San Martin en el Ejercito del Norte

San Martín permaneció solamente cuatro meses al frente del ejército auxiliar del Alto Perú, más le bastaron para comprender que aquel teatro de operaciones era adecuado para una guerra defensiva, pero que la ofensiva debía tomar otro camino: el de la conquista de Chile para pasar, desde allí, por mar, a Perú.


Al comienzo San Martín no tuvo una idea concreta sobre la necesidad del cambio de táctica; trabajó en la reorganización del ejército maltrecho después de Huaqui y en la preparación de la oficialidad para los mandos. 

Después de la experiencia adquirida sobre los hombres de que podía disponer, sobre la topografía del terreno y sobre la guerra de recursos o guerra gaucha, concibió el "secreto" que comunicó a Nicolás Rodríguez Peña el 22 de abril de 1814, pensó en Martín Güemes, en sus cualidades de mando, en sus ardides de guerra, en la autoridad que ejercía sobre la población salteña para ejecutar su nuevo plan estratégico.

Aunque el general José María Paz traza un retrato poco simpático de Güemes, como carente de valor personal y como individuo de costumbres relajadas, poco sobrio, que huía del peligro, es difícil imaginar que con esas cualidades hubiese podido convertirse en el ídolo de los paisanos valientes, diestros en todas las armas y jinetes excepcionales a los que se deben tantas proezas en la guerra irregular contra los generales veteranos de la guerra antinapoleónica.

La posta de Yatasto es conocida por las históricas reuniones que en ella tuvieron lugar durante la guerra de la Independencia Argentina, como el encuentro entre los próceres generales Manuel Belgrano y José de San Martín. Encuentro que sin embargo del cuadro que lo recuerda en la posta de Yatasto.

Las tácticas de Güemes

Las tropas de Güemes podían operar aisladamente, en núcleos audaces que atacaban de improviso y sorpresivamente y desaparecían con extrema rapidez, pero también podían formar masas combatientes y obrar de manera cohesionada, aunque siempre con autonomía. 

La guerrilla, la sorpresa, el hostigamiento inesperado de las líneas de comunicaciones y de abastecimientos respondían a la naturaleza del terreno. Eludían en lo posible la batalla campal y frontal, pero las columnas enemigas y las guardias avanzadas eran atacadas de día y de noche, en el flanco o en la retaguardia, y tenían que vivir siempre alerta; les arrebataban los víveres y el ganado, les tomaban prisioneros, hacían el vacío de recursos a su alrededor y a su paso, y debilitaban así su moral.

San Martín, formado y experimentado en la guerra regular, en la alta escuela de los mejores conductores militares, comprendió toda la utilidad de ese sistema de guerrillas, captó sus ventajas y procuró buscar su cooperación, pero dejándoles su espontaneidad, su autonomía de movimiento y su disciplina propia.