Los símbolos de la nueva nación Argentina

Antes de que apareciesen sanciones legales de asambleas, congresos o decretos, se habían impuesto por el uso los símbolos de la independencia: el pabellón, el himno nacional. La legalización no fue sino la aprobación de un estado de cosas que había arraigado espontáneamente y se había convertido en tradición.



La bandera y sus colores

Se intentó hallar explicación a la preferencia mostrada por los colores azul o azul celeste y blanco, que fueron los acogidos y usados, pero el hecho es que la inclinación individual o colectiva hacia ellos se convirtió en tradición y se impuso.

Esos colores habían aparecido unidos antes de la revolución de Mayo. El uniforme del cuerpo de patricios era distinguido así. La banda de Carlos III, que Belgrano había visto en España, en la Inmaculada Concepción, tenía esos colores; también el escudo del Consulado, del que Belgrano había sido secretario.

¿Fue deliberada o casual la elección de cintas de esos colores por Domingo French y Antonio Beruti en las jornadas de mayo de 1810 para adornar el sombrero de los patriotas? ¿Fue real el gesto que se les atribuye de la entrada en una tienda de la Recova para adquirir esos distintivos y distribuirlos?
Sin que se haya logrado esclarecer el motivo por el cual fueron adoptados los colores azul y blanco por los patriotas, que lució entre los primeros el general Corvalán en la semana histórica de la revolución, lo cierto es que quedaron grabados en la retina de Manuel Belgrano. No obstante, la versión difundida, hubo en las jornadas de marzo también cintas blancas, rojas y ramos de olivo y cintas con el retrato de Fernando VII.

La escarapela y la bandera

Belgrano logró que el Triunvirato le autorizara el uso de la escarapela azul y blanca por los soldados de la independencia para que se distinguiesen del enemigo y de sus símbolos propios. El gobierno, compuesto por Sarratea, J. J. Paso y Feliciano A. Chiclana, con Bernardino Rivadavia como secretario, acordó el 18 de febrero de 1812, a solicitud de Belgrano, que se reconozca y use la escarapela de las Provincias del Río de la Plata por las tropas y que deberá componerse de dos colores: celeste y blanco, quedando abolida desde esta fecha la roja que antiguamente se distinguía.

Con los colores aprobados por el Triunvirato para la escarapela, el 27 de febrero .de 1812 enarboló Belgrano en las barrancas del Paraná, en Rosario, en las baterías allí instaladas, la bandera celeste y blanca. Fue una inspiración y una decisión suya. Explicó al gobierno: 

 “Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V. E ”

Emeric Essex Vidal

Emeric Essex Vidal fue fue un marino inglés y pintor aficionado, autor de las primeras pinturas realizadas sobre la vida pública en Buenos Aires su primera visita de 1816, se realizó dentro de un período de dos años (del 7 de mayo de 1816 al 28 de septiembre de 1818) en los que fue destinado a la flota inglesa en el Atlántico Sur, desempeñándose como contador del buque de S.M.B. “Hyacinth”, fondeado en Brasil, y secretario del almirante de la escuadra. Es en este período en el que realiza la mayor parte de las acuarelas por las que fue reconocido. Las acuarelas realizadas por Vidal en su primer viaje, despertaron en ese entonces interés en Gran Bretaña, donde se publicó en 1820, una libro titulado Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Montevideo (Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo), editado por R. Ackermann, que incluye una serie de 22 acuarelas realizadas en Inglaterra a su vuelta, sobre la base de las realizadas en su viaje.

El gobierno desaprobó agriamente la iniciativa de Belgrano, haciéndole saber que en "materia de la primera entidad del Estado, era preciso conducirse con la mayor circunspección y medida; por eso es que las demostraciones con que V. E. inflamó a la tropa de su mando, esto es, enarbolando la bandera blanca y celeste, como indicando que debe ser nuestra divisa, las cree este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se justifican nuestras operaciones y protestas. Le impone que haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste, enarbolada, ocultándola disimuladamente y subrogándola por la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta Fortaleza, y que hace el centro del Estado; procurando en adelante no prevenir las deliberaciones del gobierno en materia de tanta importancia".

La desautorización llegó a Rosario cuando Belgrano había salido hacia el norte para hacerse cargo del mando del ejército auxiliar del Alto Perú en retirada. Hallándose en Jujuy, en ocasión del aniversario del 25 de Mayo, volvió a enarbolar la bandera prohibida por el gobierno, ban-dera que esta vez bendijo el canónigo Gorriti; en esa ocasión el barón de Holmberg fue el abanderado y la insignia flameó en los balcones del ayuntamiento jujeño. 

Belgrano informó detalladamente al gobierno de la ceremonia.

El 13 de febrero de 1813, en la oportunidad de prestar juramento de obediencia a la Asamblea general que acababa de inaugurarse, volvió a enarbolar la bandera a orillas del río Pasaje, que desde entonces se llamó río del Juramento. Esta vez condujo la insignia el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, cuya espada hizo cruz con el asta Belgrano obsequió al cabildo de Jujuy una bandera blanca en la que hizo pintar las armas de la Asamblea general constituyente de 1813, después de haberla hecho bendecir.


Bandera de los Andes

Su ejecución nos es conocida a través de los testimonios dejados por Laureana Ferrari de Olazábal y por la crónica del general Espejo. No se sabe con precisión la fecha en que se decidió su confección, ni de quien surgió la iniciativa. Es posible que la necesidad se le planteara a San Martín al recibir la comunicación oficial sobre la adopción de la enseña celeste y blanca por el Congreso de Tucumán. Dicha comunicación debió llegar a manos del general en setiembre de 1816, y a partir de ese momento se iniciarían los trámites para dotar de bandera al Ejército. Según algunos autores, varias damas entre las que se contaba Mercedes Álvarez, Margarita Corvalán, Remedios Escalada y Laureana Ferrari encabezadas por Dolores Prats de Huisi, se ofrecieron para realizarla. También habrían participado religiosas de la Compañía de María. El general Espejo nos relata la dificultad para conseguir la tela necesaria. Por suerte, en una pequeña tienda del Cariño Botao, se halló sarga blanca y azul turquí con la que se formaron las dos fajas unidas verticalmente, la blanca en la parte que se liga al asta, y la azul al extremo. En el centro fue bordado el escudo con sedas de colores. De forma ovalada, encierra los emblemas de las manos unidas, la pica sosteniendo el gorro Frigio, coronado por un sol y orlado por ramas de laureles.

Cuando llegó a sus manos la reprimenda del gobierno por haberse tomado la libertad de enarbolar la bandera en las barrancas del Paraná, respondió humildemente que había recogido la bandera y la desharía para que no quedase memoria de ella; pero quedó memoria y se convirtió, a pesar de todo, en símbolo nacional. 

La caída del primer Triunvirato no implicó una rectificación en este punto. El 15 de mayo de 1813 no flameó bandera alguna en el Fuerte, aunque se hicieron salvas de artillería. Los patrio-tas se adornaron con gorros frigios de color rojo como distintivo, oficialmente, la bandera de Belgrano fue decretada el 20 de julio de 1816 por el Congreso constituyente de Tucumán, a propuesta del diputado Gascón, con lo cual no se hizo sino acatar un hecho ya generalizado. 

El decreto respectivo, que firman Francisco Narciso Laprida, como presidente, y Juan José Paso, como secretario, dice:

"Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una nación, después de la declaración solemne de su independencia, será peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, ínterin sea decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se fijan conforme a ellos los jeroglíficos de la bandera nacional mayor"..


Escudo del Congreso de Tucuman

El Congreso de Tucumán usó como sello propio una suerte de escudo que se usó como sello para autenticar documentos a partir de agosto de 1816.

El 9 de enero de 1818, el director supremo Pueyrredón solicitó al Congreso que resolviese sobre la distinción que estimase oportuno en el uso de las banderas. Se le respondió que toda bandera nacional debía tener los dos colore blanco y azul en el modo y forma como hasta ahora e costumbre y el distintivo peculiar de la bandera de guerra sería un sol pintado en medio de ella. Para los redactores de la respuesta del Congreso los colores azul y azul celeste eran sinónimos; el sol que se adoptó en el escudo, en el sello, en la bandera, era el sol incaico que estaba en la tradición de los patriotas y cuyo espíritu americano privaba en los constituyentes de 1816. La moción innovadora perteneció al canónigo José Luis Chorroarín.

Diversos hechos parecerían demostrar que la Asamblea del ario 13 reconoció de hecho la bandera de Belgrano

Cuando Vieytes habló en ella de la victoria de Salta dijo "Hoy han flotado con ignominia a los pies de nuestro pabellón las últimas banderas que enarbolaba el despotismo". Cabe preguntar ¿qué otro pabellón podía ser sino que había enarbolado Belgrano ya en varias ocasiones, solemnes? También las banderas que mandó esculpir en las monedas al iniciar la acuñación en Potosí, indicarían el mismo reconocimiento de hecho.

La Asamblea del año 13 había mandado quitar de todas partes la bandera española y la sustituyó de hecho, según el diputado Pedro José Agrelo, por el nuevo escudo y nueva bandera azul celeste y blanca que se sancionó finalmente después de la declaración de la. independencia.En 1816-17 estuvo en Buenos Aires el pintor y marino inglés Emeric Essex Vidal; en una de sus acuarelas aparece el fuerte con la bandera azul celeste y blanca flameando al viento, en él, con la misma distribución de colores que mantuvo en lo sucesivo, si es que antes ese documento gráfico fue alguna vez distinta.

Esa disposición de los colores se describe en 1822 cuando se decretó en Entre Ríos por el general Mansilla y el doctor Agrelo, que había sido diputado de la Asamblea del ario 13, la bandera nacional que debía usarse en la provincia.

Cuando se creó el Directorio de las Provincias Unidas, el 26 de marzo de 1814, se dispuso que la banda que llevase el director supremo fuese bicolor, blanca en el centro y azul a los costados, terminada en una borla de oro. La confusión entre azul y azul celeste o celeste, que todavía subsiste para muchos, se debe a que para la generalidad eran colores equivalentes o de un azul celeste subentendido.
La bandera de la Banda Oriental parte también del azul y blanco, pero llevaba una diagonal roja, símbolo de la federación —conocida como bandera de Artigas -; los mismos colores se combinan, en la bandera de los 33 orientales, con la leyenda "Libertad o muerte". 
La actual bandera de la República Oriental del Uruguay se enarboló el 19 de enero de 1829 siendo presidente interino Joaquín Suárez, bendecida por el presbítero José Bonifacio Ridruello en la iglesia matriz de Montevideo. 
Por la convención constituyente de 1830, el pabellón oriental fue modificado, y la ley del 11 de julio determino que las listas azules heráldicas fuesen cuatro y las blancas cinco. Ésta y la de Artigas son emblemas oficiales.
Cuando se rindió Montevideo en junio de 1814, la bandera española fue reemplazada por la blanca y azul celeste, según la crónica en verso de Acuña de Figueroa, el poeta oriental; es decir, dos años antes de que fuese bandera nacional por acuerdo del Congreso de Tucumán era ya la bandera usada generalmente.


Sello de la Asamblea General del Año XIII

De unas cartas intercambiadas entre Rivadavia y su primo Bernardo Vera y Pintado, Representante de las Provincias Unidas en Chile, surge la idea de que el diseño pertenece a un dibujante peruano que residía entonces en el país vecino, de nombre Antonio Isidro Castro. Vera y Pintado habría hecho conocer a Rivadavia un proyecto de escudo que Castro había confeccionado para el estado independiente de Chile. El secretario del Triunvirato le habría encargado un diseño similar. Se conoce el texto de una carta junto a la cual Castro le envía dos proyectos para que eligiese. Los modelos no se encontraron pero se supone que uno de ellos es el que se adoptó.

La bandera del ejército de los Andes

En una cena de Navidad en Mendoza, San Martín pidió a los comensales la bandera para su ejército. Varias damas presentes, entre las que se hallaban Laureana Ferrari, la esposa de Manuel Olazábal, Remedios Escalada de San Martín, Dolores Prat de Huici, Margarita Corvalán,

Mercedes Álvarez, dieron término a la confección de la bandera pedida por el gobernador-intendente el 5 de enero de 1817, que fue bendecida por el doctor José Lorenzo Güiraldes y jurada por sus tropas. 

Fue la bandera de la campaña de Chile y volvió a Mendoza en 1823 transportada por Manuel Corvalán. Su paño es de tela blanca y color de cielo, con dos franjas; llevaba bordado el escudo ovalado en el centro, con las dos manos unidas y la pica con el gorro frigio de la libertad, el sol amarillo y los laureles verdes.

La bandera sanmartiniana sufrió muchas peripecias; se perdió en una sublevación habida en Mendoza en 1866 y no reapareció hasta 1873. El gobierno nacional la solicitó en ocasión de la repatriación de los restos de San Martín y también estuvo luego perdida un tiempo, pero volvió a Mendoza.

Hubo también una bandera en Lima, que trasladó a Buenos Aires Tomás Guido en 1826; es la que se halla en el Museo histórico y perteneció al regimiento del Río de la Plata.

Reliquia de guerra es también la llamada bandera de la expedición Cabot, una de las cuatro divisiones que San Martín lanzó al otro lado de los Andes, bandera de dos franjas con escudo y leyenda que reza: "En unión y libertad", que pasó al general Mitre y éste la entregó al Museo en 1890. 

Lo es igualmente la bandera del regimiento de caballería nacional de Mendoza, que hizo la campaña de los Andes; su depositario fue el coronel Manuel Antonio Pizarro; lleva en el centro el escudo de la Asamblea del año XIII circundado por una leyenda que dice: "Libertad, Unión, Independencia"; se conserva en el templo de Santo Domingo, Córdoba, al pie del altar de Nuestra Señora del Rosario del Milagro. La bandera de Brown, entregada al almirante el 3 de julio de 1826 como testimonio del reconocimiento del pueblo de la capital, que lo había visto pelear con su escuadra en el combate de los Pozos, el 11 de junio de 1826, lleva bordada en el centro la fecha: "11 de junio de 1826"; se guarda en el Museo Histórico Nacional.

El sello de 1813

La Asamblea de 1813 puso en uso desde sus primeras sesiones un sello cuyos símbolos no hay constancia de que hayan sido discutidos; había sido propuesto ya a Rivadavia. 

Se acordó que el poder ejecutivo usase el mismo sello, salvo la inscripción que debía decir "Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata". Fue burilado por Juan de Dios Rivera, por encargo de Agustín J. Donado, y lo realizó en brevísimo plazo. 

Muestra el laurel americano de hoja breve, pica, gorro frigio, brazos desnudos con las manos entrelazadas, un sol con cara plena, rayos flamígeros y rectos alternados y la divisa de Mayo al pie anudando las ramas de laurel.

Rivera preparó dos sellos, uno grande en cobre, y otro para el Supremo Poder Ejecutivo.

Las monedas que mandó acuñar la Asamblea en Potosí muestran algunas diferencias, por obra de los artistas que hicieron los curios, con respecto al sello de Rivera.

Escudo nacional

Del sello de 1813 salió el escudo nacional. Estanislao S. Zeballos realizó un estudio sobre el escudo y los colores nacionales, que publicó en 1900 y cuyas conclusiones aprobaron plenamente Mitre y Vicente Fidel López, los máximos historiadores nacionales. 

De conformidad con sus estudios, siendo ministro de Estado, dictó en 1907 un decreto adoptando su dibujo del escudo y los modelos de las banderas y escarapelas; los colores celeste y blanco de la bandera corresponden a los cuarteles superior e inferior del campo del escudo. El asunto del color azul o celeste dio origen a una larga polémica que no ha terminado aún; Gabriel Carrasco se inclinó por el color azul. C. Villalobos Domínguez propuso algunas co-rrecciones al escudo trazado por Zeballos, a la forma misma, al ramo de la corona; advierte con razón que el laurel no tiene las hojas dispuestas en forma verticilada, sino alternada; además, el laurel de hoja fina y alargada que emplea Zeballos no es el laurel americano; en conse-cuencia, Villalobos Domínguez propuso el laurel auténtico, sin frutos, como el que se ve en algunos modelos. Pero su propuesta fue archivada y se mantuvo el decreto de 1907.

Sello del Congreso de Tucumán.

El sello usado por el Congreso de Tucumán difiere del de la Asamblea de 1813. Figura entre sus signos un río, algunas montañas y un sol naciente con 18 rayos, fijos y flamígeros. Sustituye los signos republicanos: la pica y el gorro frigio. El sol no es naciente, como quería la primera resolución del Congreso. En consideración a la situación internacional, muchos de los hombres de aquella época propiciaban, según se ha visto, un tipo de monarquía constitucional.

Himno nacional

La idea de una canción patriótica surgió de una velada teatral en el Coliseo, en la que Luis Ambrosio Morante, e124 de mayo de 1812, puso en escena la obra que había compuesto y tituló El 25 de Mayo. 

Aparecía en ella el pueblo entonando una canción patria en la plaza. Arrancó aplausos con su evocación de las jornadas memorables. Vicente López y Planes asistió al espectáculo y compuso después una canción sobre el tema; el músico catalán Blas Parera trató de ponerle música.

La velada del 24 de mayo movió al Cabildo a proponer que Manuel José García, regidor, buscase el poeta que hiciese una canción patriótica; el 4 de agosto presentó García la compuesta por fray Cayetano Rodríguez, a la que se mandó poner música sencilla y cantable. Amigo de Vicente López, Manuel José García convino con él la forma de oír la canción que había compuesto y a la que puso música Parera. 

Se hizo una demostración a la puerta del Cabildo, y éste se decidió por ella; fray Cayetano Rodríguez retiró su proyecto. Fue entonada en noviembre de 1812 ante los miembros del gobierno, y el Cabildo abonó a Parera 167 pesos por la música.

La Asamblea de 1813 acordó que la canción de Vicente López fuese tenida por única marcha nacional y que debía ser entonada en todos los actos públicos. 

Pero antes de esa consagración, se había popularizado y era ya cantada por el pueblo. La tesis aquí expuesta, que corresponde a la que sostiene Mariano G. Bosch, ha sido objetada última-mente por el musicólogo Carlos Vega, que establece con reiteración la existencia de dos himnos, el de 1812 y el de 1813, es decir el de fray Cayetano Rodríguez y el de López.

La canción es un grito de guerra, una afirmación épica de la libertad, y la tendencia monárquica de su autor, común a muchos de los próceres y a los diputados del Congreso de Tucumán, se refleja en el texto del himno, según advierte Adolfo Saldías.

Se hizo una primera edición oficial del Himno en el mismo formato de la Gaceta ministerial y por los tipos de la Imprenta de Niños Expósitos, titulándola Marcha patriótica, el 14 de mayo de 1813, y se cantó en la plaza de la Victoria, al pie de la pirámide de Mayo, por los niños de la escuela de Rufino Sánchez, y en la Casa de comedias en las fiestas mayas. Parera habría ejecutado su pieza en el piano de la familia de Esteban de Luca y se cantó también, con Parera al piano, en el salón de Mariquita Sánchez.

Los recibos de cantidades percibidas por Blas Parera en 1813 por la música, se refieren a copias de la misma y a los ensayos para su ejecución.

Juan Pedro Esnaola hizo algunos arreglos la música originaria, en 1860, y ésa es la versión más completa y autorizada del himno, quedando sin efecto los ensayos de reforma de 1910 y 1927.

El símbolo nacional es una creación sui géneris que no se analiza, sino que se siente y el himno produce tradicionalmente, en los que lo escuchan o lo ejecutan, emoción patriótica, independientemente de sus méritos o defectos literarios y musicales. Por eso quedó definitivo el arreglo de Esnaola en 1860 y el texto editado en 1813.