Los caminos divergentes

Aunque Buenos Aires se opuso a la aceptación del acuerdo de San Nicolás, no enarboló una bandera contraria a la organización nacional, sino que hizo suya también esa bandera, principalmente por intermedio de portavoces como Bartolome Mitre.



Los caminos hacia la organizacion nacional

Ni los métodos ni los caminos eran los mismos, pero la meta era común a trece provincias que firmaron el Acuerdo y a la que lo rechazó, casi instintivamente, antes de razonar los motivos del rechazo y de elaborar el andamiaje intelectual y político para justificar la actitud adoptada.

Urquiza había decretado el 28 y el 31 de agosto la apertura de los ríos al comercio internacional, creando además de la aduana de Buenos Aires, las de Corrientes, Paraná, Concepción del Uruguay y Rosario; también suprimió un derecho diferencial de 25 % que cobraba Buenos Aires desde 1836 a las mercaderías del exterior llegadas por reembarque y transbordo desde Montevideo.

El localismo porteño y la tradición rectora de Buenos Aires resistieron a la dirección suprema del provinciano Urquiza, y el encadenamiento penoso de las circunstancias hizo posible un período de diez años de discordia civil, desde el 11 de setiembre de 1852 hasta la batalla de Pavón en 1861. 

Dama de la epoca

Dama porteña a mediados del siglo XIX con un traje calle, la moda del momento provenía en general de Europa 

Las diferencias doctrinarias fueron más formales que de esencia; los procedimientos y los centros de irradiación del mismo deseo de un régimen político federal fueron diversos. La disputa fue encarnizada y simbolizada por dos hombres; Urquiza y Mitre; uno quería llegar a la fundación del derecho por la vía de los hechos existentes; otro propiciaba la vía del derecho para llegar a la consumación de los hechos.

Las fuerzas que coincidieron en el triunfo de Caseros no eran homogéneas y no podían olvidar fácilmente su pasado reciente, unos la obsecuencia ante la tiranía, otros su calidad de víctimas de ella. Mitre escribió que en Caseros triunfó una de las ramas del viejo partido federal, a la que se sumaron incondicionalmente los proscriptos. Se unieron para derribar al régimen, pero no mantuvieron la unión en, la reconstrucción del país. La recomendación de José Mármol, al hacerse cargo de la redacción de El Progreso, en junio de 1852, no fue tenida en cuenta; Mármol proponía que Urquiza se apoyase en Buenos Aires y Buenos Aires en Urquiza para colaborar libertador y libertados en el logro de la misma aspiración.

La idea de un régimen político federativo había hecho su camino; los viejos unitarios, si es que habían quedado restos de ellos en actividad, no hicieron manifestaciones ostensibles de oposición a esa perspectiva, aunque los hechos de la discrepancia llevasen a otros extremos deplorables.

Urquiza había predicado la fusión de los partidos y el olvido del pasado, pero su modo de ser autoritario despertó recelos y desconfianza; su dominio en Entre Ríos era absoluto, estaba habituado a mandar y a hacerse obedecer sin oposición alguna. La supresión de la legislatura bonaerense el 24 de junio, la clausura de 'las imprentas, la prisión y el destierro de sus adversarios notorios, cierta inclinación a los hombres significados por su apego a Rosas y su escasa compenetración con los hombres nuevos de Buenos Aires, que sobresalían por sus cualidades intelectuales y por su prestigio popular, etc., todo eso llevó al 11 de setiembre, que concretaba una política de orientación liberal y una reacción contra el avasallamiento de la autonomía provincial. La defensa de la autonomía provincial no fue inferior a la que sostuvieron tantos arios los llamados caudillos contra toda pretensión unitaria de Buenos Aires, aunque haya sido movida por otras ideas, sentimientos e intereses.

Buenos Aires no quiso transigir con los representantes del próximo pasado, todavía fuertes y todavía en pie en la mayor parte del país y que en cualquier momento podían levantarse de nuevo contra la organización nacional; quería fundar la Constitución en el ejercicio de las libertades democráticas y no mediante los elementos integrantes de la inorganicidad política de la época que se quería superar; rehusaba la fusión con quienes habían sido instrumentos fieles y activos de la dictadura y exigía nuevas fuerzas para afianzar las demandas de la época nueva, lo que no impidió el abrazo de los proscriptos con los rosistas más representativos en el Coliseo.