Política exterior

El gobierno de Illia combinó la vieja tradición yrigoyenista de “idealismo” y “universalismo” con el discurso desarrollista de su antecesor Frondizi

El primer componente se evidenció en las constantes referencias de Illia y de su canciller Miguel Angel Zavala Ortiz a un orden universal pacífico, basado en la justicia y no en el criterio realista del equilibrio de poder, y al americanismo. A su vez, el componente desarrollista apareció en las referencias de ambos a la importancia de la Alianza para el Progreso, la necesidad de lograr la integración y el desarrollo a nivel nacional y continental, y la desigualdad de oportunidades económicas entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo como principal causa de conflicto global. Ambos componentes aparecieron claramente en el mensaje que el presidente Illia pronunció el 12 de octubre de 1963 -día de su asunción- ante la Asamblea Legislativa. Illia subrayó que:

(...) la paz ya no consiste sólo en el equilibrio de poder de las grandes potencias sino también en dar a las naciones sin desarrollo las oportunidades y los medios para hacer desaparecer la tremenda humillación de su desigualdad y de la miseria en que viven sus habitantes. Para universalizar la paz hay que universalizar el progreso y el bienestar. América no puede ser únicamente una nomenclatura geográfica, sino que tiene que ser una unidad activa orientada y orientadora, complementaria de un orden universal. Volvemos, pues, a la preocupación de Hipólito Yrigoyen para afirmar “la emancipación de nuestros gobiernos en cuanto a su política exterior” y para que “esta parte del mundo pueda hacer sentir que si toma una decisión es por su propia voluntad libre. 
(...) Nosotros creemos, con profunda fe, en los fines de la Alianza para el Progreso. Podemos decir que el programa de la Alianza es el programa que piensa seguir nacionalmente el Gobierno que hoy se inicia. Estamos totalmente dispuestos a hacer el esfuerzo propio. Por eso mismo consideramos que si no se latiniza la dirección del desarrollo continental, seguiremos dependiendo de un esfuerzo ajeno para llevar a cabo nuestro desarrollo. 
(...) No habrá, para nosotros, países grandes que debamos seguir ni países chicos que debamos dirigir. Habrá solamente pueblos y seres humanos igualmente respetables, a cada uno de los cuales ofrecemos una amistad sin prevenciones. 
Pacífica, pero incansablemente, seguiremos procurando la integración del territorio patrio. Queremos que la geografía nacional sea efectiva en las Malvinas y en la Antártida Argentina(...)


Primeras palabras de los Presidentes Charles de Gaulle y Arturo Illia en el Aeroparque de Buenos Aires, el 3 de octubre de 1964.

Primeras palabras de los Presidentes Charles de Gaulle y Arturo Illia en el Aeroparque de Buenos Aires, el 3 de octubre de 1964.
Francia y Argentina celebrarán próximamente el 50 aniversario de la histórica visita oficial del Presidente de la República francesa Charles De Gaulle a 10 países de América del Sur. Por primera vez, un Presidente de la República francesa venía a la Argentina: visitó la ciudad de Buenos Aires los 3, 4, 5 de octubre y la ciudad de Córdoba el 6 de octubre de 1964. En esta oportunidad se firmó el acuerdo de cooperación cultural, científica y técnica entre ambos países que sigue rigiendo la cooperación franco-argentina.

Los componentes yrigoyenista y desarrollista aparecieron nuevamente en el mensaje presidencial del 1º de mayo ante el Congreso correspondiente al año 1964, en el que Illia sostuvo que 

No creemos en dos mundos contradictorios. Fiel a una visión universalista, unitiva y cristiana, creemos que no hay ni habrá más que un solo mundo cada vez más cercano e íntimo. Nuestra tarea está en mejorarlo, antes que astillarlo. Mejorarlo procurando la paz entre las naciones, la igualdad entre los pueblos, el respeto de sus soberanías, el reconocimiento de los derechos humanos, la institucionalización universal de la libertad, la plena vigencia de los derechos sociales y la mejor distribución de los ingresos internacionales. 

Asimismo, los elementos mencionados se evidenciaron en el discurso del canciller Miguel Angel Zavala Ortiz, quien el 21 de octubre de 1963 destacó que 

(...) la política exterior debe tener la ideología de la Nación misma y ser la expresión de la vocación democrática del pueblo (...) (debe ser una) (...) política exterior universalista, sin perjuicio de ser regional, americanista, para lo cual se dará el más decidido apoyo a la Organización de Estados Americanos, a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y a la Alianza para el Progreso. 
(...) debemos ir saliendo de la política de poder para marchar hacia la política de justicia. Estamos seguros que cada día la justicia será el poder más fuerte de la humanidad”. 

En un discurso televisado el 2 de febrero de 1965, el canciller Zavala Ortiz nuevamente hizo alusión a los ideales universalista, latinoamericanista-yrigoyenista y desarrollista que guiaban su política exterior, al sostener que:

La ilusionada mención de un segundo o un tercer mundo no deja de ser una metáfora que puede ubicarnos fuera de la realidad universal y alejarnos de la responsabilidad que tenemos de vivir y mejorar el único mundo que existe (...)
(...) Es cierto (...) que hay quienes fomentan una división entre países satisfechos y países necesitados, pero también es cierto que suele haber causas para esa separación que siempre será lamentable para la paz y la libertad. En efecto, los grandes países satisfechos tienen como preocupación fundamental la defensa, en cierta medida importante, de la paz. La defensa condiciona los otros problemas. En cambio, los países pequeños, los insatisfechos, tienen como preocupación fundamental el desarrollo y pretenden condicionar a él su política internacional e interna. La necesidad a veces es tan fuerte, que no les preocupa ni la ideología, ni siquiera la paz como objetivo, pues están dispuestos a aceptar cualquier sistema y aun la guerra esperanzados en que detrás del cambio sobrevendrá el mejoramiento que necesitan. El mundo occidental abrumado por el temor del comunismo se ha dejado absorber de tal manera por los planes de defensa que ha ido perdiendo posiciones en el mundo de la necesidad. (...)  

Rechazando tanto la opción del imperialismo propuesta por Occidente -que por preocuparse por la contención militar de la subversión comunista no tomaba en cuenta las necesidades de desarrollo socio-económico de los países subdesarrollados- como la vía del satelismo propuesta por el mundo socialista, como formas de romper con el colonialismo y el atraso socio-económico, el canciller Zavala Ortiz proponía para América Latina el camino de la integración, en los siguientes términos:  

Nadie tiene derecho a exportar revoluciones (...) Nada ganaría la humanidad si terminamos con el colonialismo pero caemos en el satelismo. (...) Descartado que podemos elegir el camino del imperialismo o el del satelismo (...) nuestros países tienen que buscar una expansión mutua, una realización comunitaria por la vía de la integración. Sólo ésta nos podrá salvar de la dominación y del atraso.

Asimismo, los principios del idealismo krausista mezclados con cierto toque desarrollista se pusieron de manifiesto en las palabras que el canciller pronunciara ante el presidente del Círculo Militar y funcionarios diplomáticos en enero de 1966:


(...) Y ahora tenemos que reconocer que estamos en una hora que podríamos llamar una hora de justicia. Todos los pueblos se manifiestan con un afán emancipador; todos los días aparece una nueva comunidad humana despertada hacia la libertad; todos los años se incorporan tres o cuatro nuevos miembros a las Naciones Unidas y, lo que es muy significativo, ya no se puede seguir hablando de un mundo poblado de grandes potencias; ahora hay un mundo poblado de naciones. No hay ningún país lo suficientemente fuerte, ni hay ningún país totalmente débil, todos son fuertes y lo que le da fuerza al pequeño país -lo que a veces le hace parecer más fuerte todavía- es ese sentido de justicia que universalmente lo está protegiendo, lo está ayudando, lo está apoyando para enfrentar cualquiera otra fuerza material, económica o militar.  

Precisamente sería un error pensar que la principal lucha en este momento en el mundo es la competencia de tres países grandes, que podrían ser: Estados Unidos, Rusia y China. La fuerza dinámica más efectiva en este momento en la Política Internacional es la fuerza del crecimiento, el afán de desarrollo de los países. Es esa fuerza hacia el desarrollo, que encierra en sí nada más que un deseo de justicia, un deseo de moralidad en el mundo, la que está dando poder a los pueblos, y eso es lo que aprovechan algunos países que quieren expresar que son ellos los personeros o los defensores de ese sentido de justicia. Sería un error del mundo occidental si no tuviese en cuenta este valiosísimo elemento que se introduce en la Política Internacional y que por haber sido descuidado ha significado que países que enarbolan la justicia nada más que como elemento de captación hayan sacado del lado nuestro amigos que tuvimos en otro momento para la causa de Occidente. 

Este sentido moral a que ha hecho referencia el señor Presidente es el que nos da tanto orgullo a los argentinos en todo sentido: en su tradición, en su presente y en su propósito; respeto por todo, respeto por la justicia, respeto por la moralidad internacional, respeto por la soberanía nuestra y la de todos los pueblos, no intervención, autodeterminación libre de los pueblos, justicia para todos. Estos principios rectores, que son principios fundamentalmente morales, son los pilares de la Política Internacional Argentina y, al mismo tiempo, del prestigio Internacional Argentino. (...)

Por cierto, el propio presidente Illia compartió con el canciller Zavala Ortiz su total identificación con la política latinoamericanista pero a la vez universalista de su antecesor Yrigoyen, con énfasis en la importancia de la integración. En una entrevista que el 25 de octubre de 1963 le efectuara el corresponsal de la agencia Associated Press, John M. Hightower, Illia subrayó que

(...) Vamos a comerciar con todos los países del mundo con los cuales a la Argentina le convenga comerciar (...) no queremos hacer una política -diríamos- particular, en materia internacional. Queremos tener nuestro punto de vista, pero queremos llevar una política, en cuanto a América, donde estén todas las naciones americanas, y formar parte del conjunto internacional de naciones”. 

Finalmente, vale aclarar que la presencia de componentes del idealismo krausista, el latinoamericanismo-universalismo yrigoyenista y aun del propio desarrollismo en la política exterior de Illia no implicó una posición de neutralidad en el conflicto global vigente en ese momento entre las dos superpotencias. Muy por el contrario, y de acuerdo con las palabras del entonces ministro del Defensa del gobierno de Illia, Leopoldo Suárez

(...) el Gobierno de mi país desea actuar y lo hace como independiente que es, pero no como neutral. Esa neutralidad, que rehúso y niego (...) no se refiere a ningún conflicto bélico, del que afortunadamente está libre nuestro continente, sino a la lucha ideológica que divide al mundo por imperio constitucional, y porque así lo siente la mayoría de mi pueblo”.

Vista de Charles de Gaulle

Charles de Gaulle realizó en 1964 un extenso viaje por diez países latinoamericanos. En ese momento, gobernaba el país Arturo Humberto Illia, perteneciente a la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), en un contexto de proscripción del peronismo. El primer mandatario francés estuvo en Argentina entre el 3 y el 6 de octubre de ese año. Este artículo estudia las repercusiones de esa visita en las fuerzas políticas internas. La visita constituye un hecho histórico significativo para comprender el devenir de la inserción internacional del país y los debates internos al respecto, porque posibilita analizar los posicionamiento de distintas fuerzas económicas, sociales y políticas.