Las monedas en el Norte Como consecuencia directa de la invasión de macuquinas falsas, el gobernador Aráoz decidió, en 1820, fundar un Banco de Rescate y Amonedación, uno de cuyos fines era emitir moneda propia, lo que coincidía, además, con la decisión de independizar la provincia bajo el nombre de República de Tucumán.
La revolución del 28 de agosto de 1821 terminó con la República de Tucumán, y si bien las emisiones continuaron algún tiempo más a cargo de Luis Basail, el Banco fue disuelto. Las monedas tucumanas circulantes eran en su mayoría de baja ley, con destacada proporción de cobre o estaño que, en muchas, llegaba al cincuenta por ciento. Aráoz vuelve al poder en marzo de 1822, y dicta varias medidas para solucionar el abuso, imponiendo penas de destierro a los falsificadores v curso forzoso a toda macuquina, va fuera federal auténtica o falsificada. Pero más tarde se limita la circulación solamente a piezas de buena ley, prohibiéndose las que a simple vista aparentasen ser de cobre o estaño. En 1823 la moneda federal se había depreciado en un cien por ciento, situación que se reconoció oficialmente al año siguiente cuando el nuevo gobernador, Javier López, decretó su retiro de la circulación. Todas las macuquinas tucumanas llevan fechas anómalas. Las más abundantes son las que muestran los números 752; otros ejemplares más escasos ostentan 577, 257 y 758. Al parecer, sólo fueron acuñadas en el valor de 2 reales. Por su parte, Santiago del Estero -que también sufría la circulación de macuquinas falsas- resolvió en 1823, durante el gobierno de Juan Felipe Ibarra, establecer un cuño provincias. Si las monedas falsas más abundantes eran las pesetas tucumanas, en Santiago se pretendía batir plata de buena ley, pues el gobierno entendía que la mala moneda había perturbado gravemente todas las relaciones comerciales. La acuñación santiagueña se inició así, en medio de grandes perspectivas, con un primer aporte de plata proveniente del extinguido Convento de la Merced. Aunque todas las piezas llevaban la fecha de 1823, se sabe que las labraciones continuaron en los dos años ulteriores, por lo menos, aunque existen indicios de que, en pequeñas partidas, se siguió troquelando hasta 1827. No obstante, la rareza de estas monedas parece indicar que la emisión santiagueña fue exigua, y aunque se deseaba acuñar reales y medios reales de plata buena, en verdad las piezas contenían sólo un veinte o treinta por ciento, a lo sumo, de plata fina, afectando así un subido color plomizo. Tampoco se libraron los santiagueños de las falsificaciones: el francés Michel Sauvage, que la intentó en 1825, fue detenido al encontrárselo en plena tarea; el gobernador lo condenó a la pena de azotes en la plaza pública. Aunque las emisiones santiagueñas eran admitidas con reservas por su baja ley, al parecer no fueron retiradas de la circulación, lo que se demuestra por el excesivo desgaste de la mayoría de los ejemplares.
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