Virrey Gabriel de Avilés y del Fierro

Virrey Gabriel de Avilés y del Fierro.

Se hallaba en el Perú en 1780 cuando estalló la rebelión encabezada por Túpac Amaru y fue destinado al mando de las tropas de reserva para sofocar el alzamiento y contribuyó a la derrota de los indios. En 1787 fue subinspector general de las tropas del virreinato del Perú y gobernador de la plaza del Callao; en 1796 se desempeñó como capitán general del reino de Chile y presidente de la audiencia de Santiago; en 1799 pasó a las funciones de virrey del Río de la Plata, pero en mayo de 1801 fue destinado a desempeñar el mismo cargo en el Perú, donde se mantuvo hasta 1806; cuando se disponía a regresar a España en 1810, falleció en Valparaíso.

Entre sus medidas de gobierno figura el levantamiento de la prohibición de faenar vacas, aunque recomendó que se procediese de modo que no fuese dañada la procreación; atendió a la conservación de las calles, nombró un intendente de policía y un director de empedrado y obtuvo recursos para esas obras mediante impuestos sobre diversiones y objetos diversos.

Como continuaba la guerra con Inglaterra, las restricciones comerciales persistieron y por otro lado prohibió también el desembarco de mercaderías transportadas en naves francesas por temor al contagio de la población con las ideas revolucionarias. Pero para no eludir estrictamente la prohibición de comerciar con navíos extranjeros, lo que daba origen a graves quebrantos en el comercio de Buenos Aires, permitió el subterfugio de la españolización de los mismos mediante compras simuladas por comerciantes españoles.

Encargó a Félix de Azara la fundación del pueblo de Batoví para colonizarlo con los pobladores de la costa patagónica que no podían sostenerse allí con los propios recursos; fomentó además las poblaciones fronterizas con los indios y así prosperaron Chascomús y otros pueblos del sur. Con respecto a los pueblos guaraníes de las antiguas misiones, sostuvo. que era absolutamente necesaria la supresión de las encomiendas y del régimen de comunidad, sustituyéndolo por un modo de libertad individual, entregando a los indios, paulatinamente, la propiedad privada de la tierra.

Cuidó con honestidad de los caudales públicos. Su período fue notable por algunas reformas en materia cultural; permitió la publicación del Telégrafo Mercantil, el primero que veía la luz en el Río de la Plata; dio apoyo a la inauguración de la escuela de náutica que había creado y sostenía el Consulado e instaló definitivamente el tribunal del Protomedicato.