Urquiza fiel a la promesa de 1851

La victoria de Caseros no hizo olvidar a Urquiza la promesa hecha al país en mayo de 1851, pues pocos días después comisionó al doctor Bernardo de Irigoyen, conocedor de las provincias del interior, para que visitase a los gobernadores más distantes y les explicase el propósito perseguido de organizar constitucionalmente al país, siguiendo lo expresado en el manifiesto del pronunciamiento y lo establecido en el pacto federal o tratado del litoral del 4 de enero de 1831.

La misión de Bernardo de Irigoyen

Bernardo de Irigoyen había sabido mantener su dignidad e independencia en la época de Rosas sin degradarse en extremos de obsecuencia. El 28 de febrero de 1852 le fueron firmadas las credenciales autorizándole a entrevistar a los gobernadores en nombre de Urquiza y a convenir con ellos la adopción "de todas las medidas y resoluciones que sean necesarias para la conservación del orden interior de dichas provincias que garantan la legitimidad de sus gobiernos y que puedan acelerar el venturoso día en que la Nación Argentina se organice libremente, bajo el sistema representativo federal por el que los pueblos han combatido".

El comisionado cumplió su cometido con éxito y cuando los representantes de las provincias del litoral, ligadas por el pacto federal de 1831, resolvieron convocar a los gobernadores a San Nicolás, como primer paso para la reunión de un congreso constituyente, concurrió la mayoría de ellos, dispuestos a colaborar en los planes de Urquiza y a propiciar el abrazo de los argentinos bajo la égida de instituciones liberales y justicieras.

Bernardo de Irigoyen

Los gobernadores reunidos en San Nicolás encargaron al vencedor de Caseros la atención de las relaciones exteriores, lo designaron director provisional y general en jefe de los ejércitos de la Confederación, con facultades para cumplir el objetivo fundamental de la campaña contra Rosas: la organización constitucional de la república mediante un congreso general que articulase la administración general del país dentro del sistema federal.

Urquiza no dilató el cumplimiento de ese compromiso; los mismos firmantes del acuerdo de San Nicolás, y los que se adhirieron posteriormente a él, como los mandatarios de Córdoba, Salta y Jujuy, llevaron a sus provincias el encargo de la elección de dos diputados por cada una para que estuviesen en Santa Fe en el mes de agosto.

Para complementar la decisión tomada y entrar en contacto con los ambientes locales alterados, o no bastante definidos, Urquiza hizo circular por el país a una serie de personas de su confianza, Cuyás y Sampere, Rueda, Sotomayor, quienes, con el pretexto de viajes de negocios, encubrían la condición de emisarios y representantes suyos.

La mayoría de los diputados que concurrieron al congreso de Santa Fe fueron nombrados por los nuevos gobernadores surgidos de movimientos locales contra los de la época de la tiranía, salvo algunas excepciones, como las de Tucumán y San Juan, cuyos caudillos eran sostenidos por Urquiza, en la creencia de que su arraigo y su poder en esas provincias equivalían a su arraigo y a su poder en Entre Ríos.

De todos modos, el grueso de los diputados del Congreso constituyente de Santa Fe eran personas acreditadas por sus condiciones personales, por su saber, por su autoridad moral; buena parte de ellos pertenecían a los proscriptos, otros eran federales que habían sabido mantener su independencia y su integridad; figuraban escritores, juristas, algunos sacerdotes. Y contrariamente a lo ocurrido en los congresos constituyentes anteriores, en el de 1852 no había militares, con excepción del caso de Pedro Ferré, el antiguo gobernante correntino, que intentó antes que Urquiza poner fin al dominio rosista. La tarea a cumplir en Santa Fe era estrictamente civil, de discusión, de inteligencia y de libertad, y los hombres de armas no tenían campo adecuado para lucirse allí.

Ramón J. Cárcano sintetiza de este modo el proceso eleccionario:

"La libertad del sufragio no existía aún como un derecho consciente, respetado y vivo en el país. Las elecciones populares significaban simplemente la opinión de los gobernantes y de los caudillos, que todo lo dominaban con su influencia. Los gobernadores se dividían en aquel momento en dos categorías: los que encarnaban la voluntad del pueblo y los que representaban su protesta. Unos y otros, por distintas razones, eligieron con singular discreción los diputados al Congreso constituyente. Aquéllos porque emanaban de la opinión; éstos porque aspiraban a conquistar su tolerancia. Los primeros buscaron a los emigrados más ilustres que volvieron al hogar nativo; los segundos, a los federales más eminentes, que no volvieron del destierro, pero que sufrieron en silencio, sin complicarse en las violencias de la tiranía".

Urquiza había concebido la constitución del país y mientras sus tropas se ponían en marcha y durante el avance de las mismas, trabajaba en favor de una carta fundamental que diese unidad al país. Juan Pujol fue designado ministro de Corrientes por el gobernador Benjamín Virasoro el 2 de julio de 1851 y fue el intermediario confidencial entre el gobernador y Urquiza. Jorge A. Mitre dio a conocer la correspondencia entre Pujol y Santiago Derqui, hallada en el Archivo General de la Nación, y que ilustra acerca de los propósitos de la campaña urquicista. El 6 de enero de 1852 invita Pujol a Derqui a llegar con la mayor celeridad posible, porque hace falta al general Urquiza y hace falta al país. La respuesta es del 20 de enero y se anuncia en ella que se incorporó al ejercito libertador. Derqui y Pujol se convierten en adalides entusiastas de la libre navegación de los ríos, condición irrenunciable de las provincias mesopotámicas para la incorporación a la comunidad argentina. El plan que llevaba Pujol a la reunión de Palermo después del triunfo de Caseros era fruto de la coincidencia con Derqui, cuyo entendimiento se llevó a San Nicolás y se mantuvo en muchos de los entretelones de la política de aquella época. Derqui, según la carta mencionada de Pujol, era para Urquiza el argentino en quien tenía quizás mayor confianza. El libro de Jorge A. Mitre, Espíritu y vida de la Constitución, contiene material inédito de interés para esclarecer ese período histórico.