 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se pronunció en el Caso 2553, sobre la desaparición de Clara Anahí Mariani, nieta de Chicha Mariani, resolviendo que los hechos denunciados constituían «gravísimas violaciones al derecho a la libertad, a la seguridad e integridad de la persona y al derecho de protección contra la detención arbitraria» y que el gobierno debía devolver la niña Clara Anahí a su familia, disponer de inmediato una investigación completa e imparcial para determinar la autoría y sancionar a los responsables, debiendo informar a la Comisión en 30 días.

El 19 de marzo de 1980, cuando aún gobernaba la dictadura, las Abuelas localizaron otras dos nietas, las primeras en ser recuperadas directamente por ellas, Tatiana Ruarte Britos y su hermana Laura Jotar Britos, quienes habían quedado abandonadas en una plaza del Gran Buenos Aires luego de que su madre fuera secuestrada-desaparecida, y terminaron siendo adoptadas legítimamente por el matrimonio Sfiligoy, quienes jugaron un papel muy importante en la recuperación de la identidad de la niñas, una actitud no habitual en la mayoría de los casos.

También en 1980 Chicha Mariani reconoció a una nieta desaparecida, Paula Logares, en una foto que llegó anónimamente a CLAMOR, en la que la niña aparecía frente al Obelisco de Buenos Aires; la foto estaba acompañada de un informe en la que se indicaba el nombre que estaba usando la niña y la dirección aproximada en donde vivía. La Abuelas iniciaron entonces un seguimiento e investigación en condiciones de riesgo extremo, que les permitió localizar a la niña y establecer con certeza su identidad. Con esos datos, Paula Logares sería la primera niña restituida por la justicia argentina una vez restablecida la democracia.

Ese mismo año el activista de derechos humanos argentino Adolfo Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz, consolidando y brindando mayor cobertura para la acción de las organizaciones de derechos humanos.

El 9 y 10 de diciembre de 1981, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo organizaron la Primera Marcha de la Resistencia, que consistió en extender por 24 horas la ronda semanal. Iniciaron la misma unas setenta madres y abuelas, rodeadas de policías, que marcharon toda la noche, bajo la lluvia y sin luz, ya que el gobierno militar había mandado cortar la iluminación pública en la plaza. A la mañana siguiente casi tres mil personas y otras organizaciones de derechos humanos se sumaron, incluido el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
Cumplidas las 24 horas, la manifestación marchó por Avenida de Mayo hacia la Avenida 9 de Julio, coreando consignas, entre ellas una de las que se volverían más emblemáticas en las luchas por los derechos humanos de los siguientes años: «Los desaparecidos, que digan dónde están». Fue la primera vez también que la prensa argentina cubrió con amplitud la acción de las organizaciones de derechos humanos.​ Esa fue la primera de una serie de marchas por los derechos humanos que se repetirían desde entonces, durante las siguientes décadas, agrupando a decenas de miles de personas y que en conjunto constituyen, la mayor movilización popular en las calles de la historia argentina reciente.

Derrumbe de la dictadura

La creciente movilización de los sectores políticos, sindicales, estudiantiles y de derechos humanos en 1981 y comienzos de 1982, comenzó a debilitar a la dictadura militar. En ese contexto el gobierno militar tomó la decisión de ocupar las Islas Malvinas, el 2 de abril de 1982, acción que llevaría a la Guerra contra Gran Bretaña y a una derrota tres meses después, que hizo colapsar al régimen y obligó a los militares a iniciar una retirada desordenada del poder, sin condicionamientos, llamando a elecciones para octubre de 1983.
En ese período las Abuelas comenzaron a prepararse para las nuevas posibilidades de investigación que abriría la democracia. Entre 1980 y 1983 habían localizado a cuatro niños desaparecidos (los hermanos Julien Grisonas y las hermanas Ruarte Britos y Jotar Britos), en ambos casos adoptados de buena fe por familias que colaboraron en la restitución de su identidad.

Pero la posibilidad de abrir investigaciones judiciales dentro de un estado de derecho, tanto para descubrir a los culpables como para identificar a los niños desaparecidos, implicaba enfrentar problemas inéditos en la experiencia internacional. En ese momento no existían métodos científico para determinar positivamente la filiación, y los existentes -basados en los tipos de sangre- sólo servían como prueba negativa, es decir para descartar una relación biológica entre dos personas, pero no para demostrarla.

Sede de la Organización de Estados Americanos:

Sede de la Organización de Estados Americanos,  su Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) fue el primer organismo oficial en intervenir, visitando la Argentina en 1979 y emitiendo un informe sumamente crítico sobre los derechos humanos en ese país.

CLAMOR  organización de derechos humanos de la Iglesia Católica de Brasil,

El 31 de julio de 1979, CLAMOR, organización de derechos humanos de la Iglesia Católica de Brasil, con la colaboración de las Abuelas, halló en Chile a los primeros nietos, los hermanos Anatole y Victoria Julien Grisonas.

Tatiana Sfiligoy (nombre adoptivo) o Tatiana Ruarte Britos (nombre de nacimiento)

Tatiana Sfiligoy (nombre adoptivo) o Tatiana Ruarte Britos (nombre de nacimiento) en 1977 vivía con su madre Mirta Graciela Britos y su compañero Alberto Javier Jotar,​ padre a su vez de su hermana Laura Malena, nacida ese mismo año. Igual que su padre Oscar Ruarte Perez ,​ fueron militantes de FAL y los dos varones también de ERP. El 17 de agosto de 1976 su padre fue secuestrado y desaparecido por el régimen militar. En octubre de 1977 Mirta Graciela Britos y Alberto Jotar fueron también secuestrados-desaparecidos, quedando las dos niñas abandonadas en una plaza de Villa Ballester .

El juez internó a las niñas separadas en un orfanato como N.N. a pesar de que Tatiana conocía su nombre y sabía que la bebé era su hermana. En el año 1978 después Tatiana fue adoptada de buena fe por el matrimonio Carlos Sfiligoy y su esposa Inés, quien además adoptó a su hermana, debido a la sugerencia de algunos empleados del juzgado de San Martín, que sabían que ambas eran hermanas. Simultáneamente las Abuelas de Plaza de Mayo habían iniciado la búsqueda de las niñas, hasta localizarlas en 1980. El matrimonio Sfiligoy colaboró desde un primer momento con los familiares de las niñas y las Abuelas de Plaza de Mayo, para establecer la identidad suprimida. Ambas niñas permanecieron como hijas adoptivas de los Sfiligoy y en contacto con su familia biológica; al crecer y volverse adulta decidieron mantener sus nombres adoptivos. Tatiana se recibió de psicóloga y ejerce su profesión con las Abuelas de Plaza de Mayo, atendiendo las necesidades de las personas que realicen búsqueda de su identidad.

Las Abuelas y la genética

En 1980 las limitaciones científicas de la época con respecto a la posibilidad de probar vínculos biológicos entre familiares que no fueran el padre o la madre del/la infante dificultaron las tareas de Abuelas de Plaza de Mayo. La única prueba genética para establecer nexos biológicos de la que se disponía en aquel momento, con escasa asequibilidad, era el análisis de exclusión de paternidad, utilizado para determinar lazos de filiación ascendente en primer grado entre un individuo y su genitor masculino, o su genitor femenino. Sin embargo, como en la mayoría de los casos los padres y madres habían sido desaparecidos, necesitaban otra vía que les permitiera probar que aquellas niñas y niños apropiados eran efectivamente sus nietos.
Otro método que servía para determinar la identidad de la niña o del niño era la «identificación morfológica», pero como muchas/os de las/os nieta/os nacieron en cautiverio las Abuelas no contaban con fotografías que les permitieran elaborar una proyección basada en los rasgos distintivos.

En 1979, las Abuelas encontraron en una edición del diario El Día (de La Plata) una noticia que informaba sobre un padre que a través de una prueba de ADN comprobó la relación de paternidad con su hijo. Este fue el disparador que llevó a las Abuelas de la Plaza de Mayo a preguntarse si habría posibilidad de establecer la relación de parentesco a través de la genética.
Por entonces buscábamos mirando las caritas. Más de una vez yo misma he seguido a mujeres que llevaban en brazos a un bebé que se parecía a uno de mis hijos. En ese momento yo ni siquiera sabía si mi nieto era nena o varón, pero recuerdo que seguí a una mujer y después, cuando la tuve enfrente, miré su cara y la del bebé y eran iguales, era la madre evidentemente. O si no, íbamos a la Casa Cuna a ver a los chiquitos, como si eso nos fuera a ayudar en algo... en nada. Pero no teníamos otro argumento, ni natural ni científico. Era decir «tiene que estar acá».​

En cada uno de los viajes al exterior las Abuelas empezaron a consultar especialistas en hematología, genética y antropología forense, si existía un elemento constitutivo de la sangre que sólo apareciera en personas pertenecientes a la misma familia. En 1982, hicieron una gira por Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Suecia y otros siete países, pero no encontraron ninguna solución concreta. Sin embargo, a raíz de las demandas motorizaron múltiples investigaciones sobre el tema.
ue en noviembre del mismo año, en una visita a la sede de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA —en Washington—, cuando se encontraron con Isabel Mignone, hija del fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), quien les puso en contacto con Víctor Penchaszadeh,​ un médico argentino exiliado en Nueva York.

Tras la reunión con Penchaszadeh, el galeno se comprometió a asumir el reclamo que las Abuelas le hacían a la comunidad científica. Inmediatamente inició las conversaciones con Eric Stover,​ director del programa de Derechos Humanos de la Asociación para el Avance de las Ciencias (AAAS) y posteriormente, en 1983, con Fred H. Allen, director del Banco de Sangre de Nueva York, quienes le ofrecieron su apoyo y empezaron a trabajar en la búsqueda de fórmulas estadístico-matemáticas. 

Las abuelas vinieron a mi oficina y empezamos a hablar. Nunca lo olvidaré. Ya habían visto a Penchaszadeh. Discutí la cuestión con Cristian Orrego, un científico chileno que trabaja en el National Institute of Health (NIH), y él se puso en contacto con investigadores de Stanford, que lo derivaron Mary-Claire King, una genetista de Berkeley, California, como una persona que podía ayudar a elaborar el tratamiento estadístico necesario.

En octubre de 1983 Orrego​ informó a las Abuelas que habían encontrado una solución y las invitó a participar en el Simposio Anual de la AAAS, donde se expuso el hallazgo a la comunidad médica internacional. En el encuentro se presentó el descubrimiento como el índice de abuelidad, por el rol fundamental que jugaron las Abuelas para incentivar el desarrollo de esta técnica.
Las Abuelas tomaron entonces la iniciativa de recurrir a los científicos de punta para desarrollar alguna técnica que pudiera determinar sin dudas, la filiación de una persona en ausencia de sus padres. En esa búsqueda recurrieron a la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia de los Estados Unidos, donde les respondieron: «lo que piden es posible, pero nunca se hizo: vamos a investigar». El resultado fue la creación del índice de abuelidad, que llegó a alcanzar un 99,99% de certeza sobre la filiación de una persona, desarrollado por los científicos Mary-Claire King y Cristian Orrego.​

 Vctor Penchaszadeh

El 19 de diciembre de 1975. Víctor Penchaszadeh, médico pediatra, había regresado a la Argentina a comienzos del ‘71, después de especializarse en genética en la Universidad de Johns Hopkins, Estados Unidos. Fue uno de los primeros genetistas del país. Al volver, montó un servicio de genética médica en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, para el diagnóstico de enfermedades genéticas. “Siempre me interesó la interfaz entre la parte tecnológica y la parte social de la medicina, aplicar los conocimientos para el beneficio de la población”.
Era un viernes de fines del ’75, apenas unos meses antes del comienzo de la dictadura más sangrienta del país, Víctor se encontraba en su consultorio de Santa Fe y Callao, en el barrio porteño de Recoleta. Como un día cualquiera. Hasta que tres hombres de la Triple A irrumpieron violentamente en su rutina. “Zafé de una situación en la que llegué a estar con los ojos vendados, la boca amordazada, las manos atadas detrás de la espalda y un par de monos tratando de meterme en un vehículo”, rememora. Ese fin de semana pareció un instante y una eternidad a la vez. Finalmente, el lunes decidió armar las valijas y exiliarse en Caracas, donde se encontraba su hermano.
Luego, se mudó a Estados Unidos junto a su familia, donde formó parte de prestigiosas instituciones de investigación y docencia: las Universidades de Cornell y Columbia, y las Escuelas de Medicina de Monte Sinaí y Albert Einstein. Allí residió durante 25 años. Allí, su camino se cruzaría con el de las Abuelas de Plaza de Mayo.

Mary-Claire King

Mary-Claire King es una genetista estadounidense que aplicó por primera vez sus conocimientos genéticos al trabajo de derechos humanos en 1984, cuando ella y su laboratorio comenzaron a trabajar con las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, utilizando genética dental para identificar desaparecidos, método que ha permitido la identificación de más de 114 niños apropiados durante la dictadura 1976-1983. Estos niños fueron sustraídos por los militares y registrados con identidades cambiadas mediante certificados de nacimiento o adopciones simuladas, por lo que para que recuperen su identidad es necesario acreditar de manera indudable su filiación biológica.
Las Abuelas de Plaza de Mayo recurrieron a Mary-Claire King, quien desarrolló una técnica de identificación y "abuelitud", utilizando ADN mitocondrial y HLA -marcadores genéticos tomados de muestras dentales. El caso que abrió la admisión de esta prueba fue el de Paula Logares en 1984.6​ Las técnicas desarrolladas por King fueron utilizadas también para identificar a más de 750 niños y adultos masacrados en la población de El Mozote, en El Salvador.