¡ADIOS! |
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(A Lucila, antes de ir a un duelo) |
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De pesar una lágrima sentida |
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No brote, no, de tus hermosos ojos: |
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¿Por qué llorar mi muerte si mi vida |
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Era un erial de espinas y de abrojos? |
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No puede ser mi luz el dulce brillo |
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Que derrama en efluvios tu pupila, |
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Y es mi infierno el que irradia del anillo |
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Que otro en tu mano colocó, Lucila. |
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¿Qué iba a hallar este pobre pelegrino |
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A un desierto sin término lanzado? |
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¡Adelfas y cicuta en su camino? |
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¡Oh, no las hay en el sepulcro helado! |
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En el mar proceloso de la vida |
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El amoe es el puerto de bonanza; |
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¿Y a dónde guiar mi nave combatida |
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Si mi amor es amor sin esperanza? |
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¡Venga el rayo de plomo, que hoy por suerte |
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Sobre mi frente, amenazante oscila; |
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Y en la mansión oscura de la muerte |
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La paz recobre el corazón, Lucila! |