Las monedas en el  Norte

Como consecuencia directa de la invasión de macuquinas falsas, el gobernador Aráoz decidió, en 1820, fundar un Banco de Rescate y Amonedación, uno de cuyos fines era emitir moneda propia, lo que coincidía, además, con la decisión de independizar la provincia bajo el nombre de República de Tucumán.

 

Diferentes tipos de pesetas tucumanas con fecha anómalas.

Las acuñaciones comenzaron hacia julio de 1820, con la cooperación del tallista potosino Pedro Benavídez, quien abrió los cuños para las nuevas piezas, y el fundidor José Rubira. La primera partida no excedió de los 500 marcos de plata en piezas de a 2 reales, que ostentaban el tipo de la macuquina de Potosí, aunque con diferencias notables en los castillos y leones, mucho más esmerados.

La revolución del 28 de agosto de 1821 terminó con la República de Tucumán, y si bien las emisiones continuaron algún tiempo más a cargo de Luis Basail, el Banco fue disuelto. Las monedas tucumanas circulantes eran en su mayoría de baja ley, con destacada proporción de cobre o estaño que, en muchas, llegaba al cincuenta por ciento.

Aráoz vuelve al poder en marzo de 1822, y dicta varias medidas para solucionar el abuso, imponiendo penas de destierro a los falsificadores v curso forzoso a toda macuquina, va fuera federal auténtica o falsificada. Pero más tarde se limita la circulación solamente a piezas de buena ley, prohibiéndose las que a simple vista aparentasen ser de cobre o estaño. En 1823 la moneda federal se había depreciado en un cien por ciento, situación que se reconoció oficialmente al año siguiente cuando el nuevo gobernador, Javier López, decretó su retiro de la circulación.

Todas las macuquinas tucumanas llevan fechas anómalas. Las más abundantes son las que muestran los números 752; otros ejemplares más escasos ostentan 577, 257 y 758. Al parecer, sólo fueron acuñadas en el valor de 2 reales.

Por su parte, Santiago del Estero -que también sufría la circulación de macuquinas falsas- resolvió en 1823, durante el gobierno de Juan Felipe Ibarra, establecer un cuño provincias. Si las monedas falsas más abundantes eran las pesetas tucumanas, en Santiago se pretendía batir plata de buena ley, pues el gobierno entendía que la mala moneda había perturbado gravemente todas las relaciones comerciales.

La acuñación santiagueña se inició así, en medio de grandes perspectivas, con un primer aporte de plata proveniente del extinguido Convento de la Merced. Aunque todas las piezas llevaban la fecha de 1823, se sabe que las labraciones continuaron en los dos años ulteriores, por lo menos, aunque existen indicios de que, en pequeñas partidas, se siguió troquelando hasta 1827. No obstante, la rareza de estas monedas parece indicar que la emisión santiagueña fue exigua, y aunque se deseaba acuñar reales y medios reales de plata buena, en verdad las piezas contenían sólo un veinte o treinta por ciento, a lo sumo, de plata fina, afectando así un subido color plomizo.

Tampoco se libraron los santiagueños de las falsificaciones: el francés Michel Sauvage, que la intentó en 1825, fue detenido al encontrárselo en plena tarea; el gobernador lo condenó a la pena de azotes en la plaza pública.

Aunque las emisiones santiagueñas eran admitidas con reservas por su baja ley, al parecer no fueron retiradas de la circulación, lo que se demuestra por el excesivo desgaste de la mayoría de los ejemplares.

Tostón de 4 reales atribuido a la ceca de Mendoza de fecha 1823 y forma casi circular.

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Moneda de 2 reales de 1823 atribuido a la casa de Moneda de Mendoza.

En 1836, durante el segundo gobierno de Ibarra, se insistió en la conveniencia de una nueva emisión. Esta vez sólo se batieron monedas de 1 real, que fueron retiradas -junto con las acuñaciones febles (moneda falta de peso o ley) anteriores- sólo en 1846.

Las monedas santiagueñas muestran en su anverso un sol dentro de una guirnalda de laurel, y en el reverso dos flechas en sotuer; a la izquierda S y a la derecha E, la fecha debajo y el valor arriba.Las de 1836 presentan una variación en el anverso: un gorro sostenido por una pica dentro de una guirnalda de laurel abierta en la parte superior; en lo alto, un sol radiante.