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El paisaje puneño está casi desprovisto
de árboles, salvo los bosquecillos de Queñoa. La fisonomía
vegetal dominante es la arbustiva con predominio de Tolares (comunidades
de Tola). Las plantas que habitan esta zona presentan adaptaciones tanto
para captar el agua como para conservar la mayor posible. Sus raíces,
por ejemplo pueden extenderse horizontalmente cerca de la superficie, para
tomarla antes que ésta se escurra. Algunas plantas crecen cercanas
al agua o en depresiones, penetrando sus raíces muy hondo en busca
de aguas subterráneas. Asimismo, como a través del mecanismo
de transpiración las plantas pierden agua por sus hojas, una manera
de disminuir esta pérdida, es achicando la superficie foliar, a
veces hasta transformando las hojas en espinas, como es el caso de muchos
arbustos puneños. Un ejemplo de algunas adaptaciones mencionadas
es el Tolar, formado por los arbustos Tola o Vaca protegidos de la fuerte
radiación solar crecen hierbas tiernas, tales como los Tréboles
y las Peladillas. Otros vegetales adaptados a la sequedad del clima son
las cactáceas que almacenan agua en sus tejidos. Ejemplo de ello
es el Quepo, que en noviembre luce las flores amarillas más grandes
que se pueden observar en la región. Bordeando la laguna, por la
margen oeste y en considerable extensión de la zona norte y sur,
cubre el suelo la Brama, cuya adaptación al medio consiste en morir
durante la época de sequía y aguardar el tiempo favorable
en estado de semilla al nivel del suelo, aún por varios años,
para cumplir luego su ciclo vital en menos de un mes.
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