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 | VII. Pelea con el moreno
        
       188De carta de más me vía
 sin saber a donde dirme;
 mas 
      dijeron que era vago
 y entraron a perseguirme.
 189Nunca se achican los males,
 van poco a poco 
      creciendo,
 y ansina me vide pronto
 obligado a andar juyendo.
 190No tenía mujer ni rancho
 y a más, era resertor;
 no 
      tenía una prenda güena
 ni un peso en el tirador
 191a mis hijos infelices
 pensé volverlos a hallar,
 y 
      andaba de un lao al otro
 sin tener ni qué pitar.
 192Supe una vez por desgracia
 que había un baile por 
      allí,
 y medio desesperao
 a ver la milonga fui.
 193Riunidos al pericón
 tantos amigos hallé,
 que alegre 
      de verme entre ellos
 esa noche me apedé.
 194Como nunca, en la ocasión
 por peliar me dio la 
      tranca.
 Y la emprendí con un negro
 que trujo una negra en 
      ancas.
 195Al ver llegar la morena,
 que no hacía caso de 
      naides,
 le dije con la mamúa:
 va–ca–yendo gente al baile.
 196La negra entendió la cosa
 y no tardó en 
      contestarme,
 mirándome como a un perro:
 más vaca será su madre.
 197Y dentró al baile muy tiesa
 con más cola que una 
      zorra,
 haciendo blanquiar los dientes
 lo mesmo que 
mazamorra.
 198!Negra linda!– Dije yo.
 Me gusta– pa la carona;
 y 
      me puse a champurriar
 esta coplita fregona:
 199a los blancos hizo Dios,
 a los mulatos san pedro,
 a 
      los negros hizo el diablo
 para tizón del infierno.
 200Había estao juntando rabia
 el moreno dende 
      ajuera;
 en lo escuro le brillaban
 los ojos como linterna.
 201Lo conocí retobao,
 me acerqué y le dije 
      presto:
 po–r–rudo que un hombre sea
 nunca se enoja por esto.
 202Corcovió el de los tamangos
 y creyéndose muy 
      fijo:
 ¡más porrudo serás vos,
 gaucho rotoso!, Me dijo.
 203Y ya se me vino al humo
 como a buscarme la hebra,
 y 
      un golpe le acomodé
 con el porrón de ginebra.
 204Ahi nomás pegó el de hollín
 mas gruñidos que un 
      chanchito,
 y pelando el envenao
 me atropelló dando 
      gritos.
 | 205Pegué un brinco y abrí cancha
 diciéndoles: 
      caballeros,
 dejen venir ese toro.
 Solo nací– solo muero.
 206El negro, después del golpe,
 se había el poncho 
      refalao
 y dijo: vas a saber
 si es solo o acompañado.
 207Y mientras se arremangó,
 yo me saqué las 
      espuelas,
 pues malicié que aquel tío
 no era de arriar con las 
      riendas.
 208No hay cosa como el peligro
 pa refrescar un 
      mamao;
 hasta la vista se aclara
 por mucho que haiga chupao.
 209El negro me atropelló
 como a quererme comer;
 me 
      hizo dos tiros seguidos
 y los dos le abarajé.
 210Yo tenía un facón con s,
 que era de lima de 
      acero;
 le hice un tiro, lo quitó
 y vino ciego el moreno;
 211y en el medio de las aspas
 un planazo le 
      asenté,
 que lo largué culebriando
 lo mesmo que buscapié.
 212Le coloriaron las motas
 con la sangre de la 
      herida,
 y volvió a venir jurioso
 como una tigra parida.
 213Y ya me hizo relumbrar
 por los ojos el 
      cuchillo,
 alcanzando con la punta
 a cortarme en un carrillo.
 214Me hirvió la sangre en las venas
 y me le afirmé al 
      moreno,
 dándole de punta y hacha
 pa dejar un diablo menos.
 215Por fin en una topada
 en el cuchillo lo alcé,
 y 
      como un saco de güesos
 contra un cerco lo largué.
 216Tiró unas cuantas patadas
 y ya cantó pal 
      carnero:
 nunca me puedo olvidar
 de la agonía de aquel negro.
 217En esto la negra vino
 con los ojos como ají
 y 
      empezó la pobre allí
 a bramar como una loba.
 Yo quise darle una 
      soba
 a ver si la hacía callar,
 mas pude reflesionar
 que era malo 
      en aquel punto,
 y por respeto al dijunto
 no la quise 
      castigar.
 218Limpié el facón en los pastos,
 desaté mi 
      redomón,
 monté despacio y salí
 al tranco pa el cañadón.
 219Después supe que al finao
 ni siquiera lo velaron,
 y 
      retobao en un cuero,
 sin rezarle lo enterraron.
 220Y dicen que dende entonces,
 cuando es la noche 
      serena
 suele verse una luz mala
 como de alma que anda en 
      pena.
 221Yo tengo intención a veces,
 para que no pene 
      tanto,
 de sacar de allí los güesos
 y echarlos al 
      camposanto.
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