Corrían
los primeros años del siglo XIX cuando en La Majadita, localidad
de la provincia de San Juan nació la niña María Antonia Deolinda
Correa. Tenía algo más de veinte años cuando se casó con el
criollo Baudilio Bustos. La pareja fue a vivir a Caucete,
de donde provenía el, y poco tiempo después tuvieron un hijo.
No
duró mucho la vida tranquila del hogar. Hacia el año 1835,
Bustos fue reclutado para fortalecer
la nueva tropa del ejercito de Facundo Quiroga.
El
hombre se resistía a ir porque estaba enfermo, pero fue llevado
a la fuerza, a pesar de sus reclamos y los ruegos de su esposa.
Deolinda no pudo soportar el dolor de ver partir en tal estado
a su marido, -y decidió seguirlo para calmar en cuanto pudiera
su enfermedad.
María
Antonia Deolinda Correa anduvo por el camino que va hacia
La Rioja y con ella llevó a su pequeño hijo. Caminó a marcha
forzada, tras las huellas de la montonera que se llevaba
a su marido. En
pleno desierto se le acabó el agua. Extenuada, siguió su camino,
subiendo a las lomas para ver si divisaba a alguien que la
pudiera ayudar. Al fin cayó en un cerro del Vallecito, derrotada
por el cansancio, el calor y la sed.
Junto
a uno de sus pechos quedó el niño, mamando de la madre ya
muerta.
Así
los encontraron unos arrieros que acertaron a pasar poco después.
Ellos dieron sepultura a la difunta, en el mismo lugar en
que había fallecido. Al niño, tan providencialmente salvado,
se lo llevaron con ellos a San Juan, y lo pusieron al cuidado
de unas mujeres generosas. |