Del
oro al cuproníquel
Muerto el escultor Barré,
el ingeniero Castilla contrató con el grabador más renombrado de la
época, el francés Eugéne André Oudiné (1810-1887), el tallado de los
cuños para la moneda creada. Tanto las piezas de oro como las de plata
y cobre mostraban en su anverso un escudo argentino cargado de banderas,
con dos cañones al pie, y en el reverso una elegante cabeza de la Libertad,
con los cabellos sueltos al viento bajo el gorro frigio.
En su época se consideró
al argentino, acertadamente, una de las más bellas monedas nacionales.
Emitida sin interrupción desde 1881 hasta 1889, se acuñó una nueva y
última partida en 1896: desde entonces, no se amonedó oro en la Argentina.
Las piezas de 2,50 pesos fueron troqueladas en 1884, aunque por tratarse
de una moneda de difícil ejecución sólo se hicieron circular 421 ejemplares
(el total de argentinos, en cambio, fue de 6.343.022).
Las labraciones de plata,
iniciadas a fines de 1881, cesaron en 1884, sin que se hubiera acuñado
el valor de 5 centavos. Las monedas más raras de la serie fueron las
de 10 y 50 centavos batidas en 1881; de ellas se fabricaron 1.020 ejemplares
por cada una. Le siguen en escasez las de 20 centavos, con 2.018 unidades.
Mientras tanto, en 1885 fue decretada la inconversión y el curso forzoso
de los billetes, medida que se levantó en 1889, después de que el Congreso
(Ley 3871, del 31 de Octubre) asignara al peso papel valor de 44 centavos
de oro en lugar de los 100 centavos que tuviera a partir de 1881. Así,
1 peso oro se cotizó a 2,27 pesos papel (moneda nacional).
Las monedas de cobre,
de gran tamaño, se troquelaron en abundancia entre 1882 y 1896. En general,
son mucho más escasas las de un centavo, pues este valor representaba
sólo la tercera parte de lo fabricado en piezas de dos centavos. Es
interesante señalar que estos cobres, por ser de igual tamaño, peso
y aspecto que los acuñados en Europa por la Unión Monetaria Latina,
aunque de menor valor, eran exportados en altas cantidades a Francia,
Italia y España, motivando su escasez en nuestro país.
Interrumpidas todas las
acuñaciones en 1896, por antieconómicas, sobrevino una abrumadora demanda
de numerario menor para las transacciones. El Gobierno emitía entonces
billetes fraccionarlos de 5, 10 y 20 centavos; pero no sólo eran costosos,
sino que por su empleo excesivo se deterioraban con facilidad, lo que
obligaba a renovar continuamente las impresiones. La solución fue dada
por la Ley 3321 del 4 de Diciembre de 1895, que dispuso la acusación
de monedas de cuproníquel (75 por ciento de cobre y 25 por ciento de
níquel), en los valores de 5, 1 0 y 20 centavos y con un peso de 2,
3 y 4 gramos respectivamente.
La duración de estas monedas
se estimó en cuarenta años y su circulación resultó profusa, extendiéndose,
con algunas interrupciones, entre 1896 y 1942. Se denominaban vulgarmente
"níqueles", y los cospeles eran importados de Alemania y los
Estados Unidos, lo que suscitó problemas de aprovisionamiento durante
la primera y segunda guerras mundiales.
La serie se completó en
1941 con el valor de 50 centavos en níquel puro, pieza popularmente
bautizada de "chanchita", que tuvo una breve vida. En efecto,
el propio Banco Central -a cargo de las emisiones desde 1935-,
que había acuñado casi once millones de piezas, hizo fundirlas a fin
de vender el níquel en lingotes, debido a la demanda de este metal provocada
por la guerra.
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Ensayos de 1 centavo de
1935
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Junto a las monedas
de cuproníquel seguían circulando, en la década de 1930,
los viejos cobres de la Ley 1130, anticuados por su tamaño.
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Moneda de cobre con el escudo nacional labrada entre
1939 y
1950
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Como
culminación de estudios realizados en la materia, se sancionaron
en
1939 los decretos 29.159 y 45.560, que ordenaron reemplazarlos
por nuevas piezas más modernas de este metal. |
Los tipos propuestos,
del valor de 1 y 2 centavos, se componían de 95 partes de cobre, 4 de
estaño y 1 de zinc, mezcla considerada ideal. Las monedas llevaban el
escudo nacional (simple) en el anverso y el valor entre laureles en
el reverso. La aleación fue mantenida durante un tiempo, pero debió
ser abandonada y las piezas se batieron en cobre puro electrolítico;
el diseño, por esta razón, aparece generalmente en forma borrosa. Las
monedas de dos centavos dejaron de ser acuciadas en 1950,
mientras las de un centavo lo habían sido en 1948.

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Moneda de 20 centavos conmemorativa del "Año del
Libertador General San Martín"
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En
1942,
se intensificó la demanda internacional de níquel por las necesidades
bélicas y ello produjo sensibles mermas en las existencias de
cospeles del Banco Central. A fin de no interrumpir las labraciones,
y como medida de emergencia, el Decreto 119.976 dispuso emitir
piezas de 5, 10 y 20 centavos en discos nacionales de bronce de
aluminio.
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La nueva
moneda mostraba un moderno busto de la Libertad, grabado en
1940 por el escultor francés Lucien Bazor para un proyecto monetario
que fuera desechado entonces.
El centro del reverso,
de diseño más pobre, consignaba el valor, flanqueado por una espiga
de trigo y una cabeza de toro.
Estas piezas de bronce
de aluminio se acuciaron desde
1942 hasta 1950,
año en que, superado el problema, recomenzaron las labraciones en cuproníquel
con una serie conmemorativa del centenario de la muerte del general
José de San Martín. El prócer aparece en su ancianidad, tal como luce
en el daguerrotipo de París de 1848. Todas las monedas ostentaban la
leyenda AÑO DEL LIBERTADOR GENERAL SAN MARTIN, eran de excelente
factura técnica y se batieron en cospeles importados de Alemania Federal.
En
1951,
la Casa de Moneda -cuyas nuevas instalaciones, avenida Antártida Argentina
1385, fueron inauguradas el 27 de Diciembre de 1944-
renovó sus maquinarias incorporando volantes de acuñación de alta velocidad,
lo que permitió continuar hasta
1953 con las emisiones de cuproníquel sanmartinianas, suprimida
la leyenda conmemorativa del centenario. En
1953 se reemplazó ese metal por acero enchapado.
Entre
1952 y
1956 retornan las monedas de 50 centavos, troqueladas con el retrato
del Libertador. En ese último año, se graba en los cuños la antigua
efigie de la Libertad del artista Oudiné y se baten monedas de un peso
a partir de 1957.
En 1960,
la emisión corriente de este valor se alterna con una pieza en honor
del sesquicentenario de la Revolución de Mayo.
La progresiva aunque lenta
desvalorización de nuestro peso, condujo a la interrupción de las acusaciones
de monedas de baja denominación. Utilizándose cospeles de las anteriores
piezas de 20 y 50 centavos de acero enchapado en níquel, convertidos
de circulares en dodecagonales, aparecen en
1961 monedas de 5 pesos con la Fragata Sarmiento y en
1962 de 10 pesos con la estatua El Resero, del escultor Emilio Sarniguet.
En 1966,
se emitió una moneda de 10 pesos conmemorativa del sesquicentenario
de la Independencia, con vista de la histórica Casa de Tucumán.
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Proyectos de monedas de un peso acuñados en
1943
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Moneda de 1 peso acuñada a partir de
1957
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Moneda conmemorativa de 1 peso
1960 emitida en honor al Sesquicentenario de 1810
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Dos años antes habían
aparecido por primera vez monedas de un valor inédito: 25 pesos;
se utilizaron cospeles dodecagonales y llevaban la reproducción
de la primera moneda patria. En
1968 se hizo una pieza del mismo valor, recordatorio del centenario
de la asunción presidencial de Domingo Faustino Sarmiento.
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En esos años se había
ahondado la depreciación de nuestra divisa obligando a trabajar con
grandes guarismos. El ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena,
propuso y obtuvo la verificación de una reforma monetaria, basada en
la simplificación de las transacciones; se alegaba el equilibrio económico
logrado por haberse detenido el proceso inflacionario. "Tal circunstancia,
que se refleja en la estabilidad alcanzada en los niveles de precios,
ha permitido recuperar la solidez de la moneda argentina en el ámbito
internacional", se decía en los considerandos de la iniciativa.
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