| Fundó el 
            Museo de Historia Nacional y una escuela secundaria para varones. Sofocó con firmeza la rebelión de los patricios (Rebelión 
            de las Trenzas) y la de Martín de Alzaga; en 1814, el director 
            supremo don Gervasio Posadas envió a él y a Manuel Belgrano 
            a Europa para pedir ayuda para lograr la independencia de las colonias, 
            posiblemente con protección británica; se vieron involucrados 
            en el proyecto fallido de Manuel de Sarratea para establecer la monarquía 
            independiente de las Provincias Unidas, con Francisco de Paula en 
            el trono; pasó varios años en Londres y viajando por 
            Europa, que se estaba reconstruyendo luego de la derrota de Napoleón 
            en Waterloo; regresó a Buenos Aires, convencido de que Europa 
            no ayudaría a las colonias españolas contra los firmes 
            esfuerzos de Fernando VII por recuperarlas.
 Fue el ministro predominante en el gabinete de Martín Rodríguez 
            en 1821; estaba resuelto a asegurar el reconocimiento internacional 
            de la independencia argentina, a ubicar a la nación que acababa 
            de surgir de la anarquía (1820) bajo un gobierno constitucional 
            fuertemente centralizado y a institucionalizar y desarrollar su vida 
            política, económica, social y cultural de acuerdo con 
            los modelos y las ideologías de la Europa contemporánea. 
            En los siguientes seis años, obtuvo estos logros: comenzó 
            con una amplia ley de amnistía que permitía el regreso 
            de los exiliados políticos argentinos; aseguró el reconocimiento 
            de la independencia argentina por muchas naciones tales como Portugal, 
            Brasil, Estados Unidos y Gran Bretaña y firmó el tratado 
            de amistad, comercio y navegación con la última; abolió 
            el Cabildo de Buenos Aires como fuente de disturbios políticos 
            a causa de su reciente complicación en los asuntos nacionales; 
            definió los límites de los poderes ejecutivo, legislativo 
            y judicial; convocó un Congreso Nacional Constituyente (1824) 
            que lo eligió presidente de la Nación en 1826 y elaboró 
            la Constitución de ese mismo año.
 Con la nueva relación entre el gobierno y la Iglesia aún 
            inestable y la disciplina eclesiástica relajada introdujo una 
            serie de reformas en esa materia que apuntaban a una mayor secularización, 
            incluyendo la abolición de los fueros especiales, de los diezmos 
            y otras contribuciones a la Iglesia; los cementerios pasaron a la 
            jurisdicción civil; creó la Sociedad de beneficencia 
            tomando como modelo la Junta de las Damas de Madrid y secularizó 
            las órdenes monásticas; recibió la ayuda de otros 
            liberales como Manuel García, Cosme Argerich, Manuel Moreno 
            y el aporte financiero de los Anchorena, Lezica, Sáenz Valiente, 
            McKinlay y otras familias poderosas y ricas, tanto criollas como británicas; 
            disponiendo del capital británico, ahora que reinaba la paz 
            y el orden, se dedicó a fortalecer el crédito argentino 
            y a desarrollar y diversificar su economía.
 En 1822, declaró la autoridad del Estado sobre las transacciones 
            de propiedad privada y tierras públicas; implantó el 
            sistema de enfiteusis de distribución y uso de la tierra; creó 
            el Banco Nacional que gestionaría el préstamo de la 
            Baring Brothers; estimuló la agricultura, la minería, 
            las operaciones bancarias, la cría de ovejas y el comercio; 
            utilizó los préstamos para el programa de obras públicas, 
            en especial para modernizar la ciudad de Buenos Aries; inició 
            la construcción del puerto en Ensenada; mientras tanto, había 
            fundado la Universidad de Buenos Aires y estimuló la enseñanza 
            de las nuevas doctrinas económicas y filosóficas en 
            el Colegio de San Carlos; para acelerar todos los procesos de cambio, 
            trajo a tantos expertos europeos (generalmente contratados) como le 
            fue posible, desde técnicos hasta profesores; alentaba la esperanza 
            de organizar colonias agrícolas para ocupar las tierras vacías 
            y compró barcos para el comercio fluvial.
 Durante el período 
            de su presidencia (1826-1827) también hizo frente a la guerra 
            con el Brasil, provocada por las rivalidades en el Uruguay; aunque 
            muchos veteranos de la guerra de la independencia estaban dispuestos 
            a luchar, la guerra fue poco popular y Rivadavia envió a Manuel 
            José García para que negociara la paz; este último 
            se excedió en sus instrucciones y comprometió la posición 
            argentina causando graves problemas a Rivadavia, quien inmediatamente 
            repudió la acción de García; para ese entonces, 
            Rivadavia había acumulado mucha oposición y hasta odios; 
            personalmente, nunca había gozado de popularidad y había 
            enfrentado a líderes como José de San Martín 
            y Juan Martín de Pueyrredón por cuestiones personales; 
            muchos unitarios de las provincias no estaban de acuerdo con su insistencia 
            en el predominio de Buenos Aires y los federales se oponían 
            a esto y a la centralización del gobierno por la Constitución 
            de 1826, que fue firmada pero no ratificada; los católicos 
            se sintieron agraviados por su política religiosa; Tucumán, 
            a las órdenes de Facundo Quiroga, ya había reaccionado 
            y, bajo el lema de "Religión o Muerte", había 
            vencido a las fuerzas pro Rivadavia en Catamarca, San Juan y Santiago 
            del Estero; en 1827, la provincia de Buenos Aires se enardeció 
            por la federalización de la ciudad de Buenos Aires que provocó 
            que aquélla perdiera la capital y el dominio del puerto nacional.Finalmente en julio de 1827, Rivadavia renunció como presidente 
            y se retiró a su finca en el campo y luego en 1829, alejado 
            definitivamente de la política, partió hacia España; 
            intentó regresar en 1834 pero no le permitieron desembarcar 
            (es bastante irónico que su único defensor en ese momento 
            fuera Quiroga); luego de una breve estadía en Uruguay y una 
            más prolongada en Río de Janeiro, se trasladó 
            a Cádiz, España, donde vivió modestamente y murió 
            en la pobreza; en 1857, sus restos fueron traídos a Buenos 
            Aires y enterrados el 4 de septiembre en el cementerio de la Recoleta 
            con gran ceremonia, en la que participaron Mitre, Sarmiento y Mármol; 
            en 1932 se trasladaron sus cenizas a un mausoleo construido en su 
            honor en la plaza Once de Septiembre (antes llamada Miserere) en Buenos 
            Aires.
 La evaluación de la contribución de Rivadavia al desarrollo 
            argentino es un tema aún polémico entre los historiadores 
            como lo fue entre sus contemporáneos; los argentinos unitarios 
            y liberales, como otros estudiosos occidentales, lo consideran una 
            persona con visión, un arquitecto de la nación, aduciendo 
            que la República Argentina se desarrolló sobre los lineamientos 
            proyectados por Rivadavia y que Buenos Aires se federalizó 
            y se convirtió en una ciudad dominante en todos los aspectos 
            de la vida nacional; los federales, los nacionalistas y otros afirman 
            que gran parte de la agonía política argentina del siglo 
            XIX se debe atribuir a la indiferencia de Rivadavia frente a las realidades 
            políticas y culturales y a su determinación de destruir 
            o distorsionar su identidad nacional y convertida en una copia de 
            los modelos europeos y que, sólo décadas después, 
            cuando la Argentina creó su propia organización política 
            nacional y la tecnología moderna unió la nación 
            e hizo posible la explotación de la nueva tierra y de los recursos 
            mineros, la Argentina pudo adoptar con comodidad esos elementos extranjeros 
            que quería usar; de cualquier forma, Rivadavia soñó 
            y trabajó para engrandecer su país y actualmente sus 
            compatriotas lo honran con admiración.
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