Siglos XVII y XVIII

En 1607, los jesuitas (que tenían su propio modo de distribución del territorio) dividen la primitiva provincia peruana y crean la "provincia paraguaya" con sede en la ciudad "argentina" de Córdoba (esta provincia religiosa comprendía entonces no sólo las tierras argentinas, sino también las chilenas, paraguayas y uruguayas). 

Desde ese año hasta su expulsión, en 1767, se suceden nueve cronistas oficiales de la orden jesuítica, tres de los cuales resultan particularmente importantes por sus obras históricas: Nicolás del Techo, autor de un libro originalmente escrito en latín y mucho más tarde traducido al español, Historia Paraquariae (1673, 1897); Pedro Lozano con sus Historia de la Compañía de Jesús (1754) e Historia de la conquista (publicada en 1873-75, aunque fue escrita junto con la anterior); y, finalmente, José Guevara, quien escribió la Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, obra inédita hasta que el italiano Pedro de Angelis la publicó en 1836 en su colección de documentos referentes al Río de la Plata. Otras obras de los jesuitas, de especial relevancia para la Argentina, son: Una descripción de la Patagonia y sus adyacencias en Sud América, del padre Tomás Falkner (inglés); Arte y vocabulario, gramática toba, del español Alonso de Barzana; e Historia civil del virreynato del Río de la Plata, del santafecino Francisco Iturri.

Ricardo Rojas señaló el carácter colectivo de la producción intelectual de los jesuitas, a la vez que destacó que "son los libros e instituciones nacidos de la ´conquista espiritual´ los que primero mostraron, en la alianza cristiana de las dos razas, la lenta impregnación". Más recientemente, el investigador Julio Schvartzman analiza en "Entrada misional y correría evangélica: la lengua de la conquista espiritual" (segunda parte del libro Cautivas y misioneros. Mitos blancos de la conquista, 1987) las operaciones lingüísticas e ideológicas realizadas por los misioneros en sus gramáticas, vocabularios, catecismos y confesionarios bilingües: la vinculación que existe entre una teoría misional específica para estas regiones y la creación de una jurisprudencia sobre repartimientos y encomiendas; el modo en que la labor lexicográfica y gramática va extirpando palabras del vocabulario americano, resemantizando términos, estimulando o imponiendo ciertos préstamos, desalentando otros; el modo en que la lengua de conquista fue ocupando posiciones ideológicas dominantes en la lengua conquistada. La conquista espiritual tuvo como objeto imperar sobre los cuerpos de los indígenas pero, ante todo, sobre sus costumbres, su lengua y sus credos. Las empresas de los conquistadores al Río de la Plata, en cambio, persiguieron con perseverante confianza la quimera de fabulosas riquezas de oro y plata, jamás encontradas. La literatura, a la vez que da cuenta del desencanto de tantos aventureros soñadores, lexicaliza esta fantasía en un nombre, "Argentina" (del latín, argentum, que significa ´plata´) con el que el clérigo Martín del Barco Centenera titula un extenso poema publicado en Lisboa en 1602: Argentina y conquista del Río de la Plata, con otros acaescimientos de los Reynos del Perú, Tucumán y estado del Brasil, texto comúnmente conocido como La Argentina. El poema de Centenera (estructurado en veintiocho cantos y compuesto por más de diez mil versos endecasílabos, dispuestos en octavas reales) acuña así el nombre de estas tierras, al tiempo que se ofrece no como obra lírica, sino como una "historia" veraz. "Poema histórico", en parte reitera los sucesos narrados por Luis de Miranda, Ulrico Schmidel y Pedro Hernández, pero se remonta también al descubrimiento del Plata y se extiende hasta la segunda fundación de Buenos Aires por Juan de Garay (1580), héroe paradigmático de este texto, como lo era Álvar Núñez Cabeza de Vaca en el de Pedro Hernández, y Domingo de Irala en el de Schmidel. Esta intención histórica está subrayada por las numerosas notas en prosa del autor, donde el texto se expande en precisiones o citas de fuentes. Sin embargo, el objetivo de "hacer historia" se cruza con la incorporación de episodios cuya lógica parece guiada por un recorte autobiográfico, haciendo derivar el texto hacia sucesos que tienen lugar en Perú -como la realización del primer concilio de Lima o un maremoto en el Callao-, episodios cuya inclusión se asienta en la fuerza del "yo vide". La inserción de relatos fantásticos, de leyendas y mitos de probable origen indígena y la transfiguración de sucesos, a través de hipérboles, corroen también la intención histórica, en fragmentos donde el poema se desliza hacia la invención. El carácter épico que busca la descripción de hazañas militares y combates se construye sobre la asimetría entre caciques indios que el texto evoca por sus nombres pero presenta invariablemente como traidores, siempre en fuga, y una heroicidad incuestionable por parte de los conquistadores españoles. La toponimia del Río de la Plata, con sus voces de origen indígena, se encabalga en estos versos junto a las referencias a la mitología clásica. "Poema del desencanto", según el rótulo propuesto por el crítico David Viñas, los sueños de oro y plata se revelan finalmente de piedra y barro.

Bajo un título similar -La Argentina manuscrita-, el militar Ruy Díaz de Guzmán finaliza en 1612 un escrito que deviene en la primera historia argentina. Este texto permaneció inédito durante más de dos siglos. Fue un italiano, el ya mencionado Pedro de Angelis, residente de Buenos Aires, quien, en 1835, lo publicó por primera vez en el interior de una importantísima y fundacional colección de documentos referentes al Río de la Plata. Ruy Díaz de Guzmán, mestizo, es el primer escritor criollo que, al proponerse escribir una historia, está investigando y narrando el pasado de su patria en una lengua nacional, producto del proceso de cruce entre el español peninsular y las lenguas indígenas. Hijo de padre español (Alonso Riquel de Guzmán) y madre india (Úrsula Irala), la genealogía de Ruy Díaz de Guzmán condensa gran parte de las tensiones que atravesaron el proceso de conquista y colonización americana. Ruy Díaz es nieto de Domingo de Irala y una de las siete indias paraguayas con las que éste convivió -por rama materna-, y sobrino nieto de Álvar Núñez Cabeza de Vaca -por rama paterna-. Encomenderos e indias, pues, se cruzan en su genealogía, al igual que enemistades políticas casi míticas (la de Irala y Álvar Núñez). Incluso el matrimonio de sus padres fue un recurso ideado para transformar a un enemigo político en yerno: Alonso Riquel, próximo a ser ejecutado por intentar el asesinato de Irala, recibe por parte de éste la promesa de un indulto si acepta el enlace con Úrsula, una de sus hijas mestizas.

La Argentina manuscrita está precedida por una dedicatoria al duque de Medina Sidonia como "fruta primera de tierra tan inculta y estéril y falta de educación y disciplina". El autor, orgulloso de sus ascendientes españoles, silencia su otro origen, el indígena, y como gesto ofrece el texto al destinatario aristócrata.

A pesar de que el manuscrito original se ha perdido, el libro se conoce a través de varios códices. Entre ellos se registran divergencias, pero todos concuerdan en la división del texto en tres partes: la primera comienza con el descubrimiento del Plata hasta la actuación de Irala; la segunda se inicia con la llegada de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y finaliza con la del obispo Latorre; la tercera abarca el período entre 1555 hasta la fundación de la ciudad de Santa Fe. Se maneja la hipótesis de que existía todavía una cuarta parte, pero de ser así, fue extraviada. Si un plan certero de investigación y exploración en el pasado guía la escritura de esta historia, ésta incluye también episodios de veracidad incierta: son estos episodios, precisamente, los que mostrarán una indudable productividad literaria. Los capítulos XII y XIII narran la historia de "La Maldonada", una mujer que, desesperada por el hambre, abandona el fuerte, auxilia a una leona en su parto y es defendida y cuidada por ella cuando las autoridades -en castigo por el abandono del fuerte- la atan a un árbol a leguas de la ciudad para que perezca de sed y hambre. Esta trama será recreada en el siglo XIX, aunque no con la recurrencia con que se reescribe la historia de Lucía Miranda (capítulo VII), una española que provoca la "pasión desordenada" de uno de los caciques indios. Este amor -según el relato de Guzmán- desencadena primero la destrucción del fuerte fundado por Sebastián Gaboto y el asesinato de los españoles que lo ocupaban, sólo con el objeto de secuestrar a Lucía, quien -tiempo después- muere en una hoguera, castigada por el cacique que no pudo tolerar que ésta no lo amara, mientras el marido español (Sebastián Hurtado) era "fusilado" a flechazos.

En "Conquista y mito blanco", primera parte del libro Cautivas y misioneros. Mitos blancos de la conquista (1987), la investigadora Cristina Iglesia analiza el mito de Lucía Miranda y las diversas reescrituras que, a lo largo de varios siglos y en géneros muy diferentes (el teatro, la crónica, la novela), se realizaron a partir de su inclusión en La Argentina manuscrita de Ruy Díaz de Guzmán. El equilibrio imposible entre las razones blancas y las razones indias -propone Cristina Iglesia- se conjuga en el mito de una cautiva blanca que nace, en la literatura argentina, sobre la abrumadora realidad de la cautiva india. (La figura de la cautiva blanca será retomada, en el siglo XIX, por los escritores Esteban Echeverría, Lucio V. Mansilla, Eduardo Mansilla; y en el XX por Jorge Luis Borges y César Aira, entre muchos otros).

Si el "Romance elegíaco" de Luis de Miranda y La Argentina de Barco Centenera resultan las primeras producciones en verso de la literatura colonial, el cordobés Luis de Tejeda (1604-1680) puede ser considerado el primer poeta argentino. Hijo de un rico encomendero, Tejeda tuvo una educación cuidada en el colegio de los jesuitas: fue militar en los primeros años de su juventud y, ya viudo y con sus cinco hijos lejos, entró de lego en el Convento de Predicadores, para dedicarse a la vida religiosa. Escribió una obra en verso, El peregrino en Babilonia, probablemente hacia 1663, y una serie de poesías de carácter religioso comúnmente denominadas bajo el título Poesías místicas. Según su propio testimonio, debió de dedicarse a la producción poética desde su juventud, pero estas obras fueron publicadas por primera vez en 1916, cuando Ricardo Rojas las descubre; hasta este año, sus versos circularon a través de unas pocas copias manuscritas.

El peregrino en Babilonia es una suerte de confesión autobiográfica en verso. El sujeto poético recuerda las aventuras eróticas de su juventud, en episodios casi novelescos donde se narran las peripecias que rodean sus conquistas y amoríos -aun después de haber contraído matrimonio- y su vida militar en enfrentamientos contra los holandeses que habían invadido Buenos Aires (1625), portugueses y distintas tribus de indios. Suerte de confesión pública de intención didáctico-moralizadora, a esta zona del poema escrita a modo de romance (1332 octosílabos), le suceden versos más solemnes (silvas que reúnen endecasílabos y heptasílabos rimados), que evocan su conversión y arrepentimiento; el tono lírico sucede entonces al tono narrativo del comienzo.


Manuel José de Lavardén (1754-1810) es la figura literaria más representativa de la Buenos Aires virreinal. En 1778, de regreso de la Universidad de Chuquisaca, se presenta ante los círculos porteños con un Discurso en el colegio carolino. En 1786 escribe una "Sátira" contra el ambiente literario de Buenos Aires, donde se expresan las tensiones entre la ausencia de un ambiente cultural la ciudad porteña y el hueco prestigio de los versificadores de Lima: "Pues cualquier mulatillo palangana/ con décimas sinnúmero remite/ a su padre el Márqués una banana". En 1789 estrena en el teatro recientemente creado por el virrey Vértiz la primera pieza dramática "argentina", que lleva por título Siripo. La obra (hoy en gran parte extraviada, a excepción de un segundo acto) recrea el mito de Lucía Miranda y se presenta con un éxito persistente, pues todavía varios años más tarde (1813, 1816) continúa siendo representada en los teatros de Buenos Aires y Montevideo. El 1º de abril de 1801, en el primer periódico de Buenos Aires, El telégrafo mercantil, se publica su poema más famoso, la "Oda al Paraná", texto neoclásico donde se incorpora a la vez la geografía rioplatense e invocaciones a los monarcas españoles. En 1801, también, Lavardén escribe el Nuevo aspecto del comercio en el Río de la Plata, ensayo de economía política.

Innumerables coplas, décimas, letrillas, romances, cielitos y glosas (en gran parte anónimas) circularon, reunidas en lo que se suele englobar como "Cancionero de las invasiones", a raíz de los ataques de los ingleses a Buenos Aires (1806-1807) y la reconquista de la ciudad, episodio que dio lugar, por ejemplo, a un "Romance" del padre Pantaleón Rivarola.

En 1824, Ramón Díaz publica una antología de poesías (muchas anónimas, otras de poetas ocasionales o con una obra moderada) donde recopila parte de una tardía producción poética virreinal y de los primeros años de la independencia. En ruptura con la cronología, La lira argentina se inicia y se cierra con dos textos de Vicente López y Planes (1785-1856): se inaugura con el "Himno Nacional" (1813) y se clausura con "El triunfo argentino" (1808), oda a través de la cual el autor celebraba la victoria sobre el invasor británico

Portada de la primera edición del poema La Argentina de Martín del Barco Centenera, 1602.
Portada de la primera edición del poema La Argentina de Martín del Barco Centenera, 1602.
Martín del Barco Centenera fue un clérigo español de origen extremeño que participó activamente en la conquista y colonización de la región del Río de la Plata. Se le recuerda especialmente por ser el autor del "poema histórico" (como el mismo lo denomina) Argentina y conquista del Río de la Plata con otros acaecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y el Estado del Brasil, en el cual aparece por primera vez el topónimo "Argentina" para denominar a esta región.
La obra fue publicada por primera vez en Lisboa por Pedro Crasbeeck, 1602.
 


Antonio Ruiz de Montoya fue un sacerdote jesuita que escribió de su experiencia en américa el libro Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañia de Jesus, en las Provincias del Paraguay, Parana, Urugay, y Tape. Madrid: Imprenta del Reyn
Antonio Ruiz de Montoya fue un sacerdote jesuita que escribió de su experiencia en américa el libro Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañia de Jesus, en las Provincias del Paraguay, Parana, Urugay, y Tape. Madrid: Imprenta del Reyno, 1639.
 



Arte de la lengua Guarani.
Arte de la lengua Guarani.
Obra escrita por el sacerdote Ruiz Montoya, impresa en el pueblo de Santa María Mayor en 1724


Primera página del poema Argentina y conquista del Río de la Plata,
Primera página del poema Argentina y conquista del Río de la Plata,
La palabra argentinum fue castellanizada como "Argentina" por primera vez, cuando en el año 1602, Martín del Barco Centenera (miembro de la expedición de Juan Ortiz de Zarate) publicó un poema referido a la historia del Río de la Plata, con el título "Argentina: la conquista del Río de la Plata".



Thomas Faulkner. escribio Descripción de la Patagonia,   Editado en 1772

Thomas Faulkner. escribio Descripción de la Patagonia,   Editado en 1772
Thomas Faulkner vivio en en el país durante los veintiocho años como misionero, ya como aficionado a la flora y fauna, y aun a la etnografía y arqueología, recorrió las provincias de Santiago del Estero, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, y según parece, parte de la Pampa.  Nunca estuvo en las Misiones de Guaraníes ni en la Patagonia actual, y si se refiere a sus viajes patagónicos, ellos no son sino los que realizó al sur del río Salado, donde comenzaba para él, y sus coetáneos, la Patagonia.



Oda al Paraná
Oda al Paraná
Escrita por abogado, docente, dramaturgo y periodista rioplatense Manuel José de Lavardén que fue  destacado precursor de la Revolución de Mayo. Su obra más conocida fue la “Oda al Paraná”, publicada en el primer número del Telégrafo Mercantil, periódico fundado por Francisco Cabello y Mesa en 1801, a instancias de Manuel Belgrano, y que fue el primer periódico de Buenos Aires. Era una composición netamente neoclásica.