Antecedentes

Manuel Quintana había nacido en Buenos Aires el 19 de octubre de 1835, tuvo desde muy joven intervención en la vida política. Pertenecía a una familia colonial acaudalada que sufrió las persecuciones del rosismo y se vio obligada a una dura lucha por la vida.

En un discurso en el parlamento, aludió al hogar paterno:

"La tristeza suprema de mi vida fue la despedida angustiosa del autor de mis días, que se condenaba voluntariamente al destierro para salvar, con la seguridad de su persona, su dignidad de ciudadano, en las horas aciagas de 1840. El más hermoso ejemplo que haya recibido en este mundo, es el de la abnegación de mi inolvidable madre, encorvada sobre la mesa de trabajo, para subvenir a las necesidades de una familia autocráticamente desposeída de la mayor parte de sus bienes heredados de sus mayores y de los adquiridos con el esfuerzo de sus jefes".

En medio de estrecheces y dificultades, se graduó de abogado a los 21 arios en la universidad de Buenos Aires, donde tuvo por compañeros a hombres que iban a tener una actuación distinguida en la vida pública: Manuel Obarrio, Juan E. Torrent, Cosme Béccar, Manuel Argerich, Ceferino Araujo, Eduardo Basavilbaso. Se incorporó en 1857 a la Academia de práctica forense y al año siguiente pronunció el discurso de apertura de la misma.

En los comicios de 1860 su nombre aparece en la contienda y fue electo diputado a la legislatura del Estado de Buenos Aires, en la que figuraban personalidades de la talla de Mitre, Elizalde, Nicolás Avellaneda, José María Gutiérrez, Emilio Agrelo, Norberto de la Riestra, José María Cantilo y otros muchos. 

No había cumplido los 25 años y dictaba en la universidad la cátedra de derecho civil en sustitución de Marcelino Ugarte, padre del futuro gobernador de Buenos Aires. 

La Cámara aceptó su diploma en consideración al hecho de que hacía dos años que ejercía la profesión de abogado y -por su calidad de profesor universitario. Pocos meses después fue elegido diputado nacional al Congreso de la Confederación en Paraná. Después de siete años de separación, Buenos Aires se incorporaba al resto de las provincias; en la representación porteña iban los senadores Valentín Alsina y Rufino de Elizalde y los diputados Emilio Castro, Adolfo Alsina, Manuel A. Montes de Oca, Emilio Mitre, Pastor Obligado, Francisco Javier Muñiz, José Mármol, José María Cantilo y Manuel Quintana; este último, el más joven, fue elegido secretario del grupo, con el cargo de redactar las notas y manifiestos del mismo. La representación porteña llegó a Paraná en marzo de 1861 y fue rechazada con el pretexto de su elección de conformidad con las leyes electorales de la provincia y no de acuerdo con las leyes nacionales. No quedó más recurso que retirarse de Paraná, quedando nuevamente tirantes las relaciones entre Buenos Aires y la Confederación. 

Se hizo llegar al presidente Derqui una nota de protesta y al volver a Buenos Aires se lanzó un manifiesto explicando los motivos que habían impedido la incorporación al Congreso nacional, manifiesto redactado por el joven secretario Quintana.

En el Congreso nacional.

El rechazo de los diputados porteños en Paraná planteó nuevamente el problema de una solución por las armas de la prolongada desidencia; después de la batalla de Pavón, el presidente provisional Mitre convocó a elecciones nacionales y en mayo de 1862 se reunió en Buenos Aires el Congreso. Quintana se incorporó a él como diputado, intervino activamente en los debates, se significó por la claridad de sus exposiciones y por sus vastos conocimientos. Al discutirse el proyecto de federalización de Buenos Aires presentado por el presidente Mitre, la opinión de la capital volvió a agitarse y el debate en el parlamento duró casi un mes. Quintana se opuso a la iniciativa y la tachó de inconstitucional; su nombre se hizo popular y fue aclamado como intérprete de una opinión muy generalizada entonces. A fines de 1863 terminó su mandato y fue elegido inmediatamente después diputado provincial, siendo designado vicepresidente primero de la legislatura. Desde comienzos de 1864 a 1867 participó en todos los asuntos importantes tratados por la legislatura bonaerense y en 1867 volvió nuevamente a la Cámara de diputados de la Nación, maestro de la oratoria parlamentaria.

Su intervención en el Congreso es casi constante. El 1' de julio de 1867 presentó un proyecto de ley disponiendo que se declarase capital de la República a la ciudad de Rosario, con el espacio comprendido entre los arroyos de Saladillo y Ludueria, sobre el río Paraná, con una legua de fondo; que todos los establecimientos y propiedades públicas del territorio federa-lizado fuesen nacionales y que el poder ejecutivo preparase en el plazo de dos años los edificios necesarios para las autoridades federales, que residirían mientras tanto en la ciudad de Buenos Aires; el proyecto entró en discusión el 31 de julio y Quintana desarrolló ampliamente sus puntos de vista; las discusiones se prolongaron muchos meses; y el 18 de setiembre de 1868 se aprobó por 20 votos contra 14.

También fue debatida su interpelación al ministro de guerra, después de Curupaytí, para que hiciese saber qué recursos en hombres y dinero hacían falta para poner término a la guerra del Paraguay antes del 12 de octubre de 1868, fecha en que el presidente debía hacer entrega del mando a su sucesor, "porque la República no elige presidente para que mande ejércitos, sino para que utilice los recursos de la Constitución en bien del país".

En 1869 fue designado presidente de la Cámara, pero dejó en más de una oportunidad la presidencia para intervenir en debates de importancia. Presentó por entonces su proyecto de ley definiendo el concepto de las intervenciones nacionales a las provincias y estableciendo que no podían llevarse a cabo sin una previa ley del Congreso. Habló en esa oportunidad durante tres sesiones para justificar su proyecto y rebatió interpretaciones de Manuel Augusto Montes de Oca y otros; las dos Cámaras aprobaron el proyecto, vetado luego por Sarmiento.

Sin embargo, las consideraciones de Quintana y el propósito perseguido gravitaron en lo sucesivo en la política nacional y señalaron los límites de las facultades de los poderes ejecutivo y legislativo en materia de intervenciones a las provincias.

Senador nacional.

En 1870 reemplazó a Valentín Alsina, que había fallecido, en la presidencia del Senado nacional y poco después fue enviado a la Convención constituyente de la provincia para estudiar una nueva Constitución en reemplazo de la de 1854. La Convención se instaló el 23 de mayo y en ella figuraban Bartolomé Mitre, Adolfo Alsina, Vicente Fidel López, Luis Sáenz Peña, Bernardo de Irigoyen, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle, Dardo Rocha, Juan María Gutiérrez, Rufino de Elizalde, José Evaristo Uriburu, Norberto de la Riestra, Carlos Tejedor; Guillermo Rawson, Eduardo Costa, Amancio Alcorta, Montes de Oca, Huergo, \larda, Somellera y muchos otros. Para la presidencia fue elegido por gran mayoría el doctor Quintana, frente a las candidaturas de Avellaneda, Mitre y Adolfo Alsina, y retuvo el cargo los tres arios que duró la Convención, sin que por ello dejase de ejercer otras tareas que le fueron encomendadas.

Misión diplomática en el Paraguay.

Aunque en su calidad de senador se distinguía por su hostilidad al gobierno de Sarmiento, se le reconocían sus méritos y su vasto saber, y en setiembre de 1871 fue enviado en misión al Paraguay para intervenir en la elaboración del tratado de paz definitivo. Surgieron divergencias con el representante brasileño, barón de Cotegipe, pues éste pretendía apartarse de las líneas trazadas en el tratado de Alianza de 1865 en lo relativo a la cuestión de los límites; no habiendo logrado acuerdo, se retiró de Asunción y regresó a Buenos Aires. Su conducta fue aprobada plenamente por el gobierno, el Congreso y la opinión. No quiso consentir que el Brasil se hiciese de extensos territorios paraguayos y que se reconociese la deuda de los vencidos a los integrantes de la Triple Alianza y otras concesiones que significaban un abuso de la victoria. El Brasil, sin embargo, logró sus pro-pósitos después del retiro del comisionado de Buenos Aires. 

Las elecciones de 1874.

Presidente provisorio del Senado cuando se inició, en 1874, la campaña política para la renovación presidencial, se promovió su candidatura junto con las de Avellaneda, Mitre y Alsina; comités formados en Buenos Aires, Santa Fe, La Rioja, Catamarca, San Luis, Mendoza y personalidades conocidas de la cultura nacional auspiciaron su nombre. Un manifiesto de los partidarios de Quintana decía respecto del candidato:

"Posee la energía de la iniciativa y la prudente flexibilidad que deben tener los magistrados republicanos. Piensa y sabe estudiar en los hechos y en las realidades. Tiene un alma sana y un patriotismo sincero. Es lógico sin ser visionario. Es perseverante sin obstinación. Puede, por las aptitudes de su inteligencia y la índole de su carácter, encabezar la República en épocas de labor y de peligros, semejantes a la que atraviesa hoy día ... No hay en él la tela de un ambicioso ni la de un intransigente"...

Con treinta y ocho años de edad, llevaba quince en la brega política y ocupaba un puesto de relieve en el escenario de la vida pública. Pero no tuvo el apoyo del partido dominante y su candidatura no prosperó. Eliminado Alsina de los comicios, siguió la suya el mismo destino y luego la derrota de Mitre. El candidato apoyado por Sarmiento era Nicolás Avellaneda, que resultó triunfante.

Parlamentario.

Hasta 1876 se mantuvo en el Senado y en ese tiempo intervino, por ejemplo, en dos debates importantes: el de la creación del Parque Tres de Febrero y el de la ley de amnistía general para los revolucionarios de 1874; en ambos casos chocó su elocuencia con la fogosidad arrolladora de Sarmiento.

Realizó en 1877 un viaje a Europa y regresó al año siguiente para ocupar una banca en la Cámara de diputados, electo por la provincia de Buenos Aires. Su palabra se hizo oir en los debates que precedieron a los acontecimientos de 1880. Próxima la crisis del 80, la Cámara eligió a Quintana presidente para afrontar los hechos que se preveían. No concurrió a Belgrano después de la salida de Buenos Aires de Avellaneda y con él permaneció la mitad de los legisladores, y el 24 de junio el Congreso de Belgrano destituyó en masa a los congresales que habían quedado en Buenos Aires con Quintana.

Después de la sesión del 7 de mayo, se señaló el nombre de Quintana como candidato de transición entre los extremos representados por Roca y Tejedor, cuando se propuso la renuncia de ambos en holocausto a la paz pública en peligro.

Entre los cuarenta diputados declarados cesantes en Belgrano, entre los cuales figuraban Mitre y Alberdi, estaba Quintana, quien se retiró después de los sucesos a la vida privada y se consagró a su profesión.

Delegado a congresos internacionales.

El presidente de la corte suprema Luis Sáenz Peña lo designó en 1888 para representar a la Argentina en el Congreso suramericano de derecho internacional privado, que se reunió en Montevideo en agosto de aquel ario. Su palabra atrajo la atención y el respeto de los representantes de los diversos países. Sus proposiciones sobre tratados internacionales y sobre derecho civil internacional fueron aprobados por unanimidad.

En octubre de 1889 se reunió en Washington la Conferencia internacional panamericana y fue designado también para representar al país en ella. Sus intervenciones y su trabajo en cinco comisiones internas le valieron el reconocimiento de la mayoría de los delegados. Dijo allí: "Ante el derecho internacional americano, no existen en el continente naciones grandes ni pequeñas, todas son igualmente soberanas e independientes, todas son igualmente dignas de consideración y respeto". Y frente al secretario de Estado de los Estados Unidos, Blaine, sostuvo que "ni la República Argentina ni las demás naciones de la América Latina consentirán jamás un protectorado, y menos aún encubierto, por parte de los Estados Unidos de Norte América". Y respecto al arbitraje compulsivo expresó: "Ni naciones presas ni alcaides criminales ... , ni tribunales permanentes, ni arbitrajes compulsorios, ni forma alguna de arbitraje que por sí o lo que se derive de ella, acarree el predominio de una nación fuerte de América sobre las débiles, y no hay arbitraje... El arbitraje será obligatorio y no compulsivo".

Los otros delegados argentinos a la conferencia de Washington fueron Vicente G. Quesada y Roque Sáenz Peña.

Ministro del interior.

Cuando asumió el gobierno Luis Sáenz Peña en 1892, desempeño Quintana las funciones de ministro del interior, pero comprendió que el gabinete carecía de homogeneidad y renunció a los dos meses. Después de los sucesos de agosto de 1893 el presidente modificó el gabinete y volvió a ofrecer la cartera del interior a Quintana; era un momento difícil en la vida del país y correspondió al ministro del interior la tarea más delicada y la más importante, pues fue considerado por la opinión y hasta por el Congreso como el verdadero jefe del gobierno.

Intervino la provincia de Buenos Aires, donde los revolucionarios acaudillados por Hipólito Yrigoyen, con la actitud tolerante de Aristóbulo del Valle, ministro del interior en aquellos momentos, se habían apoderado del gobierno. En pocas semanas se volvió a la normalidad. Fue autorizado igualmente por el Congreso para intervenir las provincias de San Luis y Santa Fe, donde también habían logrado éxitos los revolucionarios radicales.

Respaldó la legalidad en Tucumán y dominó el levantamiento armado de Santa Fe contra la intervención federal, promovido por la Unión Cívica Radical. Los meses de agosto y setiembre de 1893 el país se hallaba convulsionado y próximo a la desintegración institucional. Y frente a ese estado caótico y de subversión apareció Quintana como el hombre fuerte y supo echar mano a todos los resortes del poder para defender las instituciones y restablecer la normalidad. El de octubre el presidente Luis Sáenz Peña pudo anunciar al país que la paz había sido restablecida y que con ella se abría una Ipoca nueva de reparación y de orden. Continuó Quintana todavía un ario en sus funciones y sostuvo ante la opinión y en el parlamento al gobierno tambaleante de Sáenz Peña. Renunció el 6 de noviembre de 1894 al comprobar que la solidaridad en el seno del gobierno no existía ya, y que el presidente escuchaba otros consejos que los de sus ministros. Su retiro privó a Sáenz Peña de su más enérgico soporte. A través de su ministro Terry le hizo llegar el presidente su reconocimiento: "El señor Presidente no olvidará nunca la cooperación tan ilustrada como eficaz que usted le prestó en momentos supremos en que la paz pública peligraba y recordará siempre con gratitud la viril entereza con que usted contribuyó en primera línea a dominar una situación llena de azares y peligros, levantando al país del borde del abismo al estado tranquilo en que hoy se encuentra".

Se retiró a la vida privada y al ejercicio de su profesión, como abogado de los ferrocarriles; pero en 1902 volvió a la vida pública como diputado nacional por la capital federal.